23. Un Corazón Roto

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—¡Jane! ¡JANE! — Grito Agatha. 

—Aggie, ¿qué pasa?— preguntó Jane entrando a su habitación. 

—¿Tomaste mi caja musical?, Jane se que te gusta, pero no... —

—Agatha, hermana. Sabes que jamás tomaría tus eh, cosas...  Además estuve fuera de casa, no se donde la guardaste al llegar aquí— Agatha se dejó caer en la cama refunfuñando. Eso era cierto, Jane era una niña demasiado dulce, mucho más organizada que ella y muy educada para tomar algo sin su permiso. 

Se giró y la miró con una sonrisa, Jane era preciosa, a diferencia de ella no tenía ninguna peca, pero sin duda alguna Jane podía pasar a ser vista como un mismísimo ángel.

—Oh, Jane, cuanto te extrañe— Agatha jalo a Jane de la mano y la tumbo a su lado abrazandola con fuerza.

—Agatha, es demasiado impropio que hagamos esto, pero —soltó una pequeña risa— También te he extrañado, ¿sabes?, lo que más extrañaba era verte sentada en la cocina, comiendo. — Jane se giró a verla. —¿Hermana te gustaría que te ayude a buscar tu caja musical? — Agatha la miro. 

—Oh, está bien Jane, no pudo desaparecer, estoy segura que seguía en mi maleta, debo buscar bien— Dijo negando con la cabeza.

—¡Agatha! ¡Jane!— La voz de su madre se escuchó desde las escaleras. 

—Mamá nos llama— dijo Jane. 

—Si, si lo hace— Agatha suspiro. 

—Deben bajar, ¡Agatha, Jane!— Su madre las volvió a llamar. 

Ambas se levantaron de la cama y bajaron las escaleras. Jane llevaba un hermoso vestido rosa pálido con pequeños volantes en el rebadillo de la falda y Agatha uno verde con pequeños listones de encaje al rededor de la cintura y sus hombros, que hacía juego con sus ojos.

—Esto no se siente como casa— Dijo Jane con una pesadez en su voz. 

 Agatha le sonrió con nostalgia, la casa del campo era diferente... Era hermosa, era natural y lo mejor de todo es que las hacía más libre, no podía describirlo de otra forma. Las hacía ser más felices.

—Porque no lo es— Jane asintió con la cabeza, estando de acuerdo.

—Debemos irnos, vamos con la modista, sus vestidos para la boda— Dijo su madre con una sonrisa. Su madre llevaba un hermoso vestido color azul eléctrico, con pequeños bordes plateados, y un hermoso velo con brillos en la falda, elegante, discreto, que hacia que las curvas de su cuerpo se notarán más, su madre era una mujer hermosa, con ese cabello rojo escandaloso y esos ojos azules, tan finos como un cristal.

—Bueno, pero si son las dueñas de mi corazón— La voz de su padre las hizo voltear. 

—Padre— Jane brinco el último escalón hacia sus brazos. Si alguien podía sacar a la señorita Jane de su recatado comportamiento, ese era Colin Bridgerton. 

—Oh, señorita bonita, creció dos centímetros más en este tiempo fuera, me parece que no la dejaré volver a irse jamás— Colin llevó una mano a su pecho— Es terrible que mis niñas crezcan— Colin miró a Jane y luego a Agatha. 

—Bueno, supongo que no hay nada que podamos hacer cariño— Penélope se acercó a su esposo con una sonrisa y este puso una mano en su cintura, acercandola más a él.

Jane y Agatha se miraban cómplices con una sonrisa, sus padres a veces podían olvidar que estaban ahí presentes... Simplemente vivían amandose.

—Supongo que no, ¿irán a la modista? — preguntó su padre con una sonrisa totalmente embobada por su madre.  

Una Bridgerton en aprietosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora