45. Me Voy

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—¿Cómo está Georgiana?

—Preciosa abuela, debo decir que me sorprende un poco, no sé parece a nadie, ni a mi padre ni a mi madre.

—¿De verdad?— preguntó la viuda Vizcondesa llevándose la taza de té a los labios.

—Sí, es muy extraño, tiene un montón de pecas, más de las que recuerdo, pero bueno, si decimos algo, tiene tus ojos. —Oliver miró a su esposa con el ceño fruncido.

—Cierto, azules, son tan azules, precisamente azules. —Dijo la viuda Vizcondesa.

—Solo han estado lejos unos días y parece que comienza a notarse, ¿has dejado el corset?.

—Desde el primer día abuela, ya no lo soportaba, ha sido un alivio dejarlo al menos hasta que nazca.

—Es muy satisfactorio de hecho...

Un ruido se escucho, algunas voces discutiendo, alguien venia caminando por el pasillo, Violet vio a su madre... Con lágrimas en los ojos y a su padre entrar tras ella.

Estaba confundida, no entendía que sucedía, su madre nunca lloraba, era la primera vez que la veía hacerlo.

—Oh, Sophie, ven... — su abuela abrió los brazos para su madre, ella se sentó a su lado.

Su padre tenía una característica muy particular, sus gestos. Podía ver como sus labios estaban torcidos, no estaba enojado ni molesto, era como si sólo estuviera ahí, existiendo.

Alexander apareció en la puerta, su nariz estaba un poco roja, ¿había llorado también?, ¿qué sucedía?

—Violet, te ves preciosa. —Alexander la abrazo, luego deposito un beso en su frente.

—¿Qué sucede?— preguntó viendo a su hermano, después a Oliver... Que se había puesto de pie, con las manos escondidas en su espalda.
Sin duda Oliver sabía que estaba pasando.

—Me han ascendido Violet... Y decidieron darme una misión, algo importante.

Instintivamente Violet busco la mirada de su madre, Sophie estaba inexpresiva, nunca había visto tan seria a su madre.

—¿Irte?— preguntó Oliver desconcertado. —Creí que te harías cargo aquí. —Oliver volteo a ver rápidamente a Violet, dándose cuenta de lo que acababa de decir, más tarde tendría a una Violet muy molesta pisandole los talones.

—Así es, se me ha dado una misión y tengo que hacerme cargo de ello.

—¿Escribirás? ¿Lo harás verdad?— preguntó con voz temblorosa, su hermano la tomó de la mano.

—No Violet, no creó poder hacerlo, tal vez—suspiro— si no resulta ser peligroso para ustedes, tal vez podría.

Violet pudo escuchar a su madre hacer un ruidito casi imperceptible, ahogaba sus sollozos y sus ojos dejaban caer lágrimas.

—Madre... —su hermano se acercó a Sophie, estaba ahí de cuclillas frente a ella. —Mamá, estaré bien, te lo prometo.

Violet se levanto del sillón, para acercarse a su padre, que seguía de pie junto al gran reloj que estaba en el centro del salón de té, sus ojos estaban enrojecidos y sin embargo no lloraba.

—Nunca he sido tan sobreprotectora con ustedes, en especial contigo, siempre has sido un espíritu libre Alexander, los he dejado ser así... Pero nunca creí que decidirias para tu vida algo que te pusiera en constante riesgo.

Su abuela presionó el brazo de Sophie, no hablaba, pero estaba ahí, siendo un apoyo simplemente para ella, podía verlo en su rostro.
Su abuela lo sabía y, lo sabía desde hace tiempo.

Una Bridgerton en aprietosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora