51. Paz parte II

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Dos días después.

—Despierta en lapsos cortos y vuelve a dormir, se ve mejor ¿no es así? — Dimtiri volvió a tomar su mano. Apresando con delicadeza, depositando un beso sobre ella.

—Ella es fuerte Dimitri, estoy muy seguro que pronto se recuperara totalmente, no desesperes— Charles le dio un apretón en el hombro. —Y sobre el bebé, todo va bien, debemos seguir con una alimentación correcta y todo irá de maravilla.

—¿Y tú estás bien? — Charles se encogió de hombros, ante la pregunta de Dimitri.

—Si, pero jamás me sentí tan humillado— vio lastima en los ojos del esposo de su prima. —No te preocupes, no me siento destruido, es gracioso, como funciona, me sentí demasiado embelesado por la belleza de la señorita que por un momento fui demasiado banal

—Me alegró, siempre pensé que esa señorita era demasiado vanidosa para un hombre inteligente. — Charles estuvo de acuerdo, dio un asentimiento de cabeza y se marchó de ahí.

—Uch.. — Pennyrose se quejó haciendo una mueca. —Di..dimit...dimitri. —Murmuro y él se acerco aun mas a ella.

—Sigo aquí, no me voy, no me he ido. — La miró con mucha atención, ella abrió despacio sus ojos, inmediatamente se levantó a cerrar la cortina. Eso ayudó mucho.

Penelope había permanecido dormida desde que la encontró, y apenas el día anterior había comenzado a dar señales de vida, había tomado un poco de caldo, agua y había vuelto a ceder a ese interminable sueño. Había llorado su nombre con angustia y desespero, estaba destrozado al escucharle tan preocupada y sin importar las veces que le dijera que estaba ahí, ella parecía no escucharle.

—Dimitri— comenzó a sollozar nuevamente, el acaricio su cabello, dejando algunos besos en su frente. —Dimitri, no... no mueras, no me dejes— él le miró a la cara, estaba empapada en lágrimas, acarició sus mejillas con sus dedos aún con pequeñas ampollas.

—No me moriré, estoy aquí, para envejecer contigo, para morir juntos una noche al dormir, después de una larga, larga, muy larga vida, luego de haber tenido nuestros hijos, nuestros nietos y bisnietos, no me iré, no ahora, ni nunca.

Ella estiró sus manos tomándole la cara, analizando cada facción, buscando la pequeña cicatriz cerca de su ceja para asegurarse de que era él, para sentir su piel, para tocar sus mejillas humedecidas, pasó sus dedos temblorosos por sus labios y bigote, soltando un suspiro de alivio.

—Estás aquí— susurró — vivo, estas... no es un sueño— volvió a sollozar y él la envolvió en sus brazos.

Ella acomodo su cabeza en su pecho, escuchando los latidos de su corazón; luego se incorporó de manera lenta y torpe; sus manos necesitaban viajar por sus manos, por sus brazos, por su pecho, hasta aferrarse a sus hombros y hundir su cara en su cuello, respirando su aroma, ese aroma que le recordaba el invernadero. Plantas frescas y mentolado, era Dimitri y estaba ahí, con ella, vivo, su pecho palpitaba con fuerza y lo sentía respirar cerca de su rostro, demasiado cerca, sus ojos azules cargados de lágrimas, era verdad, estaba ahí. Entonces todo se volvió más seguro, todo se volvió más acogedor, entonces ella respiró de manera desigual, tratando de controlar el llanto, el dolor y todas las emociones.

—Lo ves, soy yo, aquí estoy. — él la envolvió en sus brazos haciéndola recostar, ella cedió, él se hizo a un lado para mirarle a la cara—Mi amor, oh mi Roza. No sabes todo el desespero en el que estaba sin tu despertar, es mi culpa todo, pensé que te perdería, pensé que no llegaría a tiempo, tenía tanto miedo— Habló demasiado rápido, mientras acariciaba su rostro sin dejar de mirarla. —No concibo la idea de una vida sin ti, tenías razón, siempre has tenido razón, he sido tan bruto de no ver la maldad frente a mí, debí protegerte de todo y mira lo que te he hecho, perdóname, no te merezco ni un poco. —Él también lloraba, desde hace dos días había llorado todo lo que nunca en su vida, lloraba por ella, por sus padres, por todo, agacho su cabeza y ella acaricio su cabello con dulzura.

Una Bridgerton en aprietosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora