16. Romeo Y Julieta

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Abruey Hall.

Llegó con su disfraz puesto, no podía creerlo realmente se había disfrazado... Toda la noche había dado vueltas en la cama, al diablo... Había sido un libertino toda su vida pero que sentido tenía, ser Conde no era nada, por fin lo había comprendido él no sería nada, no sin esa mujer a su lado... La amaba, ¡Dios! El en verdad la amaba y lo sabía, y le incomodaba saberlo, esa noche tenía que decírselo... No podía besarla de nuevo y tener que detenerse, ya no, si la volvía a besar debía ser para siempre.

Agatha, Agatha.... Era todo lo que había en su mente. Su nombre era cautivador, ella era todo, quería verla fruncir el ceño, necesitaba que lo regañara, que lo mirara con esa mirada salvaje en sus ojos, quería que lo amará...

Nicolás tenía que hacerle saber que la amaba.

—Señorita Bridgerton, o debo decirle ¿Julieta?— Ella no sonrió, lo miró irritada.

—Lord Downey... ¿No le parece muy temprano para molestar? — Él soltó una carcajada.

—¿Siempre es así de directa? — Ella sonrió.

—La mayor parte del tiempo lo soy— Él se irritó con ese tonito en su voz, <<Mocosa altanera>> pensó.

—Ya lo veo, debe saber Agatha que Nicolás no la quiere, ¿conoce al viejo Conde?— Preguntó y Agatha negó con la cabeza.

—Bueno, el le dijo a Nicolás que no le daría ni un peso, ni el título si no se casaba, usted ha sido la mejor elección... Ya sabe su doble dote— Dijo él.

Ella palidecio, ni podía dar crédito a lo que oía, no sabía como es que sabían que ella contaba con doble dote... Bueno el cotilleo en Londres debía ser bueno. Pero decidió confiar en Nicolás.

—Supongo entonces, que es el mismo motivo que lo trajo a mi Lord Downey, es estúpido lo que dice, Lord Kenart es un Conde, créame su fortuna es mil veces más que mi dote, pero para un Vizconde es tentador ¿no?— dijo ella.

Él se quedó boquiabierto, no sabía que decir, ¿cómo respondería a eso?, esa mujer, si la hacía su esposa lo primero que haría sería cortarle la lengua.

—Soy un Vizconde, no necesito su dote, la queiro por su belleza, por quién es usted— Dijo él.

—Usted, no sabe quién soy— Dijo ella firmemente.

—¿Y él sí?— Eso le salió con un pelin de molestia en su voz. Ella lo hacía enojar de verdad.

—Ni mi dote, ni mi belleza podrían ser de usted. Compermiso milord. — Y ella se fue, dejándolo con una furia que le recorría las entrañas.

No la quería, aunque era muy atractiva, su dote era muy generosa y sería suya. Ya no por poder, ni por ambición, si no por orgullo, ninguna mujer lo iba a humillar en la manera que ella lo había hecho tan descaradamente.

Agatha avanzó y soltó un suspiro, de verdad ese hombre era irritante, le daba una mala espina, el estómago le sentaba raro en su presencia... Pero ella era una Bridgerton, orgullosa de eso, sabía que poseia el poder de dejar a las personas sin saber que decir cuando debía.

La música comenzó a sonar, la luz en el lugar se hizo más baja, irónicamente pensó que era muy romántico. Pudo ver a Violet y Oliver bailar, se miraban como un par de enamorados y tontamente río... Porqué claro que lo estaban, solo que aún no habían dado un siguiente paso, ella no había hecho ningún comentario al respecto, pero estaba segura que ellos se querían, lo veía en sus ojos... ¿Cómo es que nadie lo notará?

—¿Qué mira?— Esa voz que conocía tan bien sonó a su espalda... Luego sintió extrañamente su presencia más cerca que le erizo la piel. Ella volteó lentamente y lo vio, con un traje de... ¿Romeo?, la vida no se podía reír más de ella.

Una Bridgerton en aprietosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora