52. Los Crane

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—¡Devuélveme eso! — gritó furiosa mientras jalaba con fuerza el brazo del oso que su hermano se negaba a soltar.

—¡He dicho que no! — le saco su lengua, ella alzó una ceja como toda una damita ofendida. 

Ambos niños comenzaron a corretear por todo el jardín, Pennyrose no les perdía la vista a sus dos sobrinos traviesos, ambos niños habían comenzado peleando ahora parecían reír. 

—Tus hijos a veces parecen querer matarse ¿lo sabes? son una amenaza para cualquier persona — Amanda le dio una sonrisa agrandada.

—Mientras no quieran matar a nadie más, no veo porque debería preocuparme, algún día lo entenderás— dijo tranquilamente mientras le daba un sorbo a su vaso de limonada. —¡Oh! por cierto — dijo emocionada — sigo sin entender cómo es que han logrado preparar todo esto en una semana es maravilloso. 

—La tía Daphne es increíble para organizar fiestas, y todas se han coludido con ella para hacerlo. Bueno, además es hermosa la mansión de Lady Danbury, ¿verdad? — dijo admirando el jardín una vez más.

Por un momento su vista se quedó fija, si su hermana respondió no la escuchó, porque ese traje azul marino quedaba excelentemente bien en el cuerpo musculoso de su esposo, su respiración se contrajo por un momento, desde hacía días que el calor se le subía en un segundo y mirar a su esposo hablar, eran tan sensual como tenerlo cerca.
Estaba en un pequeño círculo de caballeros formado por Alexander, Charles, Edmund y David. Platicaba animadamente, pero debió notar su mirada porque le sonrió, ella hizo un ligero asentimiento con su cabeza. 

—¿Qué hacen aquí? — preguntó una voz a sus espaldas — ¿no deberían ayudar a la novia? — preguntó su padre. 

—Hay demasiadas personas ahí adentro, dudo que Aggie necesite 15 manos para poder ponerse el vestido de novia, total solo le durará unas horas puesto.

—¡Amanda!— dijo su padre y ambas chicas rieron, Phillip miró a sus dos hijas con total desaprobación. Soltó un largo suspiro, porque después de todo ¿qué podría decir? — Penelope, ¿has comido?

—Decima octava vez que lo preguntas y te he dicho que sí padre, estoy bien— su padre la miró acusatioriamente—de verdad, mira estoy tomando limonada— dijo alzando el vaso con líquido verdoso.

—Bien, iré a asegurarme que mis hijos no hayan tirado el pastel de bodas o que no se hayan matado— Amanda le dio un beso a su padre y se fue en busca de sus dos hijos. 

—¿Matado?— preguntó su padre confundido, Amanda le guiño un ojo.

—Sigues preocupado por mí, basta, estoy bien— Phillip le tomó su mano derecha y le dio un beso — padre, de verdad debes tranquilizarte, nada malo paso.

—No puedo dormir pensando en que tal vez estés en peligro—dijo sincero, examinando su brazo. —ahí aún se ve un moretón.

—Sí aún algunos parecen notarse, pero te prometo que estaré bien, Dimitri se ha encargado de todo, él cuida de mí, se que tu también, pero ya todo está bien.

—Lo se, lo se, soy un viejo protector ¿que puedo decirte? Tengas 50 años siempre serás mi niña, al igual que Amanda. — Penelope sonrió con ternura, la verdad era que sí.

Amanda era una luz brillante para todos, llegaba y correteaba tras su padre como a una niña. Su cuñado solía negar con la cabeza mientras admiraba a su esposa con una sonrisa, a veces sus hijos la acompañaban en una travesura de la que ni la abuela Eloise se salvaba. Por su parte, ella compartía momentos más íntimos, más tranquilos, cierto era que era sumamente más extrovertida que su hermana mayor y la verdad, su infancia había sido más riesgosa, pero la relación con sus padres era diferente y suponía que por eso, era especial.

Una Bridgerton en aprietosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora