Prólogo 1.

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Prólogo 1.

Desde "Mi cabaña", Septiembre de 1824.

Benedict observaba a la señora Gibbons correr de un lado a otro, a pesar de su avanzada edad, ella seguía trabajando para él y como las veces anteriores estaba apoyando a Sophie en su parto, aunque esta vez había sido diferente. Sophie llevaba más de 10 horas de parto, era sorprendente, con ninguno de sus hijos había tardado tanto como esa ocasión. Con Charles solo había demorado minutos, el pequeño casi salía por sí solo, Alexander y William solo le habían demorado 4 si mucho 5 horas de parto, ¿pero más de 10? realmente ya no podía soportarlo.
—Voy a llamar al médico, definitivamente lo haré—Benedict se levantó del suelo en el que llevaba arrodillado desde que Sophie había comenzado a sentir contracciones.
—¡Ben! No me dejes, toma mi mano— Le pidió Sophie, realmente se veía exhausta —Sola no podré hacerlo y si te vas...—Sophie ahogó un grito— Te juro no te perdonaré— Benedict la
volvió a tomar de la mano, y decidió que definitivamente Sophie era la mujer más decidida que había conocido nunca.
La señora Gibbons miró a Ben con esas miradas que le daba a sus hijos cuando hacían alguna travesura, ¿realmente lo estaba reprendiendo con la mirada? pero si ya era todo un
adulto, pensó para sí mismo y volvió su mirada a Sophie, quien constantemente le apretaba
la mano y le enterraba las uñas al sentir el dolor.
—Una hora más, y si no ha nacido aun yo...— Sophie gritó, y el sonido más dulce que jamás había escuchado estalló en toda la habitación.
La señora Gibbons tomó al pequeño bebé en brazos y le dio una tierna y maternal sonrisa a Sophie.
Sophie sentía las lágrimas bajar de sus mejillas, su mano aún sostenía con fuerza la de Benedict, el se acerco y deposito un beso en la frente de Sophie mientras le decía que lo
había hecho tan bien como las demas veces.
—Es un bebé perfectamente sano y hermoso— Dijo la señora Gibbons al poner al recién nacido en los brazos de Sophie.
—Oh, Dios— Dijo Sophie con la voz cansada pero llena de amor, mientras depositaba un dulce beso en la frente de su pequeño bebé —Simplemente eres la cosa más encantadora que he visto nunca — Sophie volteo a ver a Ben.
¿Un niño? Benedict ni siquiera parpadeó, estaba tan seguro que sería una niña, por Dios que él lo había sentido, ese llanto tan encantador no podía ser el de un varón.
—Ben— Sophie lo sacó de sus pensamientos y comenzó a reír, estaba realmente cansada, pero muy feliz.
¿Por qué reía?, él volvía a equivocarse, volvía a ser un niño y le amaría con el corazón sin embargo la ilusión de tener una niña seguía viva en él, miro como ella lo miraba como si le divirtiera.
—Oh Ben... —Sophie le regaló una mirada llena de compasión— solo toma a Violet en tus brazos— La cara de Benedict cambió totalmente, ¿había escuchado bien? Todo había sido una pequeña broma, Sophie acababa de dar a luz ¿y bromeaba con él?
La señora Gibbons había salido sin hacer ruido de la habitación para darle un poco de privacidad a los felices padres, y checar a los pequeños Bridgerton que sin duda alguna estaban volviéndose locos sin recibir atenciones de su madre, ella solía arroparlos cada noche y esa vez no lo había hecho, por lo que habían estado inquietos, eran pequeños y no
estaban acostumbrados a estar sin mamá a su lado y mucho menos podían estar sin ver a papá en su despacho lleno de pintura, eso parecía parte de él.
Sophie solo podía pensar que la cara que en ese momento tenía Benedict era diferente, su sonrisa estaba iluminando la sala, le palpitaba el corazón al mil por hora y sus ojos soltaba lagrimas lagrimas de felicidad y Sophie solo pudo sonreír, casi 8 años de matrimonio y Benedict seguía enamorandola sin siquiera darse cuenta.
—Violet...— Dijo Benedict casi en un susurro, seguía en shock por la emoción, realmente era una niña, SU niña.
Con cuidado se acercó, y como si fuera lo más frágil y caro del mundo, tomó a la bebé de los brazos de Sophie con sumo cuidado, con los ojos llenos de lágrimas mientras sonreía y la miro. Una niña encantadora, tenía el cabello rubio, y los ojos castaños, aunque con pequeñas partículas que él podría jurar eran dorados, sus mejillas estaban sonrojadas de tanto llorar, y Benedict solo pudo sentir que a esa niña podría ponerle todo el maldito mundo a sus pies.
La pequeña bebé que había dejado de llorar en cuanto Benedict la había acunado en sus brazos, abrió los ojos y lo miraba, como si le dijera —Mira papá. Llegue al fin, para ser tu
felicidad, tu debilidad y tu dolor de cabeza— la pequeña bebé hizo un gesto con su pequeña rosada y tierna boquita... una sonrisa, la sonrisa más tierna que Benedict había visto en una bebé.
Benedict simplemente se sintió el hombre más afortunado del mundo.
—Te amo Sophie, gracias por esto, gracias por ella— Benedict depositó un suavísimo, ligerísimo beso en los labios de Sophie. Sophie acaricio su mejilla limpiando algunas lágrimas traviesas que seguían frescas en la mejilla de Benedict.

Una Bridgerton en aprietosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora