41. Trocitos

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Cuando llegó al salón principal, se dio cuenta que Nicolás estaba solo con una copa en la mano. Ella no sabía con exactitud qué hacer, gracias a Dios Nicolás sintió su presencia y se giro para verla... ¿Cómo no iba a notar que estaba ahí?, tenía ese perfume a rosas que se impregnaba en la piel.

—Me dijeron que quería verme Lord Kenart— Su voz sonó temblorosa, no sabía qué hacer con sus manos, por lo que sus dedos jugeteaban entre ellos.

—He sido un idiota, un imbecil, el más tonto de los tontos. — El se acercó, ella retrocedió un paso inmediatamente. —Se que estas molesta, tienes que estarlo. Nunca me he disculpado con nadie, nunca he tenido que hacerlo, así que no se que decirte, Aggie... Perdoname, perdón por todo.

Agatha contuvo la respiración un segundo, cuando sus ojos estaban fijamente en ella, clavandose en lo más profundo de su corazón, podía notar el arrepentimiento en ellos. Quería abrazarlo, quería decirle cuánto lo amaba.

—Yo, lo perdono Lord Kenart— Dijo, el se quedó helado ante el frío de su voz. —No es su culpa después de todo, los errores de un pasado surgiendo en el futuro y aunque definitivamente usted fue un tonto, yo lo perdono.

—Deja de llamarme así— El se acercó a ella. —Deja de decirme así, no puedo soportarlo de tu boca, mi nombre saliendo de tus labios es el gozo mas puro que he sentido nunca en mi vida y es lo que deseo siempre, no me digas así. — Eso último lo dijo casi tan triste que Agatha se estremeció.

Él puso una de sus manos en su hombro ligeramente, ella sintió su respiración forzada, algo en su estómago revoloteaba.

—Fui a tu casa hoy y hable con tú padre. — Ella abrió los ojos sorprendida, ¿Qué razón tenía Nicolás para ir a hablar con su padre? ¡POR DIOS! Todo estaba tan claro entre ellos.

Y justo cuando ella creyó que nada podía sorprenderla más que eso, el dejó salir unas palabras tan rápido que ella parpadeó, como si estuviera escuchando mal.

—Aggie, le he pedido tu mano.

—¿Qué hiciste que?

—He pedido tu mano... —Ella apartó bruscamente la mano de Nicolás de su hombro.

—¿Sin consultarme a mi?, ¡¿crees que es así como funciona?! ¡no puedes ir y pedir mi mano sin saber lo que yo quiero! ¡No tienes ningún derecho Nicolás!

—Escúchame— le ordenó —Escucha, por dios de todos los cielos mujer. —Ella volvió a quitar las manos de Nicolás haciéndose hacia atrás.

—¡¿Qué?! — Casi se lo escupió en la cara y Nicolás intentó no reír, estúpidamente le causaba un poco de gracia verla tan molesta.

—Él me dijo que no— Ella volvió a parpadear.

Su padre había dicho que no, pues claro, ¿cómo diría que si? Definitivamente Colin Bridgerton no era el tipo de hombre que casaría a sus hijas por conveniencia, ni por la mayor fortuna o título, claro que nunca lo haría.

—Me dijo que lo aceptaría, solo si tú me aceptabas. Es por eso que he venido a buscarte.

—¿Por qué te quieres casar conmigo?

—¿Por qué? ¡No seas tonta! Porque te amo Agatha, no soportó estar sin ti, me quema la piel extrañarte, pensarte, y no tenerte. Te amo, te amo. — Él cogio su rostro entre sus manos. —Te amo y podría gritarselo al mundo entero.

Ella podría haber suspirado, podría abrazarlo, podría hacer tantas cosas... Y lo único que salió de su boca fue:

—No— Ella movió ligeramente su cabeza en negativa. —No confías en mi, pudimos resolverlo juntos. Fuiste egoísta, no pensaste en mí, en nosotros.

Una Bridgerton en aprietosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora