CAPITULO 1

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Lazos de sangre

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Lazos de sangre.

Anastasia.

Las idas y venidas a lo largo del continente han hecho parte de mí vida desde que llegué al ala de padre. Algunas veces tardaba en salir del país, pero no pasaba un mes en que no saliera de viaje. Y como una niña conociendo el mundo, me gustaba.

Me fascinaba poder conocer a pesar de que no se trataban de viajes de placer sino de negocios, conociendo a los aliados de padre, corriendo tras de él como una garrapata que no se le despegaba incluso cuando eso significaba que todos los ojos estarían sobre mí.

Al principio no me gustaban las miradas, me hacían sentir desnuda de alguna manera porque todos querían saber quien era la mujer que Aurelio Caruso tanto protegía. Sin embargo, con el paso de los años, la confianza en mí misma creció, el poder que tenía en mis manos comenzó a ser evidente a mis ojos y lo usé a mi favor.

Me encantaba el saber que tenía a mucha gente en mis manos.

Aún lo hace.

Me encanta liderar, saber que tengo la facultad de disponer a mi manera lo que tengo alrededor.

No obstante, con todo lo que tengo encima, salir del país no es algo que me guste mucho. Y es justo a lo que he tenido que someterme desde hace dos meses.

Y no por los motivos que me gustaría.

Me aferro a mi abrigo una vez Orazio despliega a nuestros hombres, organizándolos de tal forma que me encuentro rodeada por ambos lados sin que llegue a ser asfixiante. Todos permanecen con la mirada al frente, perfectamente trajeados y con sus armas listas para cualquier sorpresa.

El jefe de seguridad de mi esposo se acerca cuando el auto se estaciona en la plaza privada del aeropuerto en Moscú.

—El señor Sokolov lo envió —apunta con su dedo índice directo al carro—, dijo que la está esperando en las oficinas principales de la Organización.

Mi boca se tuerce en una mueca que hace que Orazio esconda su sonrisa ante mi notoria molestia. Ambos sabemos lo que eso significa, y es el hecho que no puedo llevar a mis hombres conmigo debido al punto de encuentro.

He venido ya dos veces aquí, la primera reunión fue en las oficinas del Servicio Federal de Seguridad, pero la segunda fue en las instalaciones de la Organización, lugar al cual solo uno de mis hombres puede ingresar junto a mí.

—Me quedaré hoy —aviso, avanzando junto a él al tiempo que rebusco en mi bolso mi celular—. Débora y Antonella ya están en el hotel, ¿puedes decirle a alguno de ellos que vaya y les notifiquen que tardaré un poco más?

—Dios no quiera que exploten este país en su busca —me sonríe, pero no llega a sus ojos.

—Es lo que harían —confirmo.

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora