Cruda libertad.
Anastasia.
Pensar en un beso durante minutos como lo haría una jovencita enamorada no es mi estilo. Nunca lo ha sido realmente. Es por ello que no comprendo por qué mi cerebro no consigue sacar de mi sistema la sensación de tener los labios de Marcello sobre los míos.
El besarlo no debió colocarme los nervios al borde, pero lo hizo. Me sentí temblar por dentro solo con el chocar de nuestros alientos.
Al principio, estaba nerviosa. Quería salir corriendo y estuve a punto de hacerlo. Marcello no me tocó antes de que yo me acercara, se mantuvo a una distancia que me impidió pensar de más las cosas y por tanto, evitó que mis piernas cedieran al miedo.
Lo besé porque quise. No podía mentirme a mi misma. Incluso aunque no me recuerda, supo perfectamente que botones presionar para obtener una reacción por mi parte. Me provocó y eso, mezclado con los recuerdos de los momentos que pasamos juntos, me tuvo lanzándome como la esposa desesperada que hace mucho no tocaba a su esposo.
Y lo disfruté.
El tocar sus labios con mis dedos cuando me aparté me llevó a un momento en el que fui feliz. Ahora no quedaba nada de nuestra relación anterior y por un segundo, quise quedarme allí, cerca de él, mientras me estrechaba entre sus brazos.
Y lo arruinó.
Pero me salvó de exhibirme frente a todos como si no tuviera control de mi cuerpo y solo tuviese ojos para él.
—¿Sigues allí?
Consigo lanzar un bajo «sí» al llamado de Alessandro al otro lado de la línea. No entendí ni mierda de lo que me dijo, o más bien, no le presté atención.
—Iré esta semana a los laboratorios —aseguro—. Con todo lo que ha pasado tengo algunos de mis negocios algo descuidados.
—Ice quiere un precio.
—Hasta que no tenga certeza del producto que venderé, no puedo dar un precio definitivo —espeto con voz calmada.
Mis manos se aferran a la barra con fuerza mientras escaneo lo que pasa a mi alrededor. Los murmullos del otro lado me informan lo que ya sabía y es que Salvatore sigue molesto porque le grité frente a todos y mantiene a su hermano como puente entre él y yo.
Me siento aliviada por ello. Salvatore es impulsivo, y aunque sé que no me hará daño, mi cuerpo no lo reconoce como antes. Con Alessandro, sé perfectamente a lo que atenerme. O por lo menos, mi cuerpo reacciona menos reacio a su cercanía que a la de su hermano.
Padre le dijo que tal vez fue el estrés actuando por mí cuando se lo llevó en mi cumpleaños. Luego con lo de Marcello, algo más se quebró y él terminó por irse a Italia lo cual agradecí. No hemos hablado desde entonces, y he mantenido la confianza de nuestros negocios en cabeza de Alessandro.
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DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓
RomanceLIBRO II [T-E-R-M-I-N-A-D-A] Crueldad y piedad. En la mafia no se perdona ni se olvida. Perverso. Manipulador. Sanguinario. Vil. Marcello Venturi ha regresado y esta vez mucho más peligroso que antes. El juego de poderes no ha terminado. De hec...