CAPITULO 14

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Ardiente lejanía

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Ardiente lejanía.

Anastasia.

Mis dedos se adentran con facilidad entre los mechones lacios del cabello de Aleska. Sus ojos permanecen cerrados, sin siquiera inmutarse por la intromisión. Su cabello es tan suave, tan liso y brillante que, sonrío una que otra vez a medida que recorro el camino desde el costado hasta el final, ondulando un poco las puntas que solo caen sobre el colchón una vez las suelto.

El reloj en mi muñeca marca las ocho, cinco minutos más que el despertador junto a la cama de mi hija cuyos números en rojo muestran las ocho menos cinco.

Y ella aún cree que no me voy a dar cuenta que cada noche, atrasa la hora en su reloj un minuto.

—Sé que estás despierta —hablo en voz baja, acercándome con suavidad a su rostro. De nuevo, no obtengo respuesta—. Aleska Abramov, tienes...

—Un minuto para despertarte o voy a buscar agua fría y te la echaré encima.

Su voz soñolienta interrumpe mi frase a medio salir. Ella sigue sin abrir los ojos, pero sus parpados se mueven ligeramente.

—Aún faltan cinco minutos —establece dando un pequeño giro que la deja sobre sus costillas en la cama, en posición fetal—. Déjame dormir, mamá.

Acomoda sus manos juntas bajo su oreja. Su respiración es constante, suave y tan pausada que sé que ella está a punto de quedarse dormida nuevamente.

—Massimo vive en la mansión. —Me recuesto a su lado, reposando mi cabeza sobre mi palma mientras sostengo mi peso con mi codo—. ¿Sabes qué significa eso?

—¿Qué él se despierta a las ocho y treinta mientras que yo lo hago a las ocho para poder llegar a clases? —Un rastro de baba queda en su almohada, y enojada, lo limpia—. Quiero dormir.

—Entonces no podrás escoger que instrumento tocarán hoy.

Me incorporo, ocultando mi sonrisa, la cual solo se extiende con el casi imperceptible chillido que hace la cama al momento en que Aleska se pone de pie rápidamente.

—¡No pienso practicar piano por tercera vez esta semana! ¡No lo haré! —se queja.

A través del espejo que cubre una parte de la pared lateral de su cuarto, la veo cruzarse de brazos, tal niña que no obtuvo su juguete deseado en navidad.

—No me levantes la voz, Aleska —respondo calmada, pero no me acerco a ella. Se molesta mucho últimamente—. ¿No dirás nada?

—Lo siento. —Las palabras salen fluidas, y me reconforta saber que ella sabe cuándo hace las cosas mal—. Lo que digo es que hay otros instrumentos que tocar, el salón de música está lleno de ellos. Cualquier cosa es mejor que el piano, mamá.

—Lo dices porque no has conseguido aprender a tocarlo.

Tomo asiento en la silla frente al tocador de mi cuarto cuando salgo del suyo. Nada más la lleve, tengo que salir directo al club para ajustar un par de cosas antes de ir a los laboratorios. Además, tengo que estar en Madrid esta noche por la inauguración del nuevo club de Nox. Una jodida ofrenda de paz en nombre de ambos para consolidar nuestra cooperación mutua.

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora