Sosiego.
Anastasia.
El teléfono suena en mi mano una y otra vez, recordándome que sigo despierta, que por mas que he querido no he conseguido conciliar el sueño. Mi cabeza me está jugando sucio como siempre, la imagen de una Elena muerta no abandona mi mente y es como si no se desvaneciera ni un poco.
Selena llama, tal vez es importante, pero no quiero hablar. La voz no me sale por más que quiera. Roger intentó sacarme un par de oraciones en el avión que nos trajo a Gijón, pero fue en vano, mi cerebro simplemente no está en el mismo lugar que mi cuerpo.
Yo la maté.
Mi cuerpo actúa por instinto cuando me quito la ropa al llegar a la habitación que una de las empleadas preparó para mí junto al cuarto de Aleska. Quiero entrar y ver a mi hija, pero no alcanzo ni siquiera a tocar el pomo cuando la imagen vuelve a mi cabeza, atormentándome mientras me aferro a las tiras de la bata negra que como pude me coloqué.
No tardo mucho en llegar a la habitación de Marcello la cual está en completa oscuridad, impidiéndome detallar el cuerpo calmado de mi esposo recostado en su cama. Contrario a lo que me sucedió en el cuarto de mi hija, a la habitación de Marcello sí entro, quedándome en la ventana que da al jardín en lugar de acercarme a él.
Me aprendí esta vista hace meses cuando con el cuerpo entumecido, traté de sobrellevar la violación de Chuck. Recuerdo que a lo único que me aferraba era a las llamadas de Marcello cada noche a las nueve, a las charlas que mantenía con Jimena para terminar quebrándome en la madrugada cuando estaba sola.
En ese momento pensé que lo mejor que podría pasarme sería cobrar lo que me hicieron rápido, como si fuese una forma de compensar el daño. Jamás creí que mi reacción sería esta, que mi cuerpo no sintiera mas que ganas de quedarse bajo el agua en busca de limpiar los retos de sangre que manchan mis manos.
Nunca creí que el vacío me consumiría a este grado generando un hueco en mi alma imposible de manejar.
—Anastasia. —La voz provoca un quiebre en la poca cordura que he intentado mantener desde que dejé Barcelona. Marcello suelta un suspiro soñoliento—. ¿A qué hora llegaste?
No respondo. Contengo el aliento por alguna razón, sintiendo la presión acumularse en mi pecho al tiempo que cierro los ojos, intentando aferrarme el suave subir y bajar de su respiración.
—Anastasia.
La cama cruje instantes después de que mi mano se cierra sobre el marco de la ventana. El aire nocturno, frío y abrasador, no me calma, impacta con fuerza en mi rostro provocando el escozor en mis ojos.
—Anastasia —habla un poco mas alto como si no lo hubiese escuchado.
—¿Qué? —exclamo en un hilo de voz, apretando con mas fuerza mis ojos al escuchar mi voz quebrarse.
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DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓
RomanceLIBRO II [T-E-R-M-I-N-A-D-A] Crueldad y piedad. En la mafia no se perdona ni se olvida. Perverso. Manipulador. Sanguinario. Vil. Marcello Venturi ha regresado y esta vez mucho más peligroso que antes. El juego de poderes no ha terminado. De hec...