CAPITULO 32

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En la mesa del infierno

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En la mesa del infierno.

Marcello.

Los murmullos a mi alrededor cesan al momento en que pongo un pie en la recepción del gimnasio en Santiago. Algunas personas bajan la cabeza, otras me sostienen la mirada cuando siseo un breve saludo en su dirección, pero nadie se me acerca y lo agradezco.

No tengo tiempo para resolver dudas, para entablar conversaciones a medias, solo tengo un objetivo y es lo que busco conseguir al avanzar en dirección a las grandes puertas recién pintadas de negro que me abren el paso al cuadrilátero mas imponente que tiene mi territorio y en el que mi Sottocapo está siendo golpeada hasta el cansancio.

Sus movimientos son erráticos, el rostro manchado de sangre gotea por las heridas abiertas que seguro le duelen y evita que la toque su contrincante tanto como puede.

Nicoletta es buena luchadora, una de las mejores. Entrenado por Domenico y por mí, es un arma dispuesta a arrasar con todo lo que tiene al frente y no se rinde. Luego de varios días siendo el centro de atención con los gritos llenando sus oídos mientras busca mantenerse con vida, vine a verla, a empaparme de lo que le hice debido a sus actos.

Por ella mi familia estuvo en riesgo, por ella mi plan casi se desvanece frente a mis ojos como una avalancha. Y por mí, ella sangra hoy y lo seguirá haciendo hasta que a mí me dé la gana.

—Ha aguantado bastante. —La voz de Orazio está ausente de preocupación. Él sabe que si di la orden de que Nicoletta peleara así no quisiera, fue por algo. Solo cumple mis exigencias al pie de la letra—. ¿Cuándo será la última pelea?

—Cuando me quite las ganas de matarla.

—Por lo que veo eso no será pronto, señor —comenta, burlón con sus ojos negros en la mujer que lucha por ponerse en pie—. ¿Se quedará mucho tiempo en Santiago?

—No, solo vine a supervisar esto —y a disfrutarlo. Anastasia estaría encantada de verlo en primera fila—. Frena la pelea que quiero hablar con ella.

Ante mi orden que no admite queja en contrario, Orazio se acerca al cuadrilátero, tirando de las campanas negras que provocan el estremecimiento de decenas de personas que se apartan abriendo el paso a las barras que mantienen segura la malla.

—Salte —le indica mi mano derecha a la mujer que está a punto de lanzarle otro golpe a Nicoletta en el suelo. Ni siquiera vacila al bajarse, sale al igual que lo hacen todos al igual que Orazio.

Mis pasos son firmes al llegar hasta el borde del centro de pelea, adentrándome a través de la puerta hasta llegar a la mujer cuyo cuerpo está lleno de moretones apenas cubierto por un par de shorts y un top lleno de sangre.

Días y días en medio de gritos, golpes y sangre la tienen así. Hecha mierda como quise desde hace semanas.

—Marcello, no más. —Su frente brilla por el sudor mezclado con la sangre al ponerse de pie en un intento por acercarse a mí. Cae de rodillas al no poder soportar su peso con sus manos aferrándose a la malla—. Te estás pasando.

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora