CAPITULO 16

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La Heroica

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La Heroica.

Marcello.

Con los ojos fijos en mi esposa, envuelvo la mano que posa sobre la mía, acercándola a mi lado. Siento las miradas de todos alrededor sobre nosotros, pero no la suelto, tampoco sonrío, solo detallo al hombre que anteriormente estaba tras de ella y cuya cicatriz en el rostro es obra mía por soltar la lengua cuando no debió.

—¿Señora Venturi? —La voz sorprendida de Andrés me llega seguidamente, pero no me vuelvo hacia él—. ¡Te dije que le pondrías un anillo a esta mujer, carajo!

El tono alegre de Andrés lo tiene lanzando felicitaciones que Anastasia y yo recibimos con sonrisas que por su parte son forzadas y las mías son de total satisfacción por la manera en que está enojada.

Es curioso lo mucho que me gusta verla enojada a pesar de que mi expresión neutral no lo demuestra.

—Cecilia estará encantada de la noticia. Cuando le dije que venían, tomó el primer avión.

—¿Vendrá? —cuestiona Anastasia con un ápice de emoción. Sus ojos se iluminan y parece relajarse aun cuando sigo sosteniéndola.

—¿Quién es Cecilia? —me hago el idiota. Mi esposa fija sus ojos en mí, reconociendo que soy yo el que está preguntando y no alguien más—. ¿Tu novia?

—Mi esposa.

Andrés se remueve incómodo en su lugar, sopesando el intercambio de miradas que me dedico con Anastasia. Recuerdo a la mujer, solo un poco. Tengo un buen recuerdo de ella hablando con Anastasia en traje de baño en la piscina. Yo estuve aquí con ella, no solo una vez.

—Estaré encantado de conocerla.

—Ya lo haces —murmura Anastasia en tono molesto—. Nada más sepa que está aquí, vendré a verla.

—¿No te quedarás aquí? —inquiere Andrés—. Tengo todo listo para que se queden. Incluso puedo pedirle a alguien que prepare una habitación para los dos para que no duerman en cuartos separados.

—No será necesario —lo frena—. Yo me quedaré en un hotel.

—¿Tu? —Asiente—. ¿Qué hay de ti? —me mira, y noto la curiosidad en sus ojos. Chismoso de mierda.

—Yo también me quedaré en un hotel.

Me volteo en dirección a los hombres de Anastasia, clavando mis ojos en uno en especial. Permanece con la mirada al frente al igual que los otros, pero sabe que lo tengo entre ceja y ceja.

—Taddeo, ¿no?

—Si, señor —le cuesta, pero consigue mirarme. Hay molestia en sus ojos—. ¿Necesita algo?

—¿Sabes de mecánica? —Mi pregunta los toma por sorpresa, pero a pesar de eso sonríe de mala gana—. Mis hombres están afuera con un problema en uno de los autos, ve a ayudarles. Les hace falta una mano extra.

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora