CAPITULO 30

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Fuera de radar

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Fuera de radar.

Anastasia.

El aire de la noche me da directo en el rostro en tanto le sostengo la mirada a Ilias Kozlov. Sus ojos ausentes de cualquier rastro de gracia me escudriñan con determinación, deteniéndose más de la cuenta en mi rostro antes de apartar la mirada.

—¿Viniste a que te mate de una vez? —pregunto con ironía dando un paso atrás para que el otro no se salga de mi campo de visión.

El arma de Ilias me roza la mejilla al acercarse, deteniéndose a mi izquierda. No me quedo mirándolo, me enfoco en el hombre cuya arma sigue apuntándome y que no vacila.

—Tenemos algo pendiente, Anastasia.

—Muchas cosas —respondo segura—. Como el momento en que por fin te corte las manos que se atrevieron a ultrajarme hace más de once años, Ilias.

—Nuestro pasado nos une de muchas maneras —asegura, apartando mi cabello con el cañón. No siento más que rabia, repulsión al tenerlo tan cerca, y muchas ganas de matarlo. Pero no soy idiota y permanezco inmóvil en su lugar—. Esa niña que nació hace tantos años, por ejemplo.

Siento su mirada penetrante sobre mí. Ante la mención de Aleska, me paralizo por dentro, ardiendo en medio de llamas que me queman porque sé a dónde va con sus palabras.

—Niña que Zinov mandó a matar por tu culpa —espeto con furia, evocando esos momentos en mi cabeza donde llena de sudor y lágrimas rogaba porque no me la quitaran—. Al igual que hizo conmigo.

Me atrevo a mirarlo, furiosa, llena de odio y dolor. Tantos años que no pasé junto a ella me consumieron, me convirtieron en alguien que de niña luché por no ser.

—Pero la reemplazaste, ¿no? —inquiere, burlón. Baja el arma por toda mi piel hasta dejarla bajo mi barbilla, levantando mi rostro de un empujón—. ¿O hay la más remota posibilidad de que esa niña corriera con la misma suerte que tú, Anastasia?

—¿Crees que si mi hija estuviera viva yo estaría aquí?

Aparto de un manotón el arma que, de la impresión, se le resbala entre las manos. En menos de diez segundos, tengo al otro hombre a escasos pasos, retándome a atacar a Ilias nuevamente. No lo hago. Me mantengo firme, controlada y en un campo de batalla neutral para no explotar.

—Creo que es mejor estar seguros de las cosas —anota con una sonrisa que me estremece.

La sola idea de que se acerque a Aleska provoca en mí sensaciones que me recuerdan a lo que sentía cuando no podía defenderme de él. Me llena de furia, de temor, de dolor.

—Así que dime, Anastasia, ¿nuestra hija murió o sigue con vida?

—¿Nuestra? —suelto una risa seca llena de repulsión—. De estar viva, esa niña sería mía, no tuya. Porque tú eres una escoria, un maldito violador que jamás tendrá el título de padre de nadie.

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora