CAPITULO 35

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Olvido

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Olvido.

Anastasia.

Roger me lanza una mirada a manera de pregunta nada mas estaciona el Cadillac negro en el parqueadero privado del club nocturno al que llegamos. Ni él ni Félix cuestionaron mis ordenes al momento en que nos bajamos del avión y les di las coordenadas que me fueron enviadas en la mañana.

El abrigo me pesa sobre los hombros, incomodándome. Ni el aire acondicionado me quita la sofocación que de alguna manera consigue impregnarse en mi piel debido a todo lo que está pasando. No debería estar aquí, pero hacer lo que no debo se convirtió en una necesidad para sobrevivir.

—¿Quieres que nos quedemos aquí? —La pregunta de Félix me hace sacudir la cabeza en un intento por responder, pero mis ojos se pierden en la ventana tintada que me da un vistazo del sequito de hombres avanzando en nuestra dirección—. Anastasia.

Volteo el rostro, mirando sus ojos curiosos. Félix me conoce, está de acuerdo con esto y con cada paso que estoy dando. Natalia está preparando todo para mañana junto a Débora y Antonella, las cuales dejaron su reciente visita a Palermo para hacerle frente a mis ordenes como lo prometieron al aceptar mi propuesta.

—Salgan y déjennos solos —exijo ganándome un asentimiento por parte de ambos, los cuales nada más los toquecitos en la ventana se hacen presentes, salen acompañando al resto de hombres que rodean el auto en instantes con sus armas pegadas a sus pechos, atentos.

Suelto un suspiro, presionando el interruptor que en cuestión de segundos provoca que la ventanilla del auto descienda, mostrándome los ojos verdes tan inexpresivos de Dimitri Abramov, mi hermano.

—Entra —mascullo dejando de mirarlo. Mis ojos se clavan al frente a medida que subo el cristal. Dimitri abre la puerta, cerrándola tras de él para luego sentarse frente a mí, colocando su pie izquierdo sobre su muslo derecho sin dejar de mirarme—. ¿Cómo estás?

Suelta una risa seca, ahogada. Una sonrisa lucha por no salir, ocultando los hoyuelos que parecen querer aparecer a falta de su barba.

—¿Cómo está ella? —inquiere de vuelta, sin responder a mi pregunta—. Luce mucho más grande en las fotos.

—Sigue igual de baja que antes en cuanto a estatura, pero su animo e intensidad parece ir en aumento conforme pasan los días —contesto sin molestarme en ocultar la emoción en mi voz. Con él puedo sacarla a la luz sin preocuparme por un posible ataque directo a ella.

Dimitri asiente, tomando mis palabras, asimilándolas sin pedir mas de lo que ya le di.

—¿Para qué me pediste esta reunión, Anastasia?

—Simplemente tenemos que hablar. —Mi voz no vacila, las ganas de ir al grano me queman la garganta—. Vengo a hacer negocios, con todas las cartas sobre la mesa.

—¿Y cuales son esas cartas? —cuestiona de vuelta sin modular el tono burlón que se esconde tras sus palabras. Probablemente no confía en mí, como debe ser, y la cantidad de hombres afuera, que compiten con los míos, seguramente están listos para acatar una orden de ataque—. Porque te veo demasiado suave, Anastasia.

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora