CAPITULO 13

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Uniones que pesan

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Uniones que pesan.

Anastasia.

Recorrer los pasillos de la mansión no es lo que debería estar haciendo en este momento, pero es justo lo que mis pies hacen a medida que me adentro en algunas de las habitaciones en las que solo enciendo y apago luces para distraerme, escuchando las risas provenientes del despacho al final del pasillo al que tengo prohibido ingresar.

Jodidos profesores de mierda.

Aleska y Massimo están tomando clases de piano mientras que Lucy y Stella buscan la forma de que los acordes de la guitarra no parezcan el grito desesperado de la llorona cuando pasan sus dedos sobre las cuerdas.

—¡Presta atención, Lucy!

—¡Lo haría si me dejaras escuchar, Stella!

Tal vez no es tan mala idea quedarme de este lado de la puerta. No han dejado de pelear desde que llegaron hace ya un tiempo. Su padre dijo que las vacaciones en Palermo no fueron lo esperado porque sus hijas en vez de pedir muñecas, pidieron un par de cuchillos para practicar.

No debí sentirme orgullosa, pero lo hice, aunque lo oculté muy bien escuchando las quejas de Raphael mientras esperaba que sus hijas se instalaran.

—¿Todo bien por aquí? —La voz de padre se aproxima junto con sus pasos, pero no me muevo—. El maestro dijo algo sobre tomar clases separadas.

—Están entrando en esa etapa en la que dejarán de jugar juntas y comenzarán a pelear. Stella ya no quiere que Lucy se quede con ella en el cuarto —dije con una sonrisa—. Así era para mí cuando Tatiana llegó a la pubertad.

—¿Ah si?

No me mira, pero la curiosidad brilla en su tono. Nunca le hablé mucho sobre mi vida en casa de los Abramov, y él respetó eso a pesar de que siempre quería preguntar. No todo fue tan malo, conservaba algunos pocos recuerdos donde realmente me divertí en medio de tormentosos momentos bajo la furia de Zinov.

—Dormía en el pasillo porque ella me cerraba la puerta en la cara. Lloraba en los rincones porque decía que yo seguía siendo una niña y que tenía que madurar. —Una sonrisa se plantó en mi rostro—. Pero...

Me detengo en seco sopesando lo que está por salir de mi boca. Un repentino recuerdo me eriza la piel solo con volver a los momentos en que ella me encontraba llorando. Siempre lo hacía a escondidas, pero a veces no me escondía bien y ella a pesar de que no se disculpaba, me encerraba en su cuarto con ella para que nuestro progenitor no viera como su hija era una cobarde sentimental.

—Olvídalo —murmuro.

—¿Eran muy unidas? —Es la primera vez que realmente pregunta algo sobre mi relación con mis hermanos—. Tatiana y tú —habla al notar que permanezco en silencio.

—Lo normal. Éramos hermanas que tiraban del cabello de la otra cuando peleaban, pero que se abrazaban con fuerza luego de que su padre les gritara.

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora