CAPITULO 4

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Lindo gatito

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Lindo gatito.

Anastasia.

Llegar a Barcelona en la madrugada solo me enciende el cansancio y las ganas de echarme a dormir. Las calles están ausentes de personal a medida que nos dirigimos a mi departamento y apenas consigo mantenerme despierta mientras mi mano reposa sobre la mejilla de Aleska en tanto tengo su cabeza recostada en mi brazo.

En las pocas horas que llevo con ella he podido hacerme a la idea de que a mi hija le gusta dormir.

Mucho.

Ni siquiera se inmutó cuando Roger la tomó entre sus brazos y la trajo al auto hace unos minutos, solo buscó refugio en mi brazo y siguió dormida sosteniendo la almohada que no quiso soltar desde que se durmió en la habitación del avión.

—¿Habías visitado España, Dasha? —pregunto satisfecha al notar que estamos por llegar a casa.

La rusa niega con la cabeza, terminando de recoger su cabello en un moño. No ha dicho mucho en lo que lleva con nosotros, pero sus ojos han estado mirando en todas las direcciones en busca de cualquier tipo de amenaza. Incluso vi como se quedó lo más cerca a la puerta del cuarto en el avión para estar al pendiente de Aleska.

—Una vez salí de la academia en Moscú fui contratada por el señor Dimitri —dice, rebuscando entre sus cosas—. Mi vida se la he dedicado a mi profesión y apenas he conocido Londres y mi país.

Sin pensarlo, le tiende el teléfono a Roger, el cual duda antes de tomarlo, pero lo recibe.

—Conozco las reglas —se burla la mujer al ver la incredulidad reflejada en el rostro de mi hombre de confianza—. Me lo iban a quitar al llegar entonces mejor les ahorro las palabras.

—Me alegra que estemos claros.

Roger ni la mira una vez avienta el teléfono a la guantera y sigue conduciendo, provocando la mirada curiosa de la pelinegra sobre él.

—¿Cuántos años tienes, Dasha?

—¿No me ha investigado? —inquiere con un tono neutral, no hay burla allí como esperaría teniendo en cuenta las circunstancias—. Treinta.

—Digamos que mis hombres están haciendo su tarea, pero eso no me impide ir directo a la fuente —anoto, sosteniendo en mi regazo la jaula del conejo que está más despierto que todos aquí.

—Para saber si le miento.

—En efecto —no lo niego, ella y yo conocemos las reglas aquí. Sería una idiota si simplemente confiara en la palabra de esta mujer—. Te daremos un teléfono mañana, no está de más decirte que ante cualquier señal de sospecha, intervendremos.

—Se parece mucho al señor Dimitri —afirma sin titubeos.

—¿Perdón? —pregunto sintiendo la mirada de Roger sobre mí. No me creo que esta mujer me acaba de soltar esto.

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora