Quiebre.
Marcello.
El mejor hospital de Barcelona cerró sus puertas en la planta de obstetricia, la mayoría de las personas fueron trasladadas para el ingreso de mi hermana luego de que Anastasia hiciera un par de llamadas.
No sé cómo llegamos al hospital en medio del caos, Emilio no dejaba de maldecir, conduje sin importarme el tráfico pese a las advertencias de Orazio sobre la llovizna y el resto en algún punto llenaron la sala de espera del lugar, creando recelo entre las enfermeras que quedaron para atender a los pocos pacientes que no pudieron ser trasladados.
—Han pasado horas y no dicen nada —masculla Emilio a mi lado, poniéndose de pie para preguntar en recepción por decima vez en los últimos veinte minutos. Lo ignoro. Mi cabeza no deja de repetir la imagen de mi hermana convulsionando antes de perder el conocimiento.
Castillo me advirtió que el pronóstico no es bueno. Emilio se niega a hacerle caso a los médicos, yo me aferro a que son meras advertencias y mi padre grita junto a su yerno en busca de información, recordándome que llegó hace una hora a la ciudad.
No me muevo.
Estoy entumecido.
Anastasia se sienta junto a mí, tendiéndome un café que no recibo al tener los ojos puestos en la puerta por la que los médicos entran y salen, impidiendo el ingreso de los familiares. Mi cuerpo no reacciona como lo espero, sé que no conseguiré nada gritándole al personal pese a que quiero respuestas. En parte, sé que lo abrumado que me siento es por el miedo que raras veces he sentido acumulándose en mi pecho.
Vittoria tan solo tiene veintidós, no ha vivido nada en lo absoluto. Ella no puede morir. No puede.
—¡Deben decirnos qué demonios está pasando! —el grito escandalizado de mi padre me dispara la rabia, sabiendo que no le importa ni mi hermana ni mi sobrina. No sé qué demonios hace aquí—. ¡Exijo hablar con el médico!
Me pongo de pie, ignorando a Anastasia junto a mí al caminar por los pasillos. Los pasos me siguen, pero no me molesto en dar media vuelta para saber de quien se trata, obtengo mi respuesta nada más llego a una sala cuyo ventanal da vista a la ciudad. El aroma a flores me embriaga antes de que un par de brazos delgados envuelvan el mío y una suave cabeza encuentre su lugar en mi brazo.
—No nos han dicho mas luego de que donaste la sangre —dice mi madre en un intento por generar conversación sin que su voz se rompa. Apenas me llega a medio brazo y su rostro está pálido ante la falta de maquillaje—. ¿Por qué no preguntas, Marcello? No puedo con esta angustia.
La voz se le quiebra, yo la ignoro. Bloqueo los sollozos que comienza a soltar, manchándome la camisa en el proceso sin importarle la sangre de Nicoletta en ella. Las personas nos han mirado, pero hago caso omiso, intentando mantener la poca cordura que me queda.
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DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓
RomanceLIBRO II [T-E-R-M-I-N-A-D-A] Crueldad y piedad. En la mafia no se perdona ni se olvida. Perverso. Manipulador. Sanguinario. Vil. Marcello Venturi ha regresado y esta vez mucho más peligroso que antes. El juego de poderes no ha terminado. De hec...