CAPITULO 7

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Alerta

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Alerta.

Anastasia.

Mis suspiros se pierden en el eco de los gemidos que llenan la habitación. Mis ojos no se apartan de la proyección que me tiene los pezones duros y las bragas empapadas siendo la única prenda que me cubre el cuerpo.

Los vellos de la piel se me erizan con el contacto de mis dedos, como si el tocarme fuese un pecado que deseo cometer una y otra vez sin pensar en las consecuencias. La puerta del balcón abierta no ayuda ni un poco y mi mente no tarda en evocar recuerdos donde soy la protagonista junto al hombre que anhelo mientras me recorre con sus manos firmes, apropiándose de mi cuerpo.

—Diavolessa.

El murmullo que sale de la boca de mi esposo en el video me saca un suspiro cargado de deseo y frustración contenida. Hace días que no me tocaba, llevaba tiempo impidiéndome buscar el video que recuperé de su computadora hace dos meses.

Pero que ganas que tenía.

Paso mis dedos por mis pliegues, empapándome con mis fluidos que no tardo en pasear por mi clítoris hinchado, ansioso de que juegue con él y busque la liberación que durante días me he negado a darle.

Como quisiera estar cabalgando a Marcello justo ahora al igual que lo hago en la pantalla.

Por unos segundos, me detengo y solo miro. Inconscientemente mis dedos se aferran a mis pezones, mojándolos con lo que quedó de mi intimidad en ellos. Los presiono a tal punto que el dolor resulta ser deliciosamente tortuoso, tan jodidamente excitante que mi centro palpita con ganas de más.

La espera me está desesperando, pero no quiero solo correrme y ya. La sensación de plenitud se irá en segundos y quiero alargar este juego durante más tiempo. Como lo hacía él. Quiero un clímax eterno que me haga olvidar que cuando se acabe, solo quedará el recuerdo.

El gemido de Marcello es el que me lleva a encontrar mi resbaladizo coño con mis dedos, untándolos con mi humedad antes de comenzar a frotar mi centro de placer, abriendo las piernas en el proceso. Con las rodillas dobladas, tengo un vistazo perfecto del momento en que mi esposo sale de mi interior y comienza a subir y a bajar alrededor de su miembro.

Me relamo los labios, atrapando mi labio inferior entre mis dientes antes de recibir el embiste de mis propios dedos al adentrarlos en mi interior. Levanto las caderas, tirando la cabeza hacia atrás en tanto entro y salgo, embadurnando mi mano con todo lo que sale de mi coño.

Quiero más.

El sabor metálico se planta en mi lengua por la presión de mis dientes. Y no me disgusta, al contrario, sigo ejerciendo la misma presión, manteniendo las piernas abiertas mientras espero el momento en que Marcello tira la cabeza hacia atrás, negándose a que vea el éxtasis en sus ojos cuando se corra.

El chapoteo de mis fluidos bloquea todos los gemidos que salen de mi boca, pero no aquellos que perpetran en la habitación de hotel, aquellos que incontables veces solté en los brazos de mi marido mientras la cámara nos grababa.

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora