CAPITULO 46

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Irrupción

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Irrupción.

Horas antes.

Aleska.

Estoy tan enojada que no digo nada, simplemente guardo silencio.

—¡Aleska siempre quieres hacer trampa! —Aprieto los labios para no gritar de frustración, mordiéndome la lengua para no responderle a Massimo, el cual se limita a mirarme con furia. No estoy haciendo trampa. No hoy—. Ya no voy a jugar contigo.

—¿Y?

—Lucy, ven a jugar conmigo. —Entrecierro mis ojos en su dirección, pero me levanto de la silla, apartando las piezas de ajedrez. He mejorado, pero él cree que estoy haciendo trampa como lo hacía antes, pero no. Mi abuelo me ha enseñado a jugar—. No volveré a jugar contigo.

Me apunta y me encojo de hombros.

—No me importa.

Sintiendo las lagrimas acumularse tras mis ojos, tomo al señor koala de sorpresa, esperando a que deje de sacudirse entre mis manos para caminar a la cocina donde lo dejo sobre la barra, pasando mi mano sobre su pelo para que se calme. Lo hace en segundos y saco un jugo de manzana del refrigerador.

Ya no quiero estar aquí.

Quiero ir a la finca a ver a Ancello porque no me dejan traerlo a mi casa. Mi abuelo prometió cuidarlo, pero no he ido en un par de días y ya quiero cargarlo.

—¿Pasó algo, моя кукла? —Sacudo la cabeza ante la voz de Dasha, pero se sienta junto a mí, arrebatándome la botella para que la mire—. No me mientas.

—Eres muy molestosa.

—Tu también lo eres —me recuerda, sonsacándome una sonrisa—. Lo has sido toda tu vida y aquí estoy, soportándote.

—Te pagan por hacerlo.

—¿Desde cuando lo sabes? —bromea, empujando un poco mi brazo—. ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

—Quiero ir a la finca.

Hace una mueca y esa es mi respuesta. No puedo salir si mi mamá no lo autoriza, pero mi mamá no ha estado por aquí hace un tiempo. No he visto a Marcello tampoco y Dasha solo me dice «pronto» cuando le pregunto, como si eso fuese una respuesta.

Sí, lo es, pero no es la que espero escuchar.

—¿Esto es por la pelea con Massimo?

—No fue una pelea —me quejo—. Pero tiene razón, no volveremos a jugar porque siempre creerá que soy una tramposa y que no juego limpio.

—Creaste fama, Aleska.

—¿Y qué? —la enfrento—. Existe algo que se llama «resocialización» y yo ya cumplí mi pena al tener que soportar el peso de que me dijera tramposa de mil formas distintas. ¡Hasta le pedí disculpas!

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora