Kenzo
—Y por favor, cíñete a la verdad.
Tenía dos opciones; matar al Sacerdote o dar rienda suelta a mi inteligencia para salir de el problema que se me avecinaba.
—Provengo de una familia atea,—asintió y se cruzó de brazos aún sin apartar la mirada—soy el único en ella que desea realmente conocer y...—tuve que tragar duro para continuar con aquella mentira—seguir la palabra del Todo Poderoso.
Antes de que pudiera continuar, la puerta se abrió después de dos toques. Jane se encontraba parada detrás de la puerta con la vista fija en el Sacerdote, no sabía si no se había percatado de que estaba allí o si simplemente no le interesaba lo más mínimo mi presencia.
—Sacerdote Marcos, ha habido un problema con la selección de alimentos y requieren de su ayuda.
—Está bien Jane, ahora mismo iré.—El hombre se frotó la sien y suspiró. —Mientras tanto señorita Mitchell, hágale compañía al joven en lo que zanjo el problema—el hombre canoso, antes de salir del despacho, añadió—. Si me demoro mucho en volver, recuerda que tenemos una charla pendiente—habló dirigiéndose a mí.
Salió dejándome con la chica y dejando un silencio en la estancia. El Sacerdote nos dejó a ambos en un silencio sepulcral. Jane no apartaba la mirada de mi y yo tampoco lo hacía. La tensión en el cuarto era palpable.
—Me has estado siguiendo.
Me hice el sorprendido y negué con la cabeza.
—Por supuesto que no.
—No era una pregunta, era una afirmación.—Soltó mordaz— ¿Qué es lo que quieres?
Sonreí irónicamente y me levanté de la silla quedando frente a ella.
—¿No crees que estás siendo demasiado ególatra para ser una monjita de pueblo? Tal vez la que me ha estado siguiendo eres tú, ¿Qué pensará el Sacerdote cuando le diga que su discípula ejemplar tiene complejo de acosadora?
Mis palabras parecieron no causarle ningún efecto negativo, ya que en vez de enfadarse sonrió y se acercó hasta la mesa del despacho, apoyó sus manos en él y me miró alzando una ceja y habló.
—Dudo que tome en cuenta algo de lo que un ladrón como tú tenga que decirle.
Me aparté de ella y le di la espalda suspirando.
—No sé de que me hablas, yo no he robado nada.—Fruncí el ceño mientras me levantaba para pasar por su lado y asomarme por la ventana.
—Puede que los vecinos e incluso el Sacerdote no se hayan dado cuenta, pero será cuestión de tiempo que noten que faltan fondos de la urna, o que las joyas de la iglesia no están donde deberían.
Sonreí burlón y la miré de reojo.
—¿Y qué vas a hacer? Aunque corras por todo el pueblo a acusarme, sin pruebas no te creerá nadie.
Escuché como se acercaba a la ventana y hablaba detrás de mí.
—¿Quién ha dicho que no tenga pruebas, ladrón?
Di un último vistazo a la ventana para comprobar que no hubiera nadie que pudiera ver lo que haría a continuación.
Me giré y le agarré del cuello empleando un poco de fuerza, la presioné contra la ventana pegando mi cuerpo al suyo. Como reflejo intentó sujetarme de las muñecas para aflojar el agarre, pero fue un intento en vano ya que apreté todavía más para que se estuviera quieta.
—Escúchame bien monjita, no le intentes buscar las cosquillas a quien no debes,—su rostro cambiaba de color y sus manos intentaban con desespero hacer que la soltara—mantente alejada de mi y no te interpongas en mi camino si no quieres reunirte con tu Dios antes de lo que deberías.
En cuanto la solté se desestabilizó y se apoyó en el marco de la ventana para no caer al suelo. La miré mientras tosía y agarraba su garganta intentando recuperar el aire.
Sonreí y me acomodé la camiseta mientras abría la puerta para salir de la oficina.
—Vete al infierno— murmuró.
—Nos veremos allí entonces.
***
Dejando de lado el inconveniente con la sobrina de Ophelia, tenía que resolver lo antes posible el asunto con el Sacerdote. La verdad es que el homicidio seguía rondando por mi cabeza, pero me temo que esa tendría que ser mi última opción.
<<Vamos Kenzo, te las has visto en peores.>>
Esta situación me iba a volver loco. Si no encontraba rápido una solución todo podría irse a la mierda en cuestión de segundos.
—¡Joder!—Maldije mientras pateaba una farola haciendo que esta se apagase.
Unos latidos hicieron eco en mis oídos. Levanté la cabeza y vi a la pecosa observándome con una mueca en los labios.
Jane estaba parada debajo de otra farola. ¿Tan concentrado estaba que no me había dado cuenta de su presencia antes?
—¿Qué parte de mantenerte alejada de mí no has entendido?—Espeté molesto mientras me sentaba de nuevo en el banco.
Ella seguía ahí de pie sin emitir sonido.
—No recibo ordenes de nadie. Y mucho menos de un ladrón como tú.—Contestó terminando con el silencio.
—No recibes ordenes de nadie pero si tu Sacerdote te dice rana tú saltas ¿verdad?—Levanté la cabeza sonriendo arrogantemente esperando que mis palabras por fin lograran molestarla.
En cuento vi su rostro pasar de la impasividad al enfado supe que había dado en el clavo mencionando ese tema. Pero mi alegría no duro mucho.
—Tu intento de hacerme enojar es deplorable. Pensé que la persona que robaba en la iglesia y al Sacerdote sin que nadie se diera cuenta era más inteligente. Pero veo que sufres de algunas carencias.—Sonrió mientras caminaba para sentarse en el banco donde antes estaba sentado.
Rodé los ojos y me frote la cara. Ahora mismo no tenía tiempo para esto.
La vi con el ceño fruncido y con la poca paciencia tintineando en mí. Me forcé a no cometer una locura y caminé alejándome de allí.
Escuché como se levantaba del banco.
Gruñí. Me giré encarándola mientras contenía mis ganas de volver a estrangularla.
—Exactamente, ¿qué mierda quieres de mi?
Sonrió del mismo modo que lo hice yo cuando intentaba enojarla. Se acercó a mí y me miró detenidamente.
—Esa fachada de hermano de la caridad que te has encargado en pulir, puede que funcione con la gente del pueblo y con el Sacerdote, pero conmigo no te resultará tan fácil.
La miré atónito sin saber muy bien qué contestar.
—¿Por qué te importa tanto que la gente piense si soy bueno o no?—Contesté intrigado por la respuesta.
—¿Por qué quieres que la gente piense que eres bueno?—sonrió ladina con arrogancia—¿Tienes algo que esconder?
<<¿Me estaba retando?>>
Nuestros ojos se hundieron en una batalla de miradas. Ninguno apartó la vista de los orbes del contrario. Jane giró sobre sus talones y caminó hacia el lado contrarió al que yo me dirigía. Veía como su pequeña figura desaparecía entre la oscuridad de la noche alejándose de mi. Sin duda, el problema con el Sacerdote había pasado a segundo plano.
ESTÁS LEYENDO
Avaricia [#1 Pecados ]
Teen FictionKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...