Capitulo 12

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Jane Mitchell

—No puedes llevártela a la ciudad Louis, por el altísimo ¡piensa con claridad!

¿Tía Ophelia?

—Esa es mi última decisión, en cuanto se encuentre totalmente estable nos iremos de aquí.

Silencio.

—Entonces correrás el riesgo de que descubra la verdad.

—No lo hará.

—Sabes que Jane siempre fue muy curiosa, es cuestión de tiempo que termine descubriendo la verdad por su  propia mano.

—He pagado mucho para que desapareciera de nuestras vidas, borré cualquier posible rastro que ella pudiera dejar en la vida de...

—Papá—.Conseguí abrir los ojos con dificultad adaptándome a la intensa luz que había en el cuarto.

Papá y Tía Ophelia callaron en cuanto me escucharon.

—Janie,—mi padre casi corrió para agarrarme la mano y acariciar mi cabeza con cariño—¿Cómo te encuentras cielo? Nos tenías muy preocupados.

Habló atropelladamente.

Sonreí cerrando los ojos.—Te he echado de menos.

Sonrió y limpió una lágrima que se le había escapado.

—Te prometo que esta vez será diferente cielo, estaré aquí con vosotras hasta que te recuperes y después vendrás conmigo a la ciudad.

No. No podía irme.

Sentí como me empezaba a faltar el aire. Si me iba ahora no podría cumplir con mi cometido y él me había dejado muy claro cuales serían las consecuencias que tendría si rompía el acuerdo. Acabaría con todos mi seres queridos delante de mi. No podía permitir eso, eso no... no podía.

—Jane respira, tranquila.

—N-no me quiero ir papá,—sollocé intentando sentarme—no puedo irme, n-no quiero irme por favor, quiero quedarme en Fixon, no me quiero ir.

Papá me miró extrañado y me acarició la mejilla.

—Tranquilízate por favor Jane, está bien, hablaremos de esto en casa, pero tienes que calmarte.

Asentí mientras me volvía a recostar en la camilla. Miré a la ventana sintiendo como la mano de mi padre acariciaba mi cabello calmándome como lo hacía cuando era pequeña. Mis ojos cayeron en mi tía. 

Me miraba con el semblante serio, con los brazos cruzados y analizándome con esos fríos ojos azules. Ya estaba acostumbrada a que me mirara de esa forma, como maldiciendo que acabara con el futuro tan exitoso que tenía mi padre en cuanto supieron que yo venía en camino. Jamás lo diría, de eso estaba segura, tenía que seguir manteniendo esa fachada de tía amorosa frente al pueblo. Pero ambas sabíamos lo que en verdad se le pasaba por la cabeza cuando me miraba; ella veía a mi madre, quien nunca fue santo de su devoción por no ser creyente, pensaba que sería igual a ella y se encargaba de amoldarme para que fuera la viva imagen de ella y mi padre.

—¿Qué hacías fuera del culto para jóvenes a esas horas?—Preguntó duramente.

No supe que contestarle, ni si quiera me había parado a pensar en una escusa convincente para desviar la atención.

—Q-quería tomar un poco el aire—susurré.

—¿A dónde?—Soltó agresivamente.

—Basta.—Cortó mi padre.

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora