Capitulo 24

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Kenzo

A medida que me alejaba más del centro del pueblo, su olor era más intenso. 

Su rastro me llevó al acantilado. Allí estaba. Entre los árboles veía su silueta; estaba descalza mirando hacia el vacío y temblando. 

Intenté acercarme sin hacer ruido, no quería asustarla y que se precipitase hacia delante por ello. Cuando consideré que estaba a una distancia lo suficientemente prudente la llamé casi en un susurro.

—Jane.

El sonido de su sollozo quedó grabado en mi cabeza.

—A-ayúdame—No apartó la mirada del acantilado. 

—Y lo haré monjita, pero necesito que me mires, tienes que girarte despacio y mirarme.—Di un paso hacia ella mientras estiraba la mano.

—¡No!—sus pies dieron un paso hacia delante, si daba otros tres caería.—S-si te acercas, saltaré.

Mi pecho comenzó a subir y a bajar erráticamente de los nervios.

—No saltes Jane.

—Dijo que y-yo...Si t-tú te acercas tengo que saltar. No quiero morir Kenzo.

La había obligado, entró en su cabeza y le dio la orden de saltar si me acercaba a ella para ayudarla.

—Escúchame...

—No me quiero morir, no me quiero morir, no quiero...—comenzó a murmurar repetidas veces temblando y aumentando sus sollozos.

Si me acercaba iba a saltar, Jane no aguantaría una caída al mar así. Se ahogaría en el momento en el que las olas la arroyaran. Tenía que hacer algo, tenía que salvarla.

—No te vas a morir, confía en mí.

Jane giró un poco su cara y pude ver su nariz y mejillas rojas por el frío y el llanto; de sus ojos verdes no dejaban de brotar lágrimas que descendían por su rostro sin control.

—Sácame de aquí por favor, por favor—suplicó.

Dio otro paso hacia adelante y me alarmé.

—No me he acercado a ti, no avances más.—El sudor frío comenzaba a descender por mi espalda.

—No lo estoy haciendo yo, te lo juro.—Él estaba aquí y estaba presenciándolo todo.

Dio otro paso más haciendo que las piedras del filo del acantilado cayeran poco a poco. Mi cuerpo comenzó a temblar. Si no la agarraba ahora caería.

—Está bien está bien—aparté los mechones de mi frente y respiré hondo—, voy a dar hacia atrás ¿vale?—le avisé.

—¿Qué?, ¡No,no,no, no te vayas no me dejes aquí!—su llanto aumentó.

—No te voy a dejar Jane, pero necesito que confíes en lo que voy a hacer ¿vale?—no contestó, continuaba llorando y a mí se me estaba acabando el tiempo—Monjita—la llamé—¿Confías en mí?

Dejó de llorar y me miró a los ojos. Asintió.

Sonreí aliviado.

—Vale, muy bien Jane. Vamos a hacer lo siguiente, solo tienes que...

Mis palabras fueron cortadas por el estruendoso ruido del filo del acantilado partiéndose en dos. Todo pasó a cámara lenta para mí. La cara de horror de Jane me perseguiría por la eternidad.

—Kenzo—aún a la distancia a la que estaba escuché como susurró mi nombre .

—¡No!—grité mientras corría hacía la parte dónde había caído la pecosa.

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora