Jane Mitchell
Caminó hacia mí con los mismos aires de superioridad plasmada en su rostro. Ahora adaptaba su forma a la de un hombre de estatura media.
Mis ojos ardían dolorosamente de tanto llorar, seguramente los tenía irritados. Seguía en el mismo sitio, como el primer día, echa un ovillo. Varias botellas de agua estaban a mi alrededor, todas estaban vacías a excepción de una.
Llevé las rodillas a mi pecho y entrelacé mis brazos ahí. Mis manos temblaban pero ya no sabía si era debido al frío o al miedo que nunca abandonó mi cuerpo.
Se paró delante de mí; viéndome y analizándome con la mirada, como si fuera lo más interesante dentro de aquella oscura cueva.
Ya había perdido la fe, ni si quiera recordaba el día en el que dejé de rogar al Misericordioso por mi vida. Sentía que de nada servirían mis plegarias.
—Tu chico está haciendo un desastre allá fuera,—hizo un gesto con la cabeza señalando al exterior—ha matado a veinte demonios de todas las clases.
No lo miré, no soportaba verle a la cara, ya no sabía si era real o una pesadilla.
—Descontrolado, con sed de sangre y violento. Ese es el Kenzo que Lucifer crio y creó.
Se agachó y ladeó mi rostro haciendo que quedara mirando a un lado del frío lugar.
—Mhmm—torció su boca y frunció el ceño—ese golpe no tiene buena pinta—dijo—.A Kenzo no le va a gustar nada.
Tocó la parte golpeada provocando que siseara. Aparté su mano de un manotazo y carcajeó; se levantó y caminó hacia la salida. Desapareció durante unos minutos y regresó arrastrando algo.
Mis ojos se abrieron horrorizados y mis labios comenzaron a temblar, las lágrimas caían una seguida de otra. Me pegué más a la pared. Aún que quisiera, no era capaz de apartar la vista de lo que estaba viendo.
De su mano arrastraba el cuerpo de un ser horrible, era grande y corpulento. Que lo arrastrara con facilidad como si el ser no pesara nada, no era lo que más me sorprendía de toda la situación.
El cuerpo dejaba un claro rastro de sangre, el olor era nauseabundo, tanto que tuve que cubrirme la nariz para evitar seguir oliendo aquel hedor.
Parecía que estaba muerto, hubiera creído que lo estaba de no ser porque después de lanzarlo a mis pies, se quejó expulsando sangre de sus fauces.
—Un clase uno.
No se movía, ni si quiera hacia el amago de levantarse o emitir algún otro sonido. No tenía cuernos, dos horribles agujeros ensangrentados ocupaban su lugar.
—Esto,—levantó la cara del demonio que tenía frente a mí —lo ha hecho Kenzo.
Tenía los ojos inyectados en sangre, su mandíbula colgaba y parte de sus dientes ya formaban parte del olvido.
—Kenzo siempre tuvo talento para la lucha cuerpo a cuerpo—explicó soltando la cara del repugnante y moribundo ser—, era rápido, astuto y tenía muy buenas bases.
Mi vista no era capaz de dirigirse a otro lado si no al casi muerto demonio. Mis lágrimas salían sin control de mis orbes. No traté de callar mis hipidos.
—Era difícil encontrar a un oponente que aguantara más de cuatro minutos con él.—Hablaba tranquilo—Era capaz de desmembrar a tres demonios de clase dos en un asalto, a TRES.—Enfatizó la última palabra.
No sabía por qué me estaba diciendo aquello. ¿Quería que le temiera? No lo hacia, no temí a Kenzo cuando entró en fase en el callejón de la iglesia, tampoco cuando supe lo que era ni cuando golpeó la pared justo detrás de mí enojado. Nuca temería a Kenzo.
—A medida que crecía, sus entrenamientos eran más duros y...—me vio de reojo y sonrió—mucho más sanguinarios—hizo una pausa y continuó—. Cada demonio que pasaba por sus manos moría sin sus cuernos, era la marca que Kenzo dejaba en sus víctimas para dejar en claro que había estado ahí.
Inspeccionó al demonio y extendió la mano hasta su pecho. La mantuvo ahí un periodo de tiempo y me miró.
—Debería terminar con su sufrimiento—dijo sin abandonar la seriedad—¿te gustaría hacer los honores?
Negué rápidamente ¿quería que yo lo matara? No podía hacer eso, no quería hacerlo.
Asintió mirando hacia otro lado—Me lo imaginaba.
Di un brinco en cuanto enterró sus manos en el pecho del demonio. La sangre caía por todas partes. Sacó la mano llevándose su corazón. Lo observó unos segundos y lo tiró hacia alguna parte que no quise ver.
Lo miraba horrorizada, temerosa. Mi mente no dejaba de divagar; ¿sería eso lo que haría con Kenzo? ¿Le arrancaría el corazón de esa manera tan vil?
Limpió los rastros de sangre de su mano en un pañuelo que retiró de uno de sus bolsillos. Mientras lo hacía no apartaba su vista de mí.
Sus ojos viajaron hasta el inicio de la cueva, como si estuviera escuchando o viendo algo que yo no alcanzaba localizar.
—Parece que el príncipe azul ha llegado a tu rescate—volvió la vista a mí y habló—Vamos a ponerle a prueba.
Se levantó y silbó haciendo que dos esbirros salieran de entre las sombras. Eran iguales que el demonio al cual había arrancado el corazón instantes atrás. Su cuerpo comenzó a contorsionarse y adoptó mi forma.
Se giró a mí y me miró sonriente.
—Dime ¿me parezco lo suficiente a ti?—preguntó, al ver mi cara horrorizada lo tomó como una afirmación—vamos—extendió ambos brazos y dejó que los horribles seres lo sujetaran por ahí.
Presencié la escena horrorizada. Tenía fe en que el rubio se percatara de que no era yo y que lo notara al instante. Pero pensé, fue capaz de simular ser el Sacerdote y nadie pareció percatarse de ello, engañó al pueblo entero sin levantar sospechas y me engañó a mí. Realmente ¿Kenzo sería la excepción?
Salió de la cueva bajo mi mirada, echó un breve vistazo hacia atrás e hizo una mueca, burlándose de mí.
—¿K-kenzo?
Tapé mi boca silenciando el llanto, su voz era una réplica exacta a la mía. Quería gritar, chillar y exclamar que no era yo, que había adoptado mi forma; pero de mi boca no salieron más que hipidos débilmente silenciados por mis manos.
ESTÁS LEYENDO
Avaricia [#1 Pecados ]
Teen FictionKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...