Jane Mitchell
Metí la llave por la cerradura con extremo cuidado. Ya eran pasadas de las doce. Subí las escaleras con la luz apagada y entré a mi cuarto.
Me tiré en la cama y cerré los ojos suspirando. Todavía no podía creer todo lo que estaba sucediendo; sabía lo que era Kenzo, pero verlo en aquella especie de transición me dejó completamente helada, sin palabras. La menara en la que brillaban sus ojos en ese tono amarillo tan llamativo hizo que por poco me olvidara como respirar; la manera en la que sus anchos hombros aumentaban por minuto era fascinante. En el momento en el que se acercó a mí, sentí mis piernas flaquear, tenerlo tan cerca y hablándome con esa voz tan grave y fría hizo que cada centímetro de mi cuerpo se agitara.
Llevé la mano a mis labios para después gemir de dolor al tocar la herida que se había creado en el momento que lo mordí en el callejón de la iglesia. Me había echo daño, sí; pero no sé lo que hubiera sucedido si en vez de morderme el labio hubiera cedido a mis impulsos en aquel momento.
<<Definitivamente, había algo mal en mí.>>
Me quité la ropa y me puse el pijama que solo consistía en una camiseta ancha y unos pequeños pantalones. Encendí las velas y las puse en las ventanas como lo hacía todas las noches, bajé las persianas y abrí las sabanas para sentir el calor de estas.
Di vueltas y vueltas pero no conseguía conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos solo veía a Kenzo en aquel estado, sonriéndome con arrogancia y tendiéndome la mano. No dejaba de escuchar como me llamaba monjita con aquella voz tan grave y profunda...
Odiaba la manera en la que se dirigía a mí, como si supiera exactamente como hacerme enojar con tan solo una frase...Aquellos aires de superioridad que emanaban en él eran realmente lo que más podía enojarme de su actitud...La manera en la que me llamaba monjita...
Bajé mi mano hasta llegar al elástico de mi ropa interior, jugueteé un poco con este hasta que me decidí por meter la mano al completo.
Monjita.
Mi dedo jugó con mi clítoris mientras soltaba gemidos que intentaba ahogar mordiendo los labios. Moví las caderas para seguir autocomplaciéndome; sentí como los flujos iban saliendo desde mi interior manchando mi ropa interior. Metí un dedo e inhalé complacida.
Monjita.
Lo metí y saqué repetidas veces sintiendo como el líquido manchaba mi dedo. Continué con los movimientos de cadera acompañado de suspiros satisfactorios. Metí el segundo dedo cerrando los ojos con fuerza visualizándolo a él.
Monjita.
Sentía como mi piernas comenzaban a temblar, aumenté la velocidad tanto con las caderas como con los dedos dentro de mí. Mi respiración se volvía cada vez más agitada hasta que cerré los ojos con fuerza como un acto reflejo cuando me sentí explotar por dentro. Tapé mi boca con la mano que tenía libre para ahogar el gemido final. me temblaron las piernas unos segundos y me sentí ida después de eso.
—Por el Altísimo—jadeé.
Esto no se podía volver a repetir.
***
—¿No desayunas?—Preguntó tía Ophelia.
Estaba a punto de salir por la puerta cuando me interceptó detrás de mi.
—No, gracias. Nos vemos para la hora de comer.
Enarcó una ceja y asintió.
Antes de abrir la puerta de fuera me giré de nuevo hacia ella.
ESTÁS LEYENDO
Avaricia [#1 Pecados ]
Teen FictionKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...