Capitulo 39

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Kenzo

Se giró al escuchar mi voz.

Caminó hasta mi y me abrazó, no le devolví el abrazo.

—Solo quería pasar a saludar, ¿te molesta que viniera sin avisar?—preguntó con sus brazos aun alrededor de mi cuello.

—No me molesta Jezabel, pero ahora no es el mejor momento.

Caminé hasta el baño para mojarme un poco la cara. Aún seguía enojado por todo lo sucedido anteriormente. No podía sacarme el rostro enfurecido y decepcionado de Jane de la cabeza y eso me molestaba.

Sentí el calor del enojo subirme desde la espina dorsal, me quité la sudadera y camiseta como si eso ayudara a que me relajara.

Abrí el grifo de nuevo y mojé mi cuello y frente. Escuché como Jez abría la puerta del baño y me miraba desde el espejo sin acercarse demasiado.

—¿Te encuentras bien?

La miré unos segundos con el ceño fruncido y asentí, apoyé las manos en el borde del lavamanos y apreté con fuerza. Mis venas se marcaban en mis brazos y parte de mi cuello. Me resultaba imposible tranquilizarme.

—¿He hecho algo que te ha molestado?—preguntó cautelosa, se acercó un poco a mí pero todavía no se atrevía a tocarme.

—No tiene nada que ver contigo.—Dije tajante.

Eso no pareció ser suficiente para que se fuera, se acercó y una de sus manos se apoyó en la mía mientras que la otra brindaba caricias a mi espalda descubierta.

—Está bien si no quieres contarme lo que te pasa,—dijo besando mi hombro derecho—solo quiero que sepas que si necesitas cualquier cosa puedes hablar conmigo—sus ojos avellana chocaron con los míos en es espejo.

No sabía como gestionar todo lo que sentía en aquellos momentos. Parte de mi cabeza era ocupada por Jezabel, por todos los momentos que pasamos y lo reconfortante que me hacía sentir su compañía y la increíble química que teníamos juntos; la otra parte de mí le pertenecía a Jane. Sus gestos; su mirada, su forma de hablar, la manera en la que actuaba. Era como si todo aquello se hubiera grabado a fuego en mi piel y aunque quisiera y tratara de borrarla de mi mente, no podría hacerlo. No podía borrar de mi mente a ninguna de las dos.

La mano de Jez dejó de acariciar mi mano para abrazarme desde atrás. Sentía como trataba de transmitirme tranquilidad y calma con el calor de estas, pero era inútil.

—Estás tan tenso—murmuró desde atrás, sus manos acariciaban mi torso—, no sé exactamente qué es lo que te tiene así pero lo solucionaras—hizo una pausa—,lo solucionaremos.

Me giré hacia ella aún si emitir palabra. Envolví mis brazos en su pequeño cuerpo, la acción pareció sorprenderla pero no me alejó. Acariciaba mi espalda y me decía que todo estaría bien. 

Nos mantuvimos en esa posición unos cuantos minutos más hasta que me alejé de ella. 

Mis manos subieron hasta sus mejillas.

<<¿Cómo había llegado hasta esto?>>

Jez tomó la iniciativa de dar el primer paso y me besó. A diferencia de las demás veces, aunque el beso fuera lento me costó seguirle el ritmo. Mi mente repetía una y otra vez el rostro de la pecosa en bucle.

Me separé de ella. Ya no podía seguir con esto. No podía seguir fingiendo que me había decantado por una de ellas cuando todavía seguía igual de confundido como cuando me di cuenta de lo que pasaba conmigo. 

Las primeras veces que la monjita se colaba en mi cabeza cuando estaba con la morena solo lo asocié a la evidente atracción física que sentía por ella. Cuando ese suceso se repetía más de lo que me hubiera gustado comencé a pensar si realmente solo se trataba de atracción sexual.

No era imbécil, sabía perfectamente que era lo que me pasaba. No iba a engañarme a mí mismo. 

Era frustrante la manera en la que pasaba tiempo con una mientras pensaba en la otra; besar a Jez y desear que fuera Jane, pasar tiempo con Jane y pensar en estar con Jez. Ya me había roto los nudillos desquitándome con el tronco de algún árbol. Ser alguien que siempre tiene el control de todo y no saber con certeza ni si quiera cual de ellas me gustaba más me hacía temblar de la rabia. 

Debía mantener las distancias con ambas, ahora más que nunca. Sabía que no era el momento, pero a partir de mañana dejaría de relacionarme con Jez. Las dos me odiarían, puede que una más que la otra, pero estaba bien con eso. Al menos cuando me fuera, no tendría que preocuparme de una despedida complicada.

—Es mejor que me vaya y te deje descansar—susurró—llámame si necesitas algo.

Asentí sabiendo que era mentira. 

Besó mis labios en forma de despedida y se marchó, escuché como la puerta del cuarto se cerraba.

Me froté la cara frustrado. 

Enfocaría todo lo que sentía en reunir fuerzas y canalizar toda la rabia que sentía.

Me miré al espejo una vez más, solté una risa amarga mientras apretaba los puños. 

—Te lo dijo—gruñí viendo mi reflejo—, los sentimientos solo te frenan y entorpecen.

<<Como me jodía darle la razón al viejo.>>

Di un puñetazo al espejo dejando caer los fragmentos de este por todas partes, mis nudillos ensangrentados hicieron un desastre en el lugar. Seguía preguntándome cómo había llegado a eso, hasta esa situación. 

—Si tan solo los hubiera frenado,—musité mientras recordaba lo sucedido en el campo de entrenamiento—si no me hubiera dejado provocar.

Los gritos de mis hermanos discutiendo unos con los otros abordaron en mí; Nicklaus y Elijah destrozaban el puente levadizo y las murallas con su enfrentamiento, Hainess quemaba y arrasaba con todas las moradas del reino a una velocidad con la que jamás habíamos contado. Todo era un auténtico desastre.  

<<Yo tenía que frenarlos, yo; el heredero al trono y primogénito, el hermano mayor.>> 

Ni si quiera supe en que momento me encontraba saqueando todas las joyas del reino y destrozando todo aquello que me estorbaba. Fue nuestra perdición. 

No saber controlarnos, fue nuestra perdición.

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora