Capitulo 37

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Kenzo

Me escondí entre la oscuridad del lugar, aguardando a que llegar a quien esperábamos. No tardó más que unos pocos minutos en aparecer. Se había presentado en una silueta esbelta y delgada. Jane llamaba por mi mientras el demonio todavía no había hablado.

<<Aguanta un poco más monjita>>

Te ha dejado aquí—dijo.

Los hombros de Jane comenzaron a temblar, estaba llorando.

Te ha dejado aquí, porque no le importas—caminaba aproximándose a la monjita lentamente.—A nadie le importas—continuó.

El llanto de la castaña era cada vez más intenso, llamaba por mí suplicando que fuera por ella.

No vendrá a por ti, nadie vendrá a por ti.

<<Suficiente.>>

Salí de entre las sombras y caminé sigiloso, evitando que el Tormentum se diera cuenta de que estaba ahí.

Te ha dejado sola e indefensa—apretaba mis puños caminando cada vez más pesadamente, no debí dejar que se acercara tanto a ella—no volverá.

Sus  frías, delgadas y casi esqueléticas manos solo la tocaron unas fracciones de segundo. El hecho de que la hubiera tocado me enfureció en demasía. Escuchar como la monjita gritaba aterrada solo fue el detonante de mi rabia.

Una vez estuve detrás de él, le agarré del cuello y mandé una fuente de calor a mis manos para abrasaran esa zona mientras lo alejaba de Jane.

Me separé lo suficiente como para que ella no tuviera que ver ni escuchar lo que sucedía a partir de ese momento.

El Tormentum soltó un quejido en cuanto lo lancé a una roca entre la oscuridad. Se levantó recuperándose del golpe y gruñó; se levantó dispuesto a atacarme hasta que me vio.

—Mi señor—susurró en su forma natural—,creí que vos... todos pensaron que...—caminó hacia mí. 

Hice que mis ojos brillaran y caminé hasta él—Póstrate ante tu Rey.

Se dejó caer al suelo de inmediato mostrando su verdadera y repugnante apariencia. Cuando estuve lo suficientemente cerca de él, le agarré uno de los cuernos que sobresalían de su cabeza y tiré de él hacia abajo.

—¿Quién te envía?—Pregunté haciendo presión en él para que su cabeza tocara el suelo.

Siseó algo que no logré entender.

—¡Contesta!

—No puedo mi señor—replicó—tengo ordenes estrictas para...

Lo levanté del suelo e hice que mirara el amarillo de mis ojos. Traté de mantener la calma y no emocionarme de más. No podía matarlo antes de que me dijera lo que quería saber.

—¿Estás poniendo resistencia a una orden, del Rey?—Partí el cuerno que sujetaba con mi mano haciéndolo añicos.

Gimió de dolor y retrocedió hasta chocar con la roca dónde minutos atrás lo había lanzado.

—P-por f-favor mi señor, clemencia. S-solo sigo órdenes de...

—Di su nombre—caminé hasta él.

La sensación de poder que sentí en ese momento fue fascinante. Verlo temblar del miedo con cada paso que daba, la manera en la que cubría su cara para no verme era... Grandioso. 

Extrañaba el efecto que tenía mi mera presencia ante alguien inferior. 

—Clemencia mi señor.

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora