Kenzo
Sentí unas pisadas detrás de mí. Mis ojos no apartaban la vista del calcinado cuerpo de Behemoth.
Unas pequeñas y temblorosas manos agarraron mi brazo y se envolvieron en él. Llevé mi mano hasta la contraria y la apreté en mí.
—Se ha terminado—murmuré—, está muerto.
Giré la cabeza para mirarla; sus ojos, al igual que los míos segundos antes, no alejaban la vista de lo que restaba del cuerpo. Su semblante no tenía expresión, no obstante, tenía lágrimas en los ojos y la nariz roja.
Con mi mano giré suavemente su mentón para que me mirara. En cuanto sus ojos se clavaron en los mismos, sentí que podía volver a respirar.
Ella fue quien tomó la iniciativa para acercarnos. Sus manos subieron hasta mi cuello y de ahí me atrajo hasta ella para hundirnos en un abrazo que ambos necesitábamos.
La apreté a mí, estreché su pequeño cuerpo contra el mío. Eso era lo que había estado necesitando durante todos esos días sin saber de ella; olerla, mirarla y escuchar su voz. Con eso tenía suficiente.
Sus brazos se pegaron a mi cuello y hundió su rostro en el hueco de este. Sus uñas se clavaban en mí, evitando que aun que quisiera, que no era el caso, me alejara de ella.
—Lo siento—murmuré contra ella rogando por que escuchara la disculpa—, lo siento tanto Jane.
Ella negó si separarse de mí.
—No digas nada más—dijo ahogando un sollozo.—Solo...quédate conmigo.
Sabía a lo que se refería, los dos lo sabíamos.
No sabía cuanto tiempo habíamos durado así, abrazados y pegados uno contra el otro. Finalmente, nos levantamos para abandonar aquel lugar.
El sol emergía y el frescor de la mañana azotaba nuestras pieles.
En cuanto ella se puso de pie, pasé uno de mis brazos detrás de su cabeza y el otro detrás de sus rodillas. Caminé con ella para salir del bosque.
Sus manos seguían aferrándose a mi camiseta rota y llena de sangre. Sabía que tenía miedo de que la volviera a dejar, solo quería asegurarse de que estaba ahí.
Me hubiera gustado decirle que no se preocupara, que no me movería de su lado y que no tenía planeado hacerlo; pero no podía. No podía prometerle algo así cuando no era verdad.
La miré mientras caminaba, estaba despierta. Podría apostar lo que fuera a que su cabeza estaba teniendo una batalla interna.
Mi cuerpo ya no estaba en fase. Mis huesos dolían y sentía como mis costillas y el resto de heridas de mi cuerpo tardaban en curarse.
Había agotado todas mis fuerzas en aquella pelea, en el proceso de encontrarla y al enfrentarme a aquellos demonios de diferentes clases. Podía notar como mi cuerpo me pedía un descanso, que en cualquier momento me desplomaría en el suelo y me desmayaría; pero no estaba arrepentido de ello.
Porque al final, tenía a la persona que me había vuelo loco en todos los sentidos entre mis brazos, respirando, y ahora sí, alejada de cualquier peligro.
—No sé que le voy a decir a mi padre—susurró.
No dejé de caminar.—No pienses en eso ahora. Estás cansada.
—Me van a hacer un millón de preguntas y yo no voy a saber qué contestarles—hundió su cabeza en mi pecho y respiró hondo.
—Enfocarán toda su atención en el jodidamente ardiente chico que te lleva en brazos, pasarás a segundo plano.
Sacó su cabeza de mi pecho y me miró, poco a poco una sonrisa se curvó en sus labios y sentí mi pecho arder. Aparté la vista de ella y sonreí.
—Idiota—murmuró.
Vi la vaya que separaba el bosque del otro lado de la carretera, crucé y caminé hasta llegar al pueblo aún con Jane en brazos.
Cuando pasamos el cartel donde estaba escrito <<Aquí comienza Fixon>> ambos suspiramos y nos miramos a los ojos sabiendo la que se nos venía encima.
Las pocas personas que caminaban por el pueblo a tan temprana hora, nos miraban atónitos y descaradamente.
Jane temblaba entre mis brazos de nerviosismo. Su corazón latía agitado y casi podía esuchar su mente cavilar.
Su casa era completamente visible desde el punto donde nos encontrábamos. La miró y me pidió caminar.
La dejé en el suelo con cuidado y entrelacé nuestras manos mientras ella seguía viendo su casa con temor.
—Puedo ir contigo si sientes que no estás preparada para afrontarlo—dije dando leves caricias con mi pulgar en nuestras manos.
Ella suspiró y miró nuestras manos, sonrió nerviosa y me miró negando—No sé qué voy a decirles.
Las lágrimas resbalaban por sus mejillas y me veía asustada.
—Abrázales—dije seguro—,solo hazles saber que estás en casa y bien—aparté un mechón de su frente—puede que notes a tu padre un poco diferente—dije mientras recordaba el pálido rostro de Louis y las notables ojeras en sus ojos.—No se pierde a una hija todos los días.
Traté de bromear para calmar el ambiente.
Ella asintió y se acercó a mí sin apartar la vista de mis ojos. Apretó el agarre entre nuestras manos y habló.
—En cuanto solucione todo iré a verte—aseguró—solo...Tú no te...
No terminó la frase.
Sabía a que se refería, y agradecí que no terminara de hablar. Yo tampoco estaba preparado para afrontar lo que vendría en breves.
—No lo haré.
Cuando se aseguró de que lo decía enserio, deshizo nuestro agarre y caminó hasta su casa. Se abrazó a si misma en cuanto llegó a la puerta. Antes de tocar el timbre, miró hacia mi rección.
Le di una pequeña sonrisa y esperé a que le abrieran la puerta.
Cuando esta fue abierta, Jane se quedó paralizada, Ophelia salió hasta el porche y tocó sus mejillas con las manos temblorosas. Rápidamente la estrechó entre sus brazos y Jane imitó la acción mientras ambas lloraban. La mujer comenzó a llamar a Louis haciendo que Jane entrara dentro de su hogar.
Todavía me quedé unos minutos mirando en aquella dirección.
Todavía tenía aquella pequeña espina clavada pensando en si haría bien dejándola sola de nuevo. Disipé esos pensamientos.
No, él estaba muerto, ya no habría nada que pudiera lastimarla.
Miré al suelo y me di la vuelta para caminar hasta el albergue.
Tardé más de lo que me hubiera gustado llegar; en cuanto puse un pie dentro, la noticia de que Jane había regresado ya estaba en boca de todas las personas de allí. Subí las escaleras cansado y esquivando a la gente que bajaba como loca sin creer la noticia. Abrí la puerta y la cerré con llave.
Ni si quiera llegué a la cama. Mi cuerpo ya se había desplomado en el suelo. Mi vista se volvió borrosa y todo me daba vueltas. Poco a poco sentía el peso de mis párpados; todo se sumió en un silencio abismal. Ya no escuchaba las voces de las personas fuera de mi cuarto, solo escuchaba los latidos de mi corazón lentos y casi sin fuerza. Cerraría los ojos un instante...Solo para recuperar energía.
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Avaricia [#1 Pecados ]
Teen FictionKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...