Capitulo 7

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Kenzo

Eran exactamente las nueve y media de la mañana. Todos los habitantes de Fixon deberían encontrarse en la iglesia, incluidas las Mitchell.

Cuando llegué a la casa miré a mi alrededor si algún vecino se encontraba por los andares y aunque era casi imposible que algún habitante de aquí se saltara la misa, especialmente la de la mañana, no era imposible. Después de asegurarme de que el vecindario estaba vacío, observé si la puerta tenía alguna rendija o alguna ventana alrededor por la cual me facilitara la entrada.

Para mi mala suerte, todo estaba perfectamente sellado. Las ventanas y puerta cerradas con seguro y mi paciencia a punto de agotarse. No podía romperla y ya,  haría ruido y no era conveniente agitar de esa forma al pueblo. Una idea apareció por mi mente.

Ophelia Mitchell era la mujer más predecible que había conocido en mi vida, ese tipo de personas son las más fáciles de leer. Y normalmente las personas así de predecibles y comunes, ¿Dónde suelen dejar la llave de repuesto? Porque evidentemente tendría llave de repuesto.

—Debajo de la alfombra—sonreí—.

Bingo.

Efectivamente había una llave debajo de esta. La cogí y la introduje en la cerradura de la puerta. Nada más entrar un olor a lavanda atacó mis fosas nasales. 

De frente había unas escaleras que daban a la parte de arriba. A mi izquierda estaba la cocina, bastante espaciosa a decir verdad y decorada con colores pasteles; a la derecha un pequeño salón con un sofá grande color verde, una televisión estándar y un piano. En los muebles solo había fotos de Ophelia y de gente del pueblo, algunas de Jane cuando era pequeña y unos rosarios.

Seguí caminando por el salón y me acerqué a una estantería en concreto. Estaba cerrada, una especie de vitrina de color blanco, tenía medallas y trofeos de todo tipo y fotos de un hombre con traje. Abrí la vitrina con cuidado y cogí una foto en concreto. El hombre sostenía a quien supuse que era Jane de pequeña. 

En esa foto la castaña tenía más pecas de las que tiene ahora y el cabello le llegaba a la cintura. Llevaba puesto un vestido rojo y una chaqueta del mismo color junto a unas botas blancas. En la foto salía sonriente mostrando todos sus dientes. El hombre en cambio; apenas tenía una mueca en la cara en un intento de sonrisa. Llevaba un jersey de color caqui con unos pantalones negros. Su pelo era rubio, casi tanto como el mío. Los ojos tenían un color castaño bastante claro y en su rostro no había pecas, lo que supuse que las habría heredado de su madre.

Tenía la foto, por lo tanto ya podía marcharme y abandonar el hogar de los Mitchell. 

Eso hubiera estado bien si mi curiosidad no se hubiera despertado en el momento en el que estaba abriendo la puerta para salir. Para cuando me quise dar cuenta ya me encontraba maldiciendo y subiendo las escaleras.

Al llegar al final de las escaleras y caminar apenas cinco pasos, tenía a la izquierda una habitación cerrada con llave. Justo en frente había un despacho con millones de papeles encima del escritorio, estanterías llenas de libros y una foto de Jesús enmarcada en la pared. Este despacho y más la habitación cerrada con llave debían pertenecer al padre de la chica. 

Al lado de la habitación del señor Mitchell justo casi al final, estaba el cuarto de Ophelia, la puerta estaba abierta de par en par. El cuarto era de un color amarillo que mareaba a la vista, la cama perfectamente echa y una foto de Jesús en la cómoda junto a una lámpara. Había mas fotos relacionadas con sus creencias que de sus propia sobrina. 

Y lo mejor para el final, el cuarto de la persona que podría mandar mis planes a la mierda con sus observaciones y astucia. El cuarto de Jane Mitchell.

Al entrar, un olor a vainilla me arropó al completo. Las paredes eran de color blanco, simulando la pureza y el orden. Tenía un escritorio junto a la ventana donde tenía fotos de ella y su padre, un ordenador y libros. La cama era bastante grande y tenía unos cuantos peluches decorándola. Cerca del inmenso armario empotrado tenía un tocador. Volví a mirar el gran armario. Tenía que reconocerlo, me picaban las manos por abrirlo y así lo hice. 

Me sorprendió lo espacioso que era por dentro y la cantidad de ropa que había en él. Había desde vestidos largos a vestidos con un corte estándar, pantalones y jerseys de todo tipo de colores, camisetas y sudaderas  holgadas y chaquetas. La parte de abajo del armario tenía zapatos elegantes, calzado para lluvia y de diario. Del otro lado  había una especie de estantería donde se veían varios estilos de pantalones y faldas. Y por supuesto, justo debajo, había unos cajones donde supuse que tenía la ropa interior. Iba abrirlo pero detuve mi mano a tiempo. 

<<Por Asmodeo ni que fuera mi hermano>>

Antes de salir hubo algo que llamo mi atención. Las puntas de una caja mal cerrada bajo su cama. 

Me agache y tiré de ella, se trataba de una caja con un color gris tenue mal cerrada, la saqué y vi el contenido de esta; unas plantas ya quemadas a las que en el Infierno llamamos Mata Demonios, velas con aroma a vainilla y velas espirituales.  En la tapa de la caja había una foto pegada, estaba por dentro. 

La foto consistía de una mujer con el cabello castaño oscuro, con unos grandes ojos verdes. Tenía todo el rostro cubierto de pecas y sonreía, su sonrisa se me hacía muy conocida, era igual a la de ella. Llevaba un jersey de cuello alto color naranja y un pantalón blanco.

Sin duda, era la madre de Jane. Cuando intenté coger la foto, algo quemó mis dedos haciendo que alejara la mano rápidamente. La misma razón por la que no había asistido a la iglesia, no me permitió tocar la foto. Agua bendita.

El día que acompañé a Jane a la iglesia y vi a aquella mujer pedir la oración mientras bendecía con agua bendita a los habitantes que ingresaban allí, supe que estaba jodido. Al igual que el resto de demonios, nosotros—mis hermanos y yo— no podemos soportar el agua bendita.  Apenas y nos puede caer una gota de ese líquido en alguna parte de nuestro cuerpo para que se queme esa zona. El proceso de curación es mas lento y doloroso que una herida normal.

Mis dedos se veían quemados y todavía no curaban.

¿Por qué Jane tendría una foto bendecida y con agua bendita? No había forma que supiera de mí, tal vez era típico de los creyentes, pero aunque así fuera, ¿acaso no debería estar bendecida también la foto que cogí? El único motivo que se me venía a la cabeza era que Jane estuviera en contacto con algún demonio o supiera que uno lo atormenta. Pero eso era imposible, me habría dado cuenta incluso si algún ente maligno había pisado esta casa, a no ser, que me superara en poder.

Tenía muchas preguntas, demasiadas a decir verdad, pero nadie podría responderlas al menos por el momento. Miré el reloj de la pared y ya daban las once. Mierda.

Me apresuré en dejar todo como estaba y en salir de la casa de inmediato. Dejé la llave donde la había encontrado y me metí en un callejón que había cera de la casa. Diez minutos después Jane y Ophelia ingresaban en su casa mientras la segunda hablaba sin frenos sobre algo. Jane mantenía la mirada perdida mientras sonreía cuando su tía volteaba a verla.

Jane despertaba en mí cada vez más el deseo en descubrir que escondía, porque había mas oscuridad a su alrededor y porque se me estaba haciendo tan difícil el sacármela de en medio.

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora