Capitulo 11

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Kenzo

Habían pasado dos horas desde que llegué con Jane en brazos. Localizaron a Ophelia y esta se había presentado inmediatamente minutos después junto con Jez y Dean. Me escondí nada más verles. 

No podría responder a ninguna de sus preguntas, empezando por el qué le había pasado.

Al parecer la mujer que había atendido a Jane era la madre de Jezabel. Eso explicaba la reacción que había tenido horas atrás. Me escondí en un despacho vacío que había cerca de la sala de espera. Nadie podría verme ahí y yo podría escuchar noticias de Jane en cuanto vinieran a informar a la familia.

—Familiares de Jane Mitchell.—Un señor de avanzada edad llamó la atención.

—Aquí,—Se levantó Ophelia—¿Cómo se encuentra mi sobrina?

—Estable, ahora mismo se encuentra descansando y con suero. 

Todos en la sala suspiraron aliviados, incluido yo.

—¿Qué le ha pasado? Por teléfono me han dicho que me lo explicarían aquí pero nadie me ha facilitado nada.—Reprochó la mujer.

—Ese tema es mejor...

Un hombre rubio canoso entró atropelladamente en el centro médico preguntando por Jane. Ophelia lo llamó y esté caminó apresurado hasta ellos.

—Louis, gracias al Altísimo estás aquí.—Abrazó a su hermano.

—¿Dónde está?, ¿Cómo se encuentra?—Preguntó sudando.

—Está bien señor, iba a proceder a explicarles lo que le había sucedido, si gustan acompañarme a mi despacho lo haré ahora mismo.

Louis iba a seguir al doctor hasta que Ophelia lo agarró del brazo deteniéndolo. Él se giró extrañado pero no deshizo el agarre.

—Puede hablarlo aquí.

El señor Mitchell frunció el ceño y se deshizo del agarre de su hermana lentamente.

—Ophelia, no.

—Louis.—Recriminó ella.

—Es de Jane de quién hablamos,—acotó—le sigo doctor.

Ophelia se cruzó de brazos mientras que Jez y Dean se tomaban de las manos.

Ahora que sabía que estaba bien, podría irme de allí en cuanto no hubiera riesgo de que me descubrieran.

***

Al llegar al albergue la reunión había terminado, todo estaba perfectamente recogido y la mayoría de los mortales se encontraban en sus respectivos cuartos. No paraba de pensar en todo lo sucedido. 

No esperaba la llegada de Louis tan pronto, ni si quiera había reunido las energías suficientes para poder hacer otra experiencia extracorporal, por lo tanto tendría que acercarme de una forma u otra a esa familia. Había algo que no me dejaba pensar tranquilo y era en la sensación de estar siendo observado desde el momento que salí del parque con Jane en brazos. Recordé la presión que se presentó en mi pecho cuando me había acercado a ella pero dadas las circunstancias en las que me encontraba ni si quiera me había afectado, al menos no como lo hacía ahora.

Ya eran pasadas de las doce y media, pero seguía sin poder conciliar el sueño. Decidí meterme en la ducha, una ducha con agua fría tal vez podría hacer que me despejara un poco la mente.

Cerré la puerta del baño de mi cuarto y comencé a despojarme de la ropa comenzando por la sudadera que llevaba puesta. Al meterme dentro del plato de ducha, dejé que el agua callera encima de mi cabeza mojándome el cabello y descendiendo por mi abdomen hasta llegar a los pies. Me tomé mi tiempo ahí dentro. Dejé que el agua helada tensara mi cuerpo mientras me enjabonaba la cabeza con champú. Después de aclararme el pelo y relajarme abrí la cortina y salí de ahí. Agarré una toalla limpia de la pequeña cajonera y me la envolví en la cintura.

Sacudí mi pelo mojado y agarré otra pequeña toalla para secar un poco algunos mechones de este.

—Joder que gusto—musité mientras abría la puerta del baño. Alcé la mirada y encontré a Jezabel sentada en mi cama observándome de pies a cabeza. Estaba completamente roja.

Después de registrarme con la mirada pareció percatarse de la situación en la que me encontraba y se levantó abruptamente de donde estaba mientras balbuceaba.

 —Oh por el Altísimo, debí esperar a mañana.—Seguía con las manos en la cara tratando de no ver más de lo que había visto.

Destapó un poco sus manos y volvió a cerrarlas de golpe.

—¡Por el Todo Poderoso! ¡ Lo siento tanto! Yo solo venía a...Yo...

Me acerqué a ella aún con la toalla en mis caderas y agarré sus manos para que las quitara de su rostro. Como imaginaba, estaba igual de roja que una fresa. 

—Tranquila Jez—aún con mis manos sobre las suyas la dirigí a mi cama y nos sentamos.—¿Qué ha pasado?, Porque supongo que no estás aquí para preguntarme como estoy—.Sonreí divertido.

Tenía la vista clavada en el suelo mientras jugaba con los pies nerviosa.

—S-solo quería agradecerte que trajeras a Jane al centro médico.

Deje de sonreír.

—Pero yo...

Levantó la vista y me miró menos ruborizada que antes, pero todavía nerviosa.—Se que fuiste tú quien la llevó, te levantaste tras ella para ayudarla y te estoy muy agradecida.

—No fue nada.—Le resté importancia, si supiera que por un momento se me cruzó por la mente dejarla allí, no me agradecería tanto.

—Por supuesto que lo fue—insistió—.Jane es como una hermana para mi, no me puedo imaginar lo que hubiera pasado si no llegaras a estar allí para socorrerla.—Su labio inferior tembló y se acercó a mí par abrazarme todavía agradeciendo.

No supe muy bien como reaccionar, normalmente no solía consolar a ninguno de mis hermanos cuando se encontraban en situaciones así. Ni a mis hermanos, ni a ningún otro ser a decir verdad.

La rodeé con mis brazos incómodo intentando consolarla.

—Está bien, tranquila.—Pasé mi mano por su cabello como había visto hacer a los mortales aquí.

Ella pareció tranquilizarse con mi acción y levantó la vista quedando a centímetros de mi cara.

—Jezabel.

—¿Si?—Musitó mientras alternaba la mirada de mis ojos a mis labios.

—¿Puedo pedirte algo?—Susurré mientras le apartaba un mechón de la cara.

Ella asintió y se acercó más.

—¿Podrías no decirle a nadie más que fui yo quien llevo a Jane al centro médico?

Jezabel frunció el ceño extrañada.—¿Por qué no quieres que nadie lo sepa?

Le agarré la cara con las dos manos y pasé mi pulgar por su mejilla tratando de mostrar un falso cariño.—¿Por favor?—Rogué.

Pareció estar encantada con mi acción porque sonrió atontada y asintió.

—Gracias.—Le besé la mejilla y me levanté de la cama dirigiéndome a mis cajones para coger ropa.

—Am...Yo ya me voy—sentí como se levantaba de la cama y se dirigía a la puerta—¿Podrías no decirle a nadie que estuve aquí?

Me giré y fruncí el ceño.

—¿Que no has estado dónde? Yo no recuerdo haberte visto de nuevo después de la reunión de jóvenes—guiñé un ojo siguiéndole el juego.

Ella sonrió sonrojada y salió de la habitación. Dejé de sonreír y cerré los cajones de nuevo.

Por Leviatán, que fácil iba a ser.

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora