Capitulo 31

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Kenzo 

Tiré de su cabello hacia atrás mientras me acercaba a su oído.

—No hagas ruido—dije mientras aceleraba mis movimientos. 

El cabecero de la cama chocaba bruscamente contra la pared, las almohadas que había puesto antes no estaban haciendo ningún efecto.

—Más ráp-pido—gimió excitada.

Lejos de cumplir con lo que me pedía, ralenticé mis movimientos llevándome una mirada de enojo. Sonreí arrogante y le mordí el labio.

—No pares—trató de mover sus caderas para poder seguir recibiendo el placer de antes.

 Con la mano izquierda apreté mis dedos en ella para que dejara de moverse escuchando más quejas de su parte.

—¿Qué es lo que quieres?—moví en círculos mi pelvis lentamente provocando que rodara los ojos—Háblame Jez, ¿qué es lo que quieres exactamente?

—Quiero...Ah...Por favor Kenzo—sus manos fueron a mi espalda, sentí como sus uñas se clavaban en mi piel.

—Dilo, lo tienes justo—hundí todavía más mi erecto miembro en ella, gimió enterrando las uñas en mí—ahí.

—Fóllame—dijo con los ojos completamente oscuros.

Aceleré mis movimientos casi de inmediato, sus gemidos hacían estragos en mi cabeza; con mi mano libre hice movimientos lentos en su clítoris. Sus ojos desprendían lágrimas de placer que solo me demostraban lo complacida que la estaba haciendo sentir. 

Golpeé su interior una y otra vez, sin pudor, sin delicadeza, maltratando su intimidad y dejando que mis ganas por ella me guiaran a su orgasmo tal y como a ella le gustaba. 

—Ah, ahí...No pares...¡Dios!

Ahí estaba, había encontrado el punto con el que la haría enloquecer. Continué con mis desenfrenados movimientos hasta que sentí que mi liberación estaba casi llegando a su fin. 

—Voy a correrme—advertí. 

Sus gemidos aumentaron, la besé para tratar de callar el escándalo que estaba haciendo, Jez era tan ruidosa. 

Sentí como toda mi esencia llenaba el condón al completo, aún después de haber terminado no frené el ritmo de mis movimientos hasta que no la vi temblar bajo mi cuerpo.

Reposé todo mi peso en mi brazo con cuidado de no aplastarla. Hundí mi cabeza en su cuello y me dejé embriagar por su particular olor a coco. 

Nuestras respiraciones aceleradas era lo único que se podía escuchar en la habitación. 

Besé sus hombros hasta llegar de nuevo en su cuello. Me tumbé a un lado de la cama boca abajo. Ambos aun estábamos desnudos. 

Su mano comenzó a acariciar mi cabello relajándome unos instantes, cerré los ojos mientras llevaba mi mano a su desnuda cintura brindándole leves caricias. 

Me encontraba tan relajado; sus caricias hacían que mis músculos anteriormente tensos se ablandaran ante su tacto. Sus suaves y delgados dedos recorrían mi cuello hasta mi cabeza sucesivamente en un  ritmo tan adormecedor que me tentaba a cerrar los ojos y dejarme caer en los brazos de Morfeo.

Por Belfegor, esto sería tan perfecto si el choque de la realidad no me golpeara por completo en la cara como un puñetazo. 

Resoplé aun tumbado y me giré. 

Jez estaba medio tumbada, su pálida cara se encontraba roja y sus ojos se iban cerrando poco a poco. La mano que antes reposaba en su cadera llegó hasta sus mechones negros desordenados. Acaricié la longitud de estos una y otra vez. Sus facciones estaban totalmente relajadas, su respiración era tranquila. Las sábanas cubrían parte de su desnudo cuerpo. 

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora