Jane Mitchell
Jez jugaba con la cucharilla dentro de la taza de su café. De vez en cuando me miraba y apartaba la vista rápidamente al percatarse de que yo la observaba también.
Me alegraba que diera el paso de llamarme para hablar de lo ocurrido, pero algo me decía que todavía no estaba preparada si quiera para tenerme delante. Cuando estaba decidida a marcharme, dejó de jugar con la cucharilla y la soltó bruscamente a un lado para hablar.
—No puedo seguir así.
—¿Así como ?—Pregunté.
—Fingiendo que no me importa estar peleada contigo.
Bebí de mi té de frutas del bosque y esperé a que continuara.
—Sé que antes de que tuviéramos la discusión ya nos encontrábamos un poco distanciadas, pero esto es completamente diferente.—Llevó un mechón de su largo cabello negro detrás de su oreja y se mojó los labios—Ahora ni siquiera nos dirigimos la palabra Jane; yo tuve la culpa de nuestro distanciamiento y soy consciente de ello.
<<Me alegro de que sea consciente de ello.>>
Sus ojos comenzaron a aguarse, miré hacia otro lado tratando de que no me pasara lo mismo.
—Te hecho de menos Janie, hecho de menos a mi mejor amiga.—Se pasó las manos por la cara frustrada—Me siento como una verdadera idiota al pensar que parte de esto comenzó porque sentía celos de tu acercamiento con Kenzo.
—No siento nada por él Jezabel, solo estaba haciendo lo que me pidió el Sacerdote Marcos.
—Lo sé, y me costó darme cuenta de ello.
Agarró mis manos y las apretó.
—Lo siento muchísimo Jane, de corazón.
Sabía como se sentía, estaba arrepentida de lo que había dicho desde el segundo día cuando cruzamos miradas en la iglesia.
La conocía a la perfección, y esto lo estaba doliendo casi tanto como a mí cuando mencionó a mi madre.
—También soy consciente de que ningunas disculpas serán suficientes tras haber nombrado a tu madre, pero necesito que sepas que siempre seremos tu y yo. Si me necesitas, ahí estaré.
Le sonreí y me levanté de la silla. Me miró extrañada pero imitó mi acción.
Cuando la tuve frente a mí la estreché en mis brazos. Su particular perfume de coco llegó hasta mis fosas nasales. Las dos tratamos que el abrazo durara más de lo que ya lo estaba haciendo. Tanto sus brazos como los míos se apretaban en el cuerpo de la otra. Ambas necesitábamos ese abrazo.
Nunca podría dejar pasar y mucho menos olvidar el momento en el que mencionó a mi madre. Sabía cuanto me dolía ese tema y aun así, aun sabiendo lo que me podía provocar lo hizo. Me hubiera gustado decir que la había perdonado al completo, que ya estaba olvidado y que podríamos volver a estar como antes...Pero sabía que eso no sería así.
Quiero a Jez, muchísimo, el Misericordioso bien sabe que lo hago. Pero no por ser mi mejor amiga dejaría que utilizara mis debilidades en mi contra en momentos así.
Esto tan solo era un voto de confianza, le daría la oportunidad nuevamente de demostrarme que el cariño y nuestra amistad sería mucho más fuerte que cualquier otro sentimiento negativo, esta oportunidad más que por ella, lo hacía por mí.
Al separarnos, limpiamos nuestras lágrimas y nos miramos sonriendo.
—Por un momento pensaba que volverías a abofetearme.—Las dos nos reímos y recogimos nuestras cosas para pagar nuestras consumiciones.
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Avaricia [#1 Pecados ]
JugendliteraturKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...