Capitulo 43

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Kenzo

Serían cerca de las seis de la tarde para cuando volvía de la misma rutina que había ejercido durante todas esas semanas. Mientras caminaba, cogí la botella de agua y le di un gran trago.

Gracias al demonio, el agua de los grifos estaba intacta. Su sabor era sumamente asqueroso; pero era preferible eso a morirme de sed. Después de haber comprobado que el agua del grifo no contenía lo mismo que las demás, me vi en la obligación de llenar varias botellas que tenía en mi cuarto y llenarlas del agua procedente del grifo. Ahora tenía que ser precavido y llevar siempre alguna botella conmigo.

<<Y sobre todo, aparentar normalidad.>>

Todavía tenía dudas respecto a si había sido la monjita quien me había delatado. En el caso de que así fuera, poner agua bendita en las botellas de agua me parecía una reacción de lo más curiosa. Podría conseguir agua de cualquier otro lado, por eso, me parecía sospechoso que quitando el hecho del percance con el agua, todo siguiera igual que antes. 

Me enojé conmigo mismo porque, aún que fuera cierto que había sido ella, jamás podría hacer algo que la perjudicara. Ya no me veía capaz de dañarla. 

Me puse la capucha en cuanto llegué a la entrada al pueblo. El sol comenzaba a ponerse y no sabía si era porque todavía estaba agitado por la rutina, pero no sentía ni el más ápice de frío en el cuerpo. Las calles de Fixon, igual a como los ocho días anteriores, estaban totalmente transitadas. 

El pueblo en sí estaba agitado.

El albergue, el que antes acostumbraba a estar repleto de gente, ya sea por reuniones o por las personas que vivían allí, ahora se encontraba casi siempre vacío. Y ya no sería la primera vez que a través de la ventana de mi cuarto, veía linternas y escuchaba como gritaban el nombre de alguien que nunca alcanzaba a entender. 

Caminé con el rostro hacia abajo en todo mi trayecto. 

Pensándolo bien, no sería un mal momento para visitar la urna del despacho del Sacerdote. 

Todos estaban tan absortos en lo que sea que fuere, que lo más probable era que no se dieran cuenta ni de que había cambiado mi rumbo hacia el despacho, ni de que ya estaba subiendo las escaleras de este.

Ya estaba mentalizado en partir la cerradura de la puerta, pero grande fue mi sorpresa cuando solo fue necesario empujar un poco para descubrir que esta no tenía el seguro puesto.

Entré sin bajar la guardia. Todo parecía estar en orden, si no fuera por los evidentes estantes vacíos donde antes se encontraban estatuas y cuadros de su Misericordioso y por la mesa de escritorio casi partida en dos. Continué con el propósito por el que había venido pero prestando el doble de atención a mis pasos y a todo a lo que me rodeaba.

Al llegar al escritorio vi unos notables rasguños, muy profundos, en cada lado. 

Fruncí el ceño y puse mis manos tratando de encajar las mías con las marcas de esta. 

Al estar en estado normal, las marcas se veían inmensas con mis manos en ellas, entré en fase para comprobar lo que se me pasaba por la mente. 

Aún en estado de fase, las marcas seguían viéndose ligeramente más grandes que las mías. 

Fruncí el ceño, retiré las manos de allí y continué inspeccionando el lugar. Pasé mis dedos por la madera hasta llegar a una esquina. 

<<Sangre.>>

Aun que no fuera fresca, seguía teniendo un horrible presentimiento.

Me concentré lo máximo que pude para intentar algo. 

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora