Capitulo 8

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Kenzo

Llegué al albergue al mediodía. Ahora que tenía la foto lo último en lo que podía pensar era en comer.

Cerré la puerta de mi cuarto con llave para evitar interrupciones y moví la cama hacia un lado, despegué un trozo de madera que había en el suelo y saqué las joyas que había estado robando de la urna de la iglesia.

Sonreí al tocar las joyas y el dinero. Con mi puño agarré un par de ellas y las apreté fuerte mientras que con la otra mano sostenía la fotografía del señor Mitchell. Cerré los ojos y dejé que el poder de mi pecado tomara las riendas de la situación.

Aún recuerdo la primera lección que me dio Mammón y aunque para aquel entonces no le tomaba la importancia que debería, ahora me sentía orgulloso de recordar al pie de la letra y  palabra por palabra lo que tenía que hacer.

Cuando un demonio era desterrado del Infierno, sus poderes no son arrebatados al completo. Si bien es cierto que los conserva, estos se van debilitando cuanto más tiempo esté alejado de su lugar de nacimiento. Esa regla se aplica también a mis hermanos y a mi. Cada uno de nosotros alimenta su poder como más le convenga. Ragnak alimenta su poder cuanto más incita al deseo a los humanos, cada vez que consigue que un mortal sucumba a sus deseos mas oscuros, aumenta su energía; es capaz de viajar hasta los sueños mas húmedos de un ser y hacer que caigan en placer. Puede hacerlo sin salir del Infierno, tan solo tiene que concertar todo su energía en una sola persona y tener alguna de sus pertenencias. El echo de que viaje al mundo terrenal es ya por gusto propio.

Al fin y al cabo, es la Lujuria y él no se niega a satisfacer sus propios deseos. Por esa razón Padre le deja visitar el mundo terrenal para que pueda liberar todo ese poder sexual, siempre y cuando su instructor este con él, vigilando que no se exceda.

Pero para Ragnak nunca es suficiente, nunca esta satisfecho al completo, y por esa razón siempre que ve oportunidad escapa al mundo de los mortales a divertirse.

Yo en cambio, aumento  mi energía y poder de múltiples formas. Puedo meterme en las mentes de los más débiles, incitando al deseo de obtener más riquezas o inclusive poder. No tiene porque estar relacionado con las joyas o los bienes materiales, si no al poder de querer más y más hasta que ese mismo acaba con la persona. También puedo simplemente apropiarme de los bienes ajenos, pero no es tan divertido como a perturbar las mentes vulnerables. Yo soy esa vocecilla en tú cabeza que te dice que siempre puedes obtener más, mucho más.

Pero nuestro poder también puede ser nuestra perdición, si dejamos que ese mismo nos envuelva y nos domine, comenzaremos a ser descuidados y caóticos. ¿Te has imaginado lo que sería tener a siete pecados en su estado más primitivo, sin control alguno y tan solo dejándose llevar por lo primero que se le pasa por la mente?

Exacto, eso conllevaría a la destrucción completa de cualquier mundo si no se frena a tiempo. De ahí a que nos enseñaran a mantener nuestras emociones a línea, y no tener más de lo que podemos soportar.

Comencé a sentir como el brillo de las joyas en mi mano se intensificaba mientras este se envolvía y recorría todo mi cuerpo. Cuando supe que ya era suficiente, abrí los ojos y noté como el amarillo de el iris de mis ojos era intenso, lo notaba lo podía sentir.

La foto que tenía en la mano comenzó a quemarse y la imagen de un hombre rubio y alto apareció ante mi. Estaba en un despacho sentado, llevaba un traje negro y miraba con detenimiento su ordenador. Parecía nervioso, inquieto. Podía ver la preocupación en sus ojos.

Miré a su alrededor buscando algún diploma o etiqueta que tuviera su nombre pero no podía ver más allá. No tenía la suficiente energía como para moverme a través de la experiencia extracorporal. Gruñí y le observé la cara.

Tenía arrugas alrededor de los ojos y boca, el color rubio que poseía en la foto se había cambiado por unos cuantos mechones canosos. No parecía tan robusto como en la imagen.

Iba a retirar la conexión cuando la puerta del despacho sonó dejando pasar a una pequeña mujer de avanzada edad en él.

—Señor Mitchell, tiene una llamada telefónica en la línea uno de su hermana.

El hombre se frotó los ojos y murmuró algo mientras dejaba escapar un suspiro.

—Gracias, la atenderé ahora mismo—no tenía la voz tan grave como pensé—.

Descolgó el teléfono y apretó el botón de manos libres. En segundos la voz de Ophelia inundó el lugar.

—Alabado sea el señor, pensé que tendría que pedir una cita con tu secretaria para hablar contigo.—la voz de Ophelia sonaba asqueada.

El señor Mitchell dejó lo que estaba haciendo y se frotó la sien.

—Ophelia, creí haberte dicho que tenía mucho trabajo aquí, ¿ha pasado algo con Janie?

—No.

—¿Necesitáis más dinero?

—Por el Poderoso, ¿acaso no puedo solo llamar para saber cómo estás? Dijiste que estarías aquí ayer y no te veo por ningún lado Louis.— Louis Mitchell, te tengo.

—Escucha, he tenido mucho papeleo por aquí y ya sabes como es la ciudad. Ansío volver a veros a Janie y a ti pero necesito terminar con esto y sacármelo cuanto antes de en medio.

—Hablas de...

—No digas su nombre Ophelia.—interrumpió él con menosprecio.

—Está bien, ¡Oh! Casi se me olvida, el Sacerdote Marcos le ha dado un trabajo muy importante tu hija.

Louis sonrió al escuchar hablar sobre Jane.

—¿De qué se trata?

—Ha llegado un chico al pueblo, al parecer proviene de una familia atea y desea adentrarse al completo en la palabra del Señor.—me encanta ser el tema de conversación— El Sacerdote ha pedido a Jane que sea su tutora y lo ayude a integrarse.

—¿Desde hace cuánto tiempo está ese chico en el pueblo?

—Tal vez dos meses.

—¿Y la razón por la que se me comunique esto justo ahora es porque...?

—No creí que te interesaría saberlo puesto que no te has dignado si quiera a llamar para saber como está tu hija.Que carácter.

Louis resopló y se disculpó.

—Está bien, tengo que colgar, Jane vendrá dentro de poco de la misa de jóvenes y tenemos que ir al albergue.—¿Jane vendría aquí, ahora?

—Dile que la quiero, estaré allí el martes—en dos días.

—Que el Señor esté contigo—se despidió.

—Que así sea.

Cerré los ojos y los volví a abrir deshaciendo el trance.

Guardé las joyas en el hueco y las tapé con la madera, volví a meter la cama en su sitio y quité el seguro de la puerta.

Jane no era la única que tenía secretos oscuros en su familia. La persona a la que se refería Louis probablemente era la madre de Jane. Mentiría si dijera que no me excitaba el saber que había algo más tenebroso en toda esta historia, la fachada de hijos de Dios y familia perfecta se esfumaba cada vez más a medida que ahondaba en ella.

Ahora que tenía el nombre y la imagen de el señor Mitchell todo sería mucho más fácil, y mucho más divertido. Quien sabe, tal vez en el proceso de eliminar a Jane podría hasta divertirme.

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora