Kenzo
El ambiente era tenso, la incomodidad era evidente.
Después del merecido golpe en mi mejilla por su parte, ninguno de los dos dijo absolutamente nada.
Sus ojos luchaban por no derramar lágrimas y mantenía la distancia entre nosotros. La tensión era palpable en el ambiente.
—Después de desaparecer por días—habló—, no contestar a mis mensajes y no dar señales de vida, ¿vienes aquí a decirme que te marchas?
Apreté los labios.
—No es lo que piensas—traté de decir.
—No te haces ni a una pequeña idea de qué es lo que pienso, créeme.
Sus ojos me veían oscuros, estaba enojada y triste a partes iguales.
Trataba de disimular su ya evidente nerviosismo ante mí; apretaba con fuerza los bordes del vestido que llevaba. Sus ojos no se despegaban de mí.
Sabía que nada de lo que dijera iba a compensar lo que le había hecho sentir durante estas semanas, pero necesitaba, al menos para mantener mi mente tranquila, disculparme con ella una vez más.
—Lo siento—dije sincero de nuevo.
Rio irónicamente y desvió la mirada para frotarse la sien—Lo siento—repitió.
—Jezabel, de verdad que yo no...—Caminé hacia ella tratando de acortar un poco la distancia entre nosotros, pero ella se apresuró en levantar una mano y frenarme mientras daba un paso atrás.
—No te atrevas a acercarte a mí.—Las primeras lágrimas ya amenazaban con salir.
Mordí mi labio inferior y suspiré resignado. Era inútil que tratara de hacer que me escuchara, ahora mismo, lo único que me llevaría sería otra bofetada de su parte en el lado izquierdo de mi cara.
—Desapareciste de un día para otro—habló—, ni si quiera contestaste a mis mensajes ni llamadas. Pensaba que estabas enojado conmigo.
—¿Por qué estaría enojado contigo?
Abrió la boca incrédula y la cerró casi de inmediato.
—¡¿Y cómo querías que lo supiera si no respondías al maldito teléfono?!—Gritó mientras se iba acercando a mí con pasos furiosos—¿Tienes idea de lo que pasaba por mi mente en aquel momento? Tal vez solo necesitabas tú espacio, o te habías aburrido de mí o...
—No me he aburrido de ti—dije sincero.
—Tienes una forma muy curiosa de demostrármelo.—Soltó mordaz.
Nuestros ojos se concentraban en los contrarios; ella no daría su brazo a torcer y yo no me iría hasta que no se desquitara conmigo.
—No te haces ni la mayor idea de cuanta falta me has hecho aquí—su voz se suavizaba mientras comenzaba a quebrarse al mismo tiempo—.Ya no solo quería verte, quería que estuvieras conmigo con todo lo que estaba pasando aquí. Jane desaparecida y sin nadie conociendo su paradero. Estaba agotada física y emocionalmente. Y la única persona que pensaba que podía brindarme un poco de luz, no estaba.
Ahora la tenía justo delante de mí. La atraje hasta mí estrechándola entre mis brazos.
Pataleó, chilló, gritó, lloró y trató de golpearme varias veces; pero no dejé que se apartara de mí en ningún momento. Sentí como sus lágrimas mojaban mi camiseta y como temblaba ante mi toque.
Poco a poco, separó su rostro de mi pecho mientras sus manos se aferraban a mi camiseta. Su rostro se encontraba a centímetros del mío.
—No estabas Kenzo—habló haciendo que sus labios temblaran—. Te necesitaba.
<<Jane también me necesitaba, Jez.>>
Apoyó su cabeza en mi pecho de nuevo y lloró, trató de ahogar sus sollozos pero fue en vano. Sus hombros temblaban y sus manos se aferraban cada vez más a mí.
—T-te pregunté si había hecho algo que te había molestado y me dijiste que...
—Y te dije que no, no hiciste absolutamente nada que me molestara Jezabel—rodeé su pequeño cuerpo con mis brazos y la estreché a mí. Acariciaba su espalda mientras que con mi otra mano tocaba su cabello de forma cariñosa. —Pero tenía que irme, tenía que hacerlo.
Levantó la cabeza de su escondite y me miró; sus mejillas y nariz estaban cubiertas de un color rojo bastante notorio en su pálida piel, sus orbes de color avellana derramaban lágrimas y me veían con tristeza y dolor.
Dejé que mis manos acunaran su rostro y la acariciaran.
—¿Por qué siento que eres un Kenzo totalmente diferente al de hace un mes?
—Sigo siendo yo—continué brindándole caricias con mis dedos.
Ella negó y llevó sus manos a las mías, apartándome de ella lentamente.
—No lo eres. Tu manera de comportarte conmigo me lo deja claro.
La miré con pesar, no pude evitar sentirme culpable de lo que estaba sucediendo.
—Te quiero.
Por una milésima de segundo, mi mente se quedó en blanco.
—Jez...
Acaricie su mejilla con la palma de mi mano.
—Tuviste una versión mía que nadie tuvo y que... que nadie jamás tendrá.—Sus lágrimas comenzaron a mojar mi mano.—Sabía que lo que teníamos no llegaría a ninguna parte y aún así, ignoré la parte racional de mi cabeza que me decía que me alejara de ti y me tiré al vacío sin saber que había en él.
No sabía que decir.
—Te quiero, y no sabes cuanto me duele decir que no eres para mí. Y creo que los dos sabemos por qué.
Suspiré y aparté mi mano con delicadeza de ella—Siento haber tardado tanto.
Me dio una sonrisa sincera mientras limpiaba sus lágrimas con su mano.
—Sietes haber tardado tanto en darte cuenta de lo que sentías.—Dijo casi en un murmuro—Yo también siento haber pensado que tal vez podría cambiar eso.
Silencio.
—Esto es una despedida entonces—asentí.
Se acercó de nuevo a mí y me abrazó. Su cabeza quedó en el hueco de mi cuello y mi rostro se apoyó en su cabeza.
Se separó de mí y sorbió su nariz.
Con sus manos, llevó mi cabeza hasta ella y besó mi mejilla.
—Vete ya—demandó con un poco de humor en sus palabras.
Ya en la puerta, ninguno de los dos dijimos nada más. Creo que después de esa despedida, quedaba claro que era la última vez que teníamos para decirnos lo que sentíamos.
Antes de cerrar la puerta, nos miramos una última vez sin hablar. Traté de darle una sonrisa, pero lo único que salió de mí fue una extraña mueca. Miró hacia abajo y cerró la puerta.
Comencé a caminar hacia el albergue con un poco de menos presión en el pecho, pensando en lo recién sucedido hasta que pensé en algo.
<<Le dije que la esperaría, pero... >>
Sacudí la cabeza y disipé la estupidez que vino a mi mente.
Vendría a despedirse, estaba seguro.
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Avaricia [#1 Pecados ]
Teen FictionKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...