Jane Mitchell
Un cosquilleo en mis mejillas me obligó a abrir los ojos.
Un gato de pelaje gris me observaba con la cabeza ladeada. Fruncí el ceño. Al levantar un poco la cabeza registré con la mirada el cuarto en el que estaba. Sentí presión en mi abdomen y levanté la manta que me arropaba.
<<¿Pero qué...?>>
Unas manos tatuadas me apresaban fuertemente. El calor comenzó a impregnarse por mi cuerpo.
Estaba en la habitación de Kenzo. Con una simple camiseta como pijama. Y abrazada a él.
¿Cómo había llegado a esto?
En forma de respuesta, mi mente comenzó a brindarme pequeños flashbacks de la noche anterior. Si bien mis recuerdos no estaban completos ni ordenados, no resultaba difícil deducir lo que había pasado.
La imagen de Kenzo con el cabello completamente mojado apareció en mis pensamientos. Me había salvado la vida.
Traté de levantarme de la cama escabulléndome de los brazos del rubio sin hacer ruido.
—¿Tienes prisa?—Su voz ronca me hizo sobresaltarme.—¿Cómo te encuentras?
—B-bien, estoy...Me encuentro bien.
Me levanté de la cama y busqué mi ropa mientras trataba de cubrir mi cuerpo en aquella ancha camiseta disimuladamente. La camiseta y pantalón que llevaba puesto ayer se calentaban en un radiador del cuarto. Los cogí y me fui al baño a cambiarme. Ya dentro, abrí el grifo del lavabo y mojé mi cara para espabilarme. Al fijar la vista en el espejo localicé unos pequeños rasguños en mi mejilla. Sacudí la cabeza y comencé a vestirme.
Al salir del aseo, Kenzo ya estaba levantado de la cama y jugaba con el gato que me había despertado.
Me quedé analizando la manera en la que jugaba y acariciaba al animal; era cuidadoso y atento, de vez en cuando se le escapaba alguna que otra sonrisa que borraba al instante. Me preguntaba como una persona, más bien un demonio, podía tener tanta delicadeza al estar con otro ser vivo como aquel pequeño animal. Sus toques eran de lo más delicados, como si tuviera miedo a herirlo, incluso pareció no importarle cuando el gato lo arañó en uno de sus juegos.
—Cuando cumplí los trece, Lilith me regaló uno.
Se había dado cuenta que lo observaba.
—¿Quién es Lilith?
—Era mi madre.
Cuando dijo era, sentí como se me encogía el estómago.
<<¿Había fallecido? ¿Los demonios si quiera podían morir?>>
No creí conveniente preguntarle respecto a ello.
—¿Y qué le pasó?—Pregunté refiriéndome al gato del que hablaba.
Sus manos dejaron de sobar las orejas del animal.
—Lucifer lo mató.—Dijo bruscamente—Delante de mí. Maullaba de dolor antes de que le terminara de estrujar el cuello. Oír como se le quebraban los huesos no fue muy agradable.
No sabía que decir, estaba completamente en blanco.
—¿Por qué hizo algo así? Es horrible, solo era un indefenso animal.—Dije asqueada y con pena.
Kenzo suspiró y reanudó las caricias al felino.
—Es Lucifer, no existe un motivo concreto para justificar sus actos. Pero supongo que no le agradó la idea de que sintiera cariño por un ser al que él consideraba inferior.
Sentí lástima por él. Ningún niño debería presenciar la muerte de su mascota. Sentí rabia, como si el hecho de imaginarme a Kenzo sufrir me molestara.
—Tal vez fue culpa mía.—Murmuró.
—Por supuesto que no—dije seria—,tú no eres responsable de lo que hizo tu pad... Lucifer.—Rectifiqué, me había dado cuenta que a Kenzo no le agradaba referirse a Lucifer como lo que era, su padre.
—No, pero soy responsable de haberme encariñado con Kaos. Nos dijo claramente que no quería que sintiéramos ni un ápice de cariño, que eso nos hacía vulnerables.
—Kenzo tú no...
—Pero ya está muerto, así que no tiene caso que me mortifique más por ello.
Sentí un pequeño escalofrío cuando lo escuché hablar de esa forma tan fría con la que hablaba. Como si en verdad no le importara o no sintiera dolor al recordar al que antes era su mascota. Pero lo hacía, por su puesto que le dolía. Solo tuve que fijarme en la manera cálida y nostálgica con la que hablaba antes.
Y aunque Kenzo me afirmara que él no podía sentir nada por ningún ser, con lo que me acababa de contar solo me confirmaba que la cuestión no era que no pudiera sentir, si no que no quería hacerlo. Porque el único momento en el que él sintió ese cariño, ese sentimiento tan cálido en su pecho...Lucifer se encargó de destruirlo de la peor manera.
—Es mejor que te vallas.
Miré el reloj de pared. Tenía razón, eran las seis de la mañana, con un poco de suerte conseguiría entrar en casa sin que tía Ophelia se diera cuenta de mi ausencia la noche anterior.
Pasé por su lado sin mirarlo y abrí el pestillo de la puerta.
No pude evitarlo, me giré y le sonreí con sinceridad.
—Gracias.
—No hace falta que me las des.—Contestó ajeno.
—Sí, te doy las gracias por haberme salvado la vida y... Por intentar arreglar lo que hice.
Cuando se levantó, su rostro ya mostraba esa expresión burlesca con la que siempre andaba y me sonrió.
—Esto es un quid pro quo.
—Una cosa por otra—traduje—,hasta mañana.
No esperé respuesta y salí del cuarto. Bajé las escaleras a hurtadillas. Atravesé la cocina una vez comprobé que no había nadie y salí por la puerta que se encontraba allí.
Ahora venía lo más difícil.
***
Llevaba diez minutos delante de la puerta de casa. No sabía que me daba más pavor: el demonio que me atormentaba o la reacción de mi tía al descubrir que había pasado la noche fuera y en Halloween.
Respiré hondo y metí la llave con sigilo.
Al abrir la puerta todo estaba en silencio. No escuchaba la cafetera hacer café como todas las mañanas, ni los comunes tarareos de mi tía mientras hacía algún que hacer en el hogar. Subí las escaleras y caminé hasta su cuarto. La puerta, a diferencia de otras veces, no estaba cerrada si no entreabierta. Su cuarto estaba completamente a oscuras y la silueta de la mujer se encontraba en la cama cubierta de varias mantas. Salí de allí cerrando la puerta y caminé hasta el mío.
Respiré aliviada y me metí en la cama. El olor a vainilla de mis sábanas me dieron la bienvenida. No fue poco después que caí en los brazos de Morfeo. Necesitaba descansar, pensar en todo lo que había sucedido.
Estaba siendo el treinta y uno de octubre más surrealista de toda mi vida.
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Avaricia [#1 Pecados ]
Teen FictionKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...