Capitulo 48

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Kenzo

Dos demonios de clase dos sujetaban sus brazos. 

Sus orbes verdes estaban rojos e irritados, sus pecosas mejillas estaban manchadas por tierra y su cabello estaba totalmente revuelto. Tenía los labios con pequeños cortes; un acostumbre propia de Jane cuando estaba nerviosa.

Me acerqué sin abandonar la dureza de mi rostro. Ella lloraba en silencio y no apartaba la vista de mí. Trató de soltar sus manos pero los esbirros apretaron su agarre provocando que soltara un quejido.

En cuanto estuve frente a ella, di una mirada gélida a ambos seres para que la soltaran. En cuanto la dejaron caer, se apresuró en apresarme en sus brazos estrechándome entre ellos. Murmuraba cosas que no me molesté en tratar de entender. 

Ni si quiera hice el amago de devolverle el abrazo. 

La separé de mí y la miré a los ojos. Frunció el ceño sin entender por qué lo hacía. Abrió sus labios para decir algo pero los cerró rápidamente en cuanto la sujeté del cuello. 

Comenzó a boquear mientras levantaba su cuerpo del suelo. Sus manos agarraron mis brazos intentando hacer que la soltara mientras pataleaba en el aire.

Su rostro cambiaba de color cuanto más apretaba mi agarre. 

—No más trucos—dije.

Dejó de tratar de apartar mis manos y de patalear. Se quedó completamente quieta. La expresión de miedo y tristeza abandonaron su rostro para poseer una mirada sádica y burlesca. 

Le solté y cayó de pie.

Ladeó la cabeza mientras mantenía la sonrisa tétrica en su rostro. Miró a los demonios y les hizo una seña para que salieran de ahí. Al obedecer, solo me confirmaron lo que ya sabía.

—Vaya—dijo mirándome—, te he subestimado.

Comenzó a caminar a mi alrededor. Me mantuve alerta, con Behemoth nunca podías cerrar los ojos. 

—Dónde está—demandé más que preguntar.

Soltó una carcajada detrás de mí.

—¿No quieres saber cómo está tu padre?—él ya sabía la respuesta.

—Behemoth—advertí. 

—¿Por qué estás tratando de contenerte?—preguntó volviendo a estar frente a mí—. Teniendo en cuenta la masacre que has hecho ahí fuera, fingir tranquilidad no es muy coherente.

No contesté, solo me limité a observarlo detenidamente. Aún poseía la forma de Jane.

—¡Oh! Ya veo.—Exclamó—no quieres asustarla, ¿es eso?

Sonrió porque ya obviaba la respuesta. 

—¿Por qué no haces eso que tanto ansías?—preguntó acercándose a mí—¿Por qué no tratas de partirme el cuello?—Mi paciencia comenzaba a flaquear. 

De mis manos brotó un calor abrasante, picaban por enterrar unos de mis puños en su pecho y ver como ardía desde su interior.

Sonrió viéndome a los ojos—Es porque aún tengo su apariencia.

Apreté la mandíbula y pasé por su lado tratando de entrar en el interior de la cueva donde seguro, la tendría cautiva.

Se apareció de nuevo ante mí aún con su apariencia. 

—No te enojes, he tenido que—hizo un gesto viendo su mano—darle un pequeño correctivo.

Choqué mi hombro con el suyo escuchando como se reía. 

En cuanto puse un pie dentro del oscuro lugar, el olor de Jane se intensificó. Caminé decidido a enfrentarme a cualquier otro demonio que tratara de interponerse en mi camino. 

Unas antorchas se encendieron y alumbraron el camino. No me detuve y continué con la marcha hasta que la vi. 

Me veía dubitativa, no hizo ningún gesto ni emitió sonido. Tenía lágrimas secas en su rostro y un corte en la mejilla el cual me aseguraría de que Behemoth iba a pagar.

Me agaché y la vi directamente a los ojos. 

Extendí una mano para acariciar su mejilla pero se rehusó a mi toque.

Ese bastardo había jugado con ella todo lo que quiso y sus reacciones ante mí me lo demostraban.

—Soy yo—traté de convencerla mientras trataba de volver a tocarla suavizando mi voz.

Continuaba sin emitir un ruido; estaba asustada y cautelosa. No sabía si era yo o si se trataba de otro juego de Behemoth y no podía culparla por creer que así fuera.

—Voy a sacarte de aquí—aseguré.—Te lo prometo monjita, saldrás de este jodido lugar.

Me sentía impotente y enojado conmigo mismo. Yo, quien le había prometido que me aseguraría de su bienestar y de que nada le pasara, la estaba viendo cautiva en una cueva, temerosa y sin casi expresión en el rostro. 

Todas esas veces que traté de alejarla de mí para que no corriera peligro terminaron por lanzarla a los brazos de quien es ahora mi principal objetivo. 

Mi mirada se oscureció y me levanté del suelo, no podía tratar de tocarla o convencerla de que era yo. No quería alterarla ni mucho menos presionarla, así que en ese momento haría lo que había ansiado con tanto anhelo desde que descubrí quién estaba detrás de esto.

—Pero que bonito reencuentro—su voz retumbó por todo el lugar. 

Mostraba su verdadera apariencia. 

Miré a la pecosa de reojo. No quería hacerlo delante de ella. Estaba seguro que ya había presenciado suficiente como para que ahora le mostrara el violento encuentro entre Behemoth y yo. 

Que Jane me viera perder el control y el poder de mi pecado en estado puro, no era uno de mis objetivos. Temía que eso la hiciera alejarse de mí, que se espantara o dejara de confiar en mí.

—No aquí—sentencié.

Rio sin acercarse todavía.

—¿Crees que estás en posición de demandar algo?—su expresión se endureció y caminó lentamente hacia mí—He tenido tanta paciencia con vosotros dos; vi como tratabais de jugármela con ese estúpido truquito de la ligación, ¿en verdad pensabas que eso iba a ayudarla?

Caminé hacia él, con cada paso que daba mi ira aumentaba. Quedamos cara cara. 

Ambos nos veíamos como si fuéramos la peor pesadilla del otro, nos repudiábamos con la mirada y esperábamos que alguno diera el paso para iniciar lo que sería un enfrentamiento con un solo ganador. 

—Se te acabó el tiempo, heredero.

De las sombras brotaron dos demonios de clase uno; ambos se posicionaron a mis laterales tratando de sujetarme los brazos. Tal era la rabia en mí, que ni si quiera reparé el momento en el que ya me encontraba con sus extremidades sujetas por mis propios brazos, tampoco notifiqué cuando los cuernos de los dos esbirros yacían en el suelo junto con los cuerpos de los anteriormente nombrados. 

Con las manos ensangrentadas le señalé furioso. 

—Espero que te despidieras bien de Lucifer—advertí—, porque la única noticia que recibirá de ti, será tu cabeza siendo llevada por mí hasta el Infierno. 

Mostró sus dientes e hizo que sus orbes poseyeran el color negro que lo caracterizaban.

—Veamos si todavía conservas esas dotes de combate que te hicieron de oro en el Submundo.

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora