Kenzo
Entré en la casa cogiendo la llave del escondite. Todo estaba apagado, ni un ruido delataba la presencia de alguien en la casa. Subí las escaleras y mientras más me acercaba a la parte de arriba de la casa, música inundaba parte del pasillo.
Una luz salía de la rendija de la puerta, me acerqué sin hacer ruido y miré a través de ella.
—Been through some bad shit I should be a sad bitch.
Jane, sentada en la silla de su tocador, vestía con una camiseta larga de color malva unas tallas más grande que la suya. Cantaba mientras soplaba una de sus manos secando el esmalte color blanco de sus uñas.
—Who would have thought It'd turn me to a savage? Rather be tied up with cuffs and not strings. Write my own checks like I write what I sing, yeah.
Se miró al espejo y sonrió altanera para después morderse el labio. Se acercó al espejo un poco más y continuó cantando:
—My wrist, stop watching— extendió su mano y acarició su muñeca—My neck is flossing—con la misma mano que extendió antes tocó su cuello lentamente mientras echaba su cabeza hacia atrás lentamente y sonreír.—Make big deposits, my gloss is popping—sacó un gloss del cajón de su tocador y se lo aplicó en los labios mirándose fijamente.
Me acerqué un poco más intentando ver más allá, sin ser descubierto.
—You like my hair? Gee, thanks. Just bought it,—Deslizó su corto y lacio cabello hacia atrás permitiéndome ver algunas pecas que decoraban su cuello y parte de sus clavículas.
Se levantó de la silla y se señaló a sí misma a través del espejo sin dejar que esa sonrisa socarrona abandonara sus brillosos labios.
—I see it, I like it I want it, I got it.— Se separó del espejo y cerró los ojos mientras se contorneaba , bailando y deslizando de un lado a otro sus caderas.
Esbocé una sonrisa desde detrás de la puerta, vaya si se sabía mover la monjita.
Abrí aprovechando que Jane seguía con los ojos cerrados bailando y disfrutando de la canción. Cerré tras de mí y me limité a deleitarme con el show privado que estaba presenciando. Me crucé de brazos y esperé a que se terminara la canción y se diera cuenta de mi presencia.
Pocos segundos después la música terminó, Jane se giró quedando frente a mí. Se quedó quieta, paralizada.
Sonreí y aplaudí acercándome a ella y asintiendo.
—Vaya, no sabía que podías moverte así.
La monjita estaba completamente roja. Su ceño se curvó y apagó su ordenador deteniendo la música.
—¿Qué narices haces aquí? ¿Cómo has entrado?—Preguntó atropelladamente mientras intentaba bajar la camiseta para intentar cubrir sus piernas.
—Entré por la puerta de atrás.
Parpadeó aturdida y soltó la camiseta.
—¿La puerta de...? ¡No hay puerta de atrás!—Enloqueció mientras echaba mechones de su pelo detrás de las orejas.
Me encogí de hombros y sonreí divertido—Bueno, ahora sí la tienes.
Dejó caer sus brazos y la vi palidecer. Corrió a la ventana y la abrió intentando ver algo desde allí.
—¡¿Qué has hecho!? ¡Te has vuelto completamente loco, van a matarme! ¿Cómo le explico ahora a mi...
Se giró de nuevo a mí escuchando como me reía. Me fue inevitable no hacerlo en el momento el que la vi temblar al acercarse a la ventana. De un momento a otro la tenía golpeándome el pecho con sus puños mientras me gritaba cosas que nunca me imaginé escuchar de su boca.
En ningún momento dejé de reír.
—¡Eres un imbécil, casi se me sale el corazón por la boca!
Cuando mi risotada cesó, creí que ya era hora de detener sus intentos de lastimarme con sus pequeños golpes. Le sujeté las muñecas y con ambas manos y la pegué a mí.
—Tenías que haber visto tu cara, me hubiera gustado inmortalizar ese momento.—Sonreí con sorna.
Se zafó de mi agarre y cruzó los brazos delante de su pecho.
—¿Qué haces aquí y como entraste?
Me paseé por su cuarto como si no hubiera estado allí semanas antes, husmeando entre sus cosas.
—Deberías decirle a tu tía que cambie el escondite de la llave, cualquier loco podría venir y entrar a sus anchas—dije mientras cogía un libro de su escritorio.
Me lo arrebató de las manos y gruñó.
—Un loco o un ladrón.
Rodé los ojos y hablé sin mirarla.—Creí que habíamos dejado ese apodo en el pasado.
—¿En el pasado?, Kenzo ¿a que has venido?
—¿Tengo que recordarte que nuestras vidas corren peligro?—Relajó su rostro y dejó el libro de vuelta en el escritorio. Se llevó las manos a la cara y suspiró.
—No tienes que recordarme nada.
—Parece que sí, al parecer estar peleada con tu mejor amiga te nubla un poco la cabeza.
—¿Y tú que sabes de eso?
Me senté en la silla dónde antes se encontraba ella cantando.
— La cosa va así, tanto tú como yo dependemos del otro ahora mismo, así que vamos a practicar lo que acordamos.
—¿Ahora? Pero...
—Hoy es día treinta Jane, mañana Halloween pasado día uno, ¿A caso quieres intentarlo un día antes?—La interrumpí.
—Está bien—aceptó—pero primero déjame ponerme unos pantalones.
Dijo mientras se ruborizaba.
La seguí con la mirada mientras llegaba a su armario y abría los cajones buscando la prenda.
—A mí no me molesta que estés sin ellos.—Dije mientras veía como se agachaba y la camiseta le cubría lo justo, dejándome ver la parte de atrás de sus muslos.
—Cierra la boca Kenzo.
Reí y me giré esperando a que se terminara de cambiar. Una vez con los pantalones ya puestos me hizo saber que ya había terminado con un ya.
—Esto puede ser fácil o jodidamente difícil, todo depende de ti.—Me senté en el suelo esperando a que ella hiciera lo mismo. Estábamos frente a frente.
—¿A qué te refieres con que depende de mí?—Preguntó mientras cruzaba las piernas par estar más cómoda.
—¿Confías en mí?
Me miró arqueando una ceja. Ya sabía la respuesta para la estúpida pregunta que había hecho.
—Por supuesto que no.
Me llevé las manos al pelo frustrado y preparando un sin fin de motivos por los cuales tendría que colaborar.
—Pero,—la miré a eso ojos verdes tan expresivos esperando a que continuara—hagámoslo.
Bajé la cabeza y la alcé para verla de nuevo. Sonreí de lado.
—Esa es mi monjita.
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Avaricia [#1 Pecados ]
Teen FictionKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...