Jane Mitchell
Abrí los ojos de golpe al sentir el frío darme de lleno en la cara.
La oscuridad impregnaba el lugar, no veía más allá de donde yo estaba. Traté de levantarme, fracasando como las diez veces anteriores. Estaba cansada, hambrienta y con temor a volver a cerrar los ojos de nuevo. No quería que siguiera metiéndose en mi cabeza, ya no quería que siguiera jugando con la poca cordura que me quedaba.
Escuché su ronca risa hacer eco por las paredes. Me abracé a mi misma y me pegué más a la pared.
El no conseguir ver dónde estaba me hacía temblar. Ya no sabía si estaba a mi lado, de frente o si tan solo era mi mente haciéndome delirar.
—¿Por qué te resistes tanto en dormirte, si sabes que me meteré en tu cabeza de nuevo?—Su voz no sonaba tan lejana como creí.
Dio un chasquido con los dedos y el lugar se iluminó.
En las rocosas paredes decoraban llameantes antorchas haciendo un pasillo desde donde yo estaba, hasta llegar a Él.
Me forcé a mi misma a ser fuerte, a aguantar cualquier cosa que me hiciera y no dejar que me viera flaquear. No podía rendirme, no todavía.
—Sé en lo que estás pesando,—caminó de manera lenta y pacífica hacia mí, mientras llevaba sus manos hacia atrás—¿por qué no viene a por mi?, habrá si quiera notado que he desaparecido?—Habló imitando mi voz a la perfección haciendo que me estremeciera.
Fruncí el ceño y apreté los puños, no iba a darle el gusto de verme aterrada.
—Créeme, a estas alturas ya estará perdiendo la cabeza y culpándose a si mismo. Preguntándose como no pudo darse cuenta de que su chica de oro no estaba en su casa, a salvo de mí.—Negó con la cabeza mientras sonreía.
No aparté la vista de Él en ningún momento. Poco a poco la distancia entre nosotros se fue acortando, en el momento que tuve que subir la mirada para verle a la cara, se agachó sin quitar aquella maldita sonrisa sádica de su rostro.
Trató de acariciarme la cara con su mano izquierda, aparté mi rostro en cuanto me di cuenta de ello.
—Dime, Jane. Del uno al diez, ¿cuánto crees que le molestará a nuestro primogénito que te haga unos cuantos rasguños?—Fue inevitable no temblar después de lo que me había dicho.
Soltó una risotada y se levantó de donde estaba dándose la vuelta.
—Acabará encontrándote—mi voz sonó mucho más débil de lo que me hubiera gustado.
Soltó una exclamación y se giró hacia mi.
—Permíteme corregirte—me señaló con el dedo índice—, acabará encontrándote a ti.
Mis labios comenzaron a temblar, aguanté las lágrimas lo máximo que pude.
Claro que quería que viniera a salvarme y que me sacara de ese horrible y oscuro lugar, pero también sabía cual sería su destino en cuanto apareciera por allí. Y pensar en su posible muerte hacia que mi estómago se encogiera.
—Oh, pero no te preocupes—al ver como mis ojos comenzaron a aguarse fingió consternarse y se puso una mano en el pecho—.Antes de matarlo dejaré que os despidáis. Tal vez un casto beso y un adiós antes de que le arranque el corazón. Sí, tal vez os deje hasta hacer eso.
Negué con la cabeza repetidas veces y temblé en mi sitio. Mi respiración comenzó a acelerarse mientras las lágrimas que antes trataba de retener terminaron por deslizarse por mis mejillas.
—Y tal como supuse, te importa tanto como tú le importas a él.—Habló.
Sus ojos me revisaron y no se apartaron de mí. No sabía si estaba tratando de entrar en mi cabeza o si simplemente quería desestabilizarme todavía más, si es que aquello era posible.
Caminó de un lado a otro.
—Mi hipótesis respecto a lo que sentía Kenzo al principio por ti, se fue al caño en cuanto vi como se arrojaba al vacío,—rio ladeando la cabeza y mirando hacia un punto en concreto como si recordara el momento exacto—literalmente, solo para salvarte.
Enfatizó la última palabra.
—Es decir, ¿para qué iba a molestarse en salvarte si solo eras un pasadizo para llegar a mí? Se tomó muchas molestias en seguir protegiéndote incluso cuando ya sabía que era yo, ¿no crees?
Pensé en sus palabras.
—Eres una chica lista, lo suficiente como para saber qué es lo que le pasa contigo. Y creo que todavía no eres consciente del poder que tienes sobre él.
¿Realmente yo podía influir en algo sobre Kenzo? No, no lo escuches Jane, estás cansada y se está aprovechando de eso. No caigas en su juego. Está en tu mente, sácalo de ahí Jane, deja de pensar en Kenzo y haz que salga de tu cabeza.
—D-deja de meterte en mi mente.
—Oh, ¿crees que lo que estoy diciendo es porque me he metido en tu cabecita?—No respondí—Solo me remonto a los hechos.
Me tiró una botella de agua al suelo.
—Bebe un poco, no queremos que te desplomes antes del golpe final.—Sonrió—En mi ausencia, espero que no tengas la imprudencia como para tratar de salir de aquí.
Destapé la botella y bebí el líquido de dentro ansiosa.
—Pero que tonto soy—antes de desaparecer entre la oscuridad, paró y habló con la voz gruesa—,no eres tan idiota como para intentarlo.
En cuanto desapareció entre la oscuridad me permití respirar hondo. Tenía que aprovechar los momentos en los que no estaba para tratar de dormir.
Sé fuerte, eso era lo que me repetía una y otra vez.
Mis párpados comenzaron a pesar, ya no tenía caso que intentara no dormir. Ya se había ido, podía permitirme cerrar los ojos un instante, solo...Cerraría los ojos unos segundos.
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Avaricia [#1 Pecados ]
Teen FictionKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...