Extra 3/4

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Jane Mitchell

Papá cerró la maleta y carraspeó. 

—¿Estás segura de que no quieres acompañarme? No serán muchos días, si quieres puedo...

—Papá,—le corté antes de que me propusiera ponerme una niñera—puedes irte tranquilo, solo serán unos días. Si necesito algo te llamo a ti o a tía Ophelia.

Frunció el ceño y suspiró.

—¿No estás enfadada por que te deje sola tanto tiempo?

Sonreí y negué con la cabeza.—No te preocupes, a demás, ¿cuanto tiempo más se puede extender el viaje, una semana? Estaré bien, de verdad. 

Traté de tranquilizarlo. 

Papá tendría una reunión muy importante fuera de la ciudad. La idea de acompañarlo me hubiera parecido maravillosa de no ser por la presentación que tendría en clase en menos de cuatro días. 

Sabía el por qué de su preocupación; temía a que sintiera que me volvía a dejar sola, pero por más que le repitiera una y otra vez que sabía que no era así, no había forma humana de quitarle aquella idea de la cabeza. 

Finalmente suspiró y asintió. 

—De acuerdo. Pero por favor, si necesitas algo no dudes en llamarme. 

Llevé mi mano derecha a la frente imitando un saludo militar. 

—¡Señor, sí señor!

Rio y me tomó de los hombros para llevarme a la cocina. 

—Vamos a preparar la cena cadete, todavía me quedan unas cuantas cosas más que organizar antes de irme mañana.

Preparamos la cena entre bromas y risas. Hablábamos de su trabajo y mis clases. 

Sabía que la idea de venir con papá a la ciudad me ayudaría a despejar la mente. Era un ambiente totalmente diferente al del pueblo. Conocí  a personas a las que ahora podía considerar amigos y sentía que me encontraba en una etapa de mi vida en la cual nunca llegué a imaginar que llegaría. 

Las primeras semanas traté de mantenerme lo más ocupada posible; me apunté a todas las actividades habidas y por haber, salía a correr toda las mañanas e incluso llegué a buscarme un trabajo que fuera compatible con mi horario de estudio. 

Pero incluso así, incluso teniendo mil cosas que hacer y cientos de trabajos que entregar, mi mente proyectaba su imagen en la primera milésima de segundo que no tenía en qué pensar.

Y sí, solo bastaba con esa milésima de segundo para tenerme pensando en él durante el resto del día.  

<<¿Estará bien?, ¿Habrá logrado lo que quería?,¿Pensaría en mí como yo pensaba en él?>>

Fui egoísta, tenía que reconocerlo. 

Quise que se quedara conmigo, que me hubiera elegido a mí y se hubiera quedado. Pero tenía que ser realista. Eran sus hermanos, su familia. No podía competir con eso y tampoco quería hacerlo. 

 Pero también la idea de que su plan hubiera fallado me hacía estremecer. 

<<¿Y si todo se había ido al caño y ahora estaba en peligro?,  ¿Y si su vida corría peligro y estaba a punto de morir.>>

Me regañaba mentalmente en cuanto se me ocurría pensar en ello. No podía subestimarlo, él era capaz de todo lo que se propusiera, confiaba en él y en que sea lo que fuere que había hecho había funcionado. 

Avaricia [#1 Pecados ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora