Kenzo
—Hermanos, otro año más, damos comienzo a la recolecta de bienes para ayudar en las instalaciones del pueblo. Nuestra hermana Jane Mitchell, como es costumbre, será la encargada de recoger todo aquello que estéis dispuestos a depositar en la cesta. A su lado está Kenzo, nuevo miembro en nuestra maravillosa comunidad; ayudará a Jane en todo lo que necesite y al rematar podremos retirarnos a nuestros hogares. Que el Todo Poderoso os acoja en su gloria.
—Así será—.La respuesta retumbó por toda la iglesia y dos filas se hicieron, una para Jane y otra para mí.
Me había pasado el máximo de tiempo posible agotando mis fuerzas y energías con todos los bienes que había robado. Si quería que mi plan B funcionase, tenía que asegurarme que a la hora de explotar lo haría de una forma no tan desastrosa.
Jane, a mi derecha, me veía de reojo mientras sujetaba una pequeña cesta donde las personas del pueblo depositarían lo que ellos consideraran.
Le sonreí arrogante cuando nuestras miradas chocaron.
—Espero que no te hayas olvidado de nuestra charla pendiente, tienes que explicarme muchas cosas.
Frunció el ceño, una acción muy común en ella ya.
—No pienso hablar contigo de nada.
—Entonces el camino a tu casa se nos hará eterno supongo—le giñé un ojo y ella solo bufó molesta.
La hora antes que había quedado con Jane solo se dirigía a mí para explicarme el mecanismo; hacíamos dos filas para ir más rápido, recogíamos todo lo donado y lo metíamos en una urna—la cual ya conocía a la perfección—, que más adelante recogería el Sacerdote para llevarlo a algún lugar.
Al cabo de un rato, los minutos se convirtieron en horas y mi inquietud comenzaba a ser bastante evidente.
Dos horas habían pasado exactamente. Mis manos comenzaban a picar y el sudor recorría mi frente. Jane disfrutaba del momento. Más de una vez la había visto sonreír cuando me frotaba los ojos. Miré el reloj de la iglesia. Las diez y cinco, ya debería de estar aquí. Intentaba no bajar la vista a la cesta que ya comenzaba a pesar. Dirigía mi atención a cualquier cosa menos a eso.
—Tienes mala cara—susurró mientras sonreía.
Ya no iba a aguantar más, comenzaba a sentir el calor en el pecho, me ardían los ojos; y sabía lo que pasaría si los mantenía cerrados más tiempo del que debería, el amarillo oro de ellos me llevarían a la peor de mis perdiciones.
—Disculpe, ¿me deja pasar?—Jezabel se habría paso en la fila para llegar hasta mí—,siento haber tardado tanto pero tuve que convencer a mamá de que diera mi parte de la ofrenda por mi y...
—No importa, has llegado justo a tiempo—hablé acelerado, tenía que salir de aquí.
—¿Jez...tú...?—Jane alternó los ojos de su amiga hacia mí sin quitar su expresión de confusión en el rostro.
—Luego te lo explico, lo juro.—Se giró a mi— Kenzo, ¿Te encuentras bien?—Apartó unos mechones de mi cara pegados por el sudor en mi frente y posó la palma de su mano en esta—¡Por el Altísimo estás sudando!
—Ten—le pasé la cesta a mi plan B y comencé a caminar apurado hacia la puerta de atrás de la iglesia.
—¡Oye, no puedes hacer eso!—Escuché a Jane discutir con Jezabel mientras salía de allí.
En cuanto abrí la puerta y el viento chocó con mi sudorosa frente, me adentré en lo más oscuro del callejón y gruñí ahogando un grito de frustración. Cerré los ojos y los abrí sintiendo el amarillo en ellos, los latidos de mi corazón palpitaban acelerados y sin control. Todo el cuerpo me picaba y sentía como la cabeza me estallaría en cualquier momento. Escuchaba como las monedas chocaban en la cesta y como las voces internas de la multitud del interior de la iglesia abordaban en mis pensamientos. Mis sentidos se intensificaron y sentía que no aguantaría más. Me llevé las manos a la cabeza y me tambaleé chocando en la pared provocando y cayendo al suelo.
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Avaricia [#1 Pecados ]
Teen FictionKenzo, primogénito de Lucifer y pecado de la Avaricia, es desterrado del infierno junto a sus seis hermanos tras haber puesto en peligro la estabilidad del submundo. Por primera vez se verá solo, sin poderes, sirvientes y sin la compañía de sus herm...