El verdadero poder de Umeko

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Tras meter al ogro en el saco, nos fuimos directamente al pueblo que había cerca. Caminamos durante un rato, hasta que Umeko no pudo mantenerse más tiempo en silencio.

- ¿Crees que hay otro como tú suelto? – no sé si era la pregunta acertada, pero agradezco que fuese ella quien iniciase la conversación.

- ¿Desafío es exclusivo de los elfos?

- Por lo que sé, sí.

- ¿Cómo sabes tanto de los elfos? De Álastar me lo creo, tiene más de trescientos años, ¿pero tú? ¿también tienes trescientos años?

- ¡¿Eh?! ¿Me estás llamando vieja? ¿Acaso tengo pinta de ser tan mayor?

- N...no... yo...

¡AAH! ¡Malditos nervios! Solo he hecho una pregunta inocente ¿por qué lo extrapola tanto?

- ¡JUM! – se hace la ofendida – Sé tanto porque me he informado y porque mis padres trabajan en las forjas mágicas y tienen una estrecha relación con Yotsuro.

- En cualquier caso, habría que tener cuidado, no sabemos cuáles son sus intenciones, pero muy agradable no es. – digo intentando que no recuerde mi frase anterior...

- ¿Falta mucho para llegar al pueblo? – interrumpe Kyoko.

- No lo sé, ¿cuánto queda Umeko?

- ¿Por qué me lo preguntas? – contesta esta.

- Porque te estamos siguiendo.

- Eh... No... te estamos siguiendo a ti...

Me paro en seco, miro al suelo...

- No me digas que nos hemos perdido... - digo. - ¿No eras tú la que nos iba a guiar?

- En la ciudad y en los caminos. – contesta Umeko – Usa tu visión para vislumbrar el pueblo.

- ¡Lo haría si no hubiese árboles delante!

Ah... Te echo de menos Selin. Nunca me había dado cuenta de lo importante que es el sentido de la orientación porque te tenía en nuestras aventuras... Tampoco puedo enfadarme con Umeko, me ha dado una idea.

Me alejo un poco de las chicas, cargo mis piernas y doy un salto que me eleva decenas de metros... No me puedo creer que este truco tan simple sea tan jodidamente eficaz.

En cuanto llego abajo, les indico la dirección, pero Kyoko me mira con ojos expectantes y eleva los brazos para cogerme... De nuevo di otro salto, pero mucho más pequeño. Fue suficiente para ver contenta a Kyoko. Lo mejor de aquel momento fue ver a Umeko un tanto distante, pero a punto de pedirme que la cogiese también. ¡Era mi oportunidad! Quería preguntárselo, quería que dijese que sí, quería cogerla sin que fuese un accidente, pero me invadió el miedo...

Finalmente llegamos al pueblo, marchamos hacia la taberna y antes de que pudiésemos llegar, nos frenaron unos guardias... ¿Por qué? ¿Qué hemos hecho ahora? Para una vez que llego a un lugar civilizado como una persona normal ¿van y nos paran?

- ¿Hemos hecho algo, soldado? – pregunto muy reticente.

- Usted no, pero usted. – miran a Umeko... ¿ah?

- ¿Qué sucede? – contesta ella.

- Es una sacerdotisa ¿no es así?

- Sí, una arcipreste.

¿Un mundo de fantasía sin un Rey demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora