Álastar

148 36 2
                                    


Despierto... Ja... parece que tengo cierta manía por no morirme...

Estoy en una habitación sombría, amplia hasta donde me llega la vista y estoy completamente atado al suelo con innumerables cadenas mágicas...

Levanto la cabeza y veo a ese hombre... no era tan pequeño como parecía en mis visiones. Era incluso más alto que yo y poseía tal cantidad de masa muscular que el mero hecho de que fuese un hombre mayor daba completamente igual... Sus ojos ambarinos estaban clavados en mí y su ceño fruncido me mostraba que no se alegraba de verme.

 Sus ojos ambarinos estaban clavados en mí y su ceño fruncido me mostraba que no se alegraba de verme

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Intenté liberarme... pero aquello era inútil. Vi a Umeko al lado de ese hombre, algo... ¿preocupada? ¡Kyoko!

- ¡¿Dónde está Kyoko?! – exigí saber.

- Cuando llegaron los rumores de que un elfo de la familia real aún seguía con vida, no me lo pude creer. – me dice aquel hombre de voz grave.

- ¡¿Dónde está Kyoko?!

- ¿Qué querías hacerle a esa niña?

- ¡¿Dónde está?!

El hombre me mira con una mirada con la que me habría cagado en los pantalones, pero el hecho de no conocer el estado de Kyoko me dio la valentía necesaria para hacerle frente con mi mirada.

- Está bien... solo necesita reposo. – escucho decir a Umeko.

- No vuelvas a decirle nada hasta que no sepamos sus verdaderas intenciones. – veo que el hombre se gira para mirar a Umeko.

- Lo... lo siento... - parece asustada... ¿quién es este tipo?

- ¡AAAH! – le grité, pero mi aptitud no se activó...

Veo que me vuelve a mirar y me da un gancho de derecha en la cara. ¡Ay...! ¿cuánta fuerza tiene este tipo?

- ¿Crees que no he tomado medidas contra tu grito?

- ¿Tú también eres de esa iglesia de miserables? – le pregunto con desprecio.

- Los tipos que mataste no eran de la iglesia.

- ¿Maté? Yo... ¡No recuerdo nada de eso!

- ¿Quieres respuestas? ¿Qué tal si tú me das algunas?

Estoy a punto de llorar... de nuevo se repite la misma situación... ¿por qué me preguntan si nadie me va a creer? Al fin y al cabo, sigo siendo un elfo...

- ¡¿Y qué demonios quieres que te diga?!

- ¿Mataste a los niños de los que habla Umeko?

¿Por qué me torturan con la misma pregunta...? Ya no puedo más, no puedo mantener la compostura y mis ojos comienzan a encharcarse.

- ¡Fue Anthony! Yo... jamás podría hacer daño a un niño...

¿Un mundo de fantasía sin un Rey demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora