Técnica secreta de fe

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Cómo odio a Bastet... Aureon parecía estar de acuerdo con la decisión de quedarse con ella durante una semana entera, pero aquella actuación, aquel dichoso malentendido creado por esa vil diosa... Días atrás estaba en el bosque, cantando, jugando y recibiendo algún beso de Umeko y, aquella noche, estaba fuera de la ciudad, dispuesto a empezar un combate que podríamos haber evitado fácilmente... ¡Dichosa Bastet!

Lo peor de todo es que Osean le ofreció su ayuda para combatirme por haberle hecho eso a Bastet y Umeko fue la que organizó ese combate; según ella, no podía permitir que le hiciese eso que la estaba obligando a hacer, que cumpliese como un verdadero hombre y luchase en vez de mancillar el cuerpo de Bastet.

A veces pienso que Bastet nos ha comido la cabeza a todos, incluso a Umeko, que al principio la odiaba y ahora le ha cogido cariño y la defiende... Al final la iglesia no va a ser la que persiga y liquide a esa dichosa diosa, ¡voy a ser yo mismo!

Por mi propia seguridad, agarré ese papel que tenía olvidado en mi inventario, esa lista de posibles asesinos que me podrían matar... Espero que el mero hecho de no encontrar el nombre de Aureon sea algo bueno...

- Para hacer esto un poco más justo, puedo dejar que una de tus compañeras te ayude en el combate. Prometo no tocarla. – aseguró Aureon empuñando ese enorme mandoble que había aparecido de la nada.

- Kioshi es lo suficientemente fuerte como para poder combatir en solitario. – dijo Umeko totalmente convencida.

Al menos es bueno ver que, aunque piense que soy un aprovechado y un pervertido, me considera fuerte y apto.

- Además, que en esta situación no se merece la ayuda de ninguna de nosotras. – prosigue.

Vaya... retiro lo dicho.

- Yo quiero ayudar. – propone Kyoko, la única amiga de verdad que tengo.

- No. Es peligroso. – dice Umeko.

- Pero ha dicho que no tocaría a su ayudante. Ya he aprendido cómo combatir.

- Kyoko... Creo que no es el mejor momento para practicar. Aureon es un hombre muy fuerte...

- ¡Pero yo quiero ayudar!

- Umeko tiene razón – le digo. Kyoko aparta la mirada y pone uno de sus típicos pucheros – ¿Qué te parece si cuando termine todo esto nos vamos tu y yo solos de misión para practicar?

- ¿Me lo prometes?

- Te lo prometo.

- Pero... ¿por qué no quieres que te ayude? ¿Tan débil me consideras?

- No es eso – saco el arnés de mi bolso tatuado – Aquí la única que me va a ayudar es la que nos ha metido en todo esto.

Por un segundo, veo que Umeko me mira con cierto temor, como si supiese en el fondo que había sido culpa suya lo de este combate, pero cuando mis ojos y el arnés fueron a parar a Bastet...

- ¿Eh? ¿Yo? – dice Bastet mientras se señala sin llegar a creerse lo que le estoy proponiendo.

- Ponte tu dichoso uniforme de combate y cállate.

- ¿De modo que sigues queriendo usar mi cuerpo?

Agarré a Bastet de la cabeza y apreté su cráneo.

- ¡Déjate ese cuento para otro! ¡Si hubieses aceptado pasar unos días con él esto se podría haber evitado!

- ¿Qué vas a hacer? – pregunta Osean algo confuso.

¿Un mundo de fantasía sin un Rey demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora