El último día más feliz de mi vida (Prólogo)

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Lo primero que pensé cuando me desperté fue "este va a ser el mejor día de mi vida".

Hoy me gradúo en la universidad a mis veinte dos años por el título de pedagogía. Todo el mundo va a estar allí, mi hermano, mis padres, incluso mis abuelos que han venido del pueblo para verme.

La mañana se da de maravilla, veo a todas mis compañeras... y yo que pensé que iba a poder si quiera hablar con ellas. Haber estudiado en un colegio masculino hasta los dieciocho y que te apodasen "cara susto" no me ayudó nada a la hora de acercarme a una chica.

Igual me pasó con las artes marciales. Asistí con la esperanza de hacerme amigo de alguna chica y que surgiese el amor en el típico combate de entrenamiento... Todos hombres en la clase que me designaron y, sin embargo, en la siguiente, la mitad eran chicas. Hice todo lo posible para acabar allí, pero fue inútil. Al final me acabé desapuntando y maldiciendo mi mala suerte.

Uno de los motivos por los que entré en la carrera de pedagogía fue para ver mujeres y estar rodeado de ellas. Pensé que eso podría acabar como un típico anime escolar de romance, que un pequeño grupo se pelease por mi... pero por lo único por lo que se peleaban era por ver quién de todas se acercaba a mí a pedirme los apuntes de clase.

Cada vez que me miraba al espejo pensaba "tampoco soy tan feo". Con el paso de los años ese pensamiento ha ido desapareciendo hasta que lo he asumido.

Puede que en la universidad solo haya conseguido un amigo horriblemente más popular que yo. Es un buen tipo, con un humor un poco pesado y divertido, pero el cabrón lo que más hacía era usarme para parecer más guapo a mi lado. Siempre le odiaré por eso y siempre le querré por haberme ayudado estos últimos años y haberme acompañado en mi solitario paso por la universidad.

Todo terminó. Ahora podré acceder a una escuela de preescolar donde enseñar a los niños, mostrar a mis compañeras de trabajo lo bueno que soy con ellos y esperar algún romance... Estoy seguro que mis méritos llamarán la atención de alguna profesora, de alguna hermana mayor que vaya a recoger a su hermanito o de alguna tía joven con pechos hipnotizantes...

Mi familia se marchó y yo me quedé con mis compañeros, obligado por Kenji, mi amigo, pero aquel día las celebraciones iban a ser otras.

Ese día sacaban el último volumen de ese manga porno tan popular en el que un hombre recuperaba sus trece años de edad y sus dos hermanas (la pequeña adorable e inocente y la mayor, tsundere y perfectamente dotada) se peleaban por cuidarle y hacer cierto tipo de "cosas" con él.

Qué maravilla...

Ojalá y esas cosas me pasasen a mi o que los isekai existiesen de verdad. Que una hechicera bien dotada me invocase a su mundo y necesitase desesperadamente mi ayuda... Podría probar las maravillas de esos mundos, aventurarme con la magia que aquí no existe y cuando todo terminase, tener la opción de volver como una persona totalmente renovada o decidir quedarme allí y vivir con aquella hechicera.

Je je... se me cae la baba cada vez que lo pienso.

...

¿Por qué todo se ha vuelto todo negro?

...

Me despierto y veo que estoy en una especie de bar. Todas las mesas que están a mi alrededor están...

Parpadeo durante un instante y ya no hay mesas.

¿Qué broma es esta? Seguro que es el imbécil de Kenji que me ha seguido y me ha drogado para que me desmayara y poder ir a celebrar la graduación.

- Kenji, deja de hacer el imbécil y sal de una vez.

- Al parecer no eres consciente de tu situación, Kioshi – escuché una voz masculina al fondo de la estancia.

No me había dado cuenta de que unos pasos más hacia delante estaba la típica barra de bar de copas. Tras ella hay un tipo vestido como un camarero normal, con su chaleco negro y camisa blanca; tiene el pelo corto y negro, su piel parece ¿rojiza? Espera... ¿eso que le sale de la cabeza son cuernos?

Vaya mierda debo de llevar encima... Me miro las manos, intentando comprender qué está pasando aquí y cuando vuelvo la mirada al frente, estoy frente a la barra, frente a unos ojos anaranjados que me asustan.

- Creo que sería buena idea que mirases a la pantalla un momento. – me dijo ese hombre haciendo cosplay de... ¿un demonio?

Volví a parpadear.

¿Qué pantalla? ¿De qué está hablando? Desde lejos se podía ver que toda la pared estaba llena de estanterías con bebidas...

- No puede ser... - Pensé.

Donde antes solo había bebidas, ahora había una pantalla encendida, retransmitiendo una película o una serie donde un hombre estaba caminando por la calle.

Abriré los ojos lo máximo que pueda y no los cerraré por nada en el mundo. ¡Cada vez que cierro los malditos ojos aparecen y desaparecen cosas!

Espera... ese de la pantalla... ¿soy yo? ¡Soy yo!

- ¡Soy yo! ¿Qué hago en la televisión?

- Morir.

- ¿Ah? – pero mi cara dice ¿eh?

Es cierto que es la calle por la que iba y... Estoy viendo cómo acabo de caer a plomo al suelo tras un impacto pequeño en la cabeza. ¿Y ese plano tan gratuito a un móvil en el suelo al lado de mi cuerpo?

- Nunca sabes cuándo te va a tocar. – el camarero apaga la televisión con un mando que antes no tenía y me mira con ambas manos apoyadas en la barra. – Lo que ves es lo que pasó. Ibas andando, te cayó un móvil en la cabeza desde un noveno piso y moriste instantáneamente.

Vaya... he de reconocer que Kenji se lo ha currado realmente bien.

Ja ja ja ja ja. Comienzo a reírme. Ha sido una buena broma, pero la paliza que le voy a dar a Kenji no se la va a quitar nadie.

- Eres el primero que se ríe de esa forma estando al otro lado de la barra.

- Muy bien Kenji. Quítate esa máscara, sube el telón y llévame a mi casa. Tengo cosas que hacer. Deja tus bromas para otro momento.

- Vaya. – podía notar un tono de culpabilidad – Nos has pillado. Claro, es una broma.

Veo cómo se echa las manos a la cara y se quita la careta que tiene. Era evidente. Era una broma.

Hacía tiempo que no sentía tanto alivio. Después de estar toda mi vida estudiando, preparándome en la mejor carrera para encontrar mi propio romance y acumulando material pornográfico de la mayor calidad (algunos ya descatalogados), habría sido un duro golpe saber que estoy muerto. Además, la muerte no es así. Ni que esto fuese el inicio de un isekai...

Era el imbécil de Kenji con una máscara con distorsionador de voz. Menudo payaso está hecho.

- No es una broma. Has muerto de verdad.

Mi mandíbula casi toca la barra cuando vi que debajo de esa máscara estaba el mismo rostro que se acababa de quitar.

No, no, no, no. No podía ser cierto. ¿Había muerto de verdad? ¿Lo que había visto en esa... ¡maldita televisión que ya no está! es cierto?

Me siento en una banqueta, apoyo los brazos en la barra y respiro con ansiedad.

- Tómate el tiempo que quieras. No todos los días le dicen a uno que se ha muerto. – Alzo la mirada y le miro con rencor ¿acaso está pretendiendo ser gracioso?

Mi familia, mis amigos, mi futuro, mis posibles romances, mi... mi disco duro con más de dos teras de "trabajos de matemáticas". ¡AAAAAAAH!

Me echo las manos a la cabeza y lloro de desesperación mientras me golpeo repetidas veces con la barra sin sentir el más mínimo dolor.

Estoy muerto de verdad. Ni si quiera he podido besar a una chica... ¿Qué clase de engendro dejaría morir a alguien en una situación así?

¿Un mundo de fantasía sin un Rey demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora