EN PAREJA

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Repetitivos toquecitos en su hombro izquierdo junto a los llamados de Jennie la despertaron.

—¡Lisa!

—¿Qué ocurre? —preguntó asustada por el rostro intranquilo bajo ella.

—Siento no haberte despertado, ¡llegas tarde a clase! —dijo, mostrándole la hora.

—Jen... Es sábado, ¿lo ves? —contestó señalando el día bajo los grandes números que indicaban la hora.

No pudo evitar reírse de su rostro confundido.

—¿Qué ocurre con esa cara? ¿Querías que me marche ya? —bromeó.

—Para nada, si fuera por mí me quedaría así por siempre —Giró posiciones, quedando sobre la rubia—, porque me puedo deleitar haciéndote cosquillas...

Sacó sus manos a la acción, arrebatándole sonoras carcajadas a la que se esforzaba en respirar por todos los puntos débiles atacados sin parar.



En la cocina, Alice y Freya disfrutaban del desayuno en armonía de los sábados, comenzando el fin de semana con total tranquilidad.

—Esto, mamá... ¿Por casualidad anoche escuchaste algún sonido extraño desde el cuarto de Lis?

Alice negó con la cabeza.

—Quizá haya perdido un tornillo, pero me pareció oír la voz de...

Un par de risas adentrándose a la cocina la dejaron estupefacta, la presencia de la castaña impactando incluso a Alice, a quién se le cayó la taza de café encima.

—¡Quema, quema! —gritó, pasándose rápidamente un paño húmedo en su camiseta de pijama.

—Mamá —soltó Lisa—. ¿Te encuentras bien?

—No, hija, creo que me acaba de dar un ataque. ¿Jennie? ¿Cómo es que estás aquí? Todas estábamos preocupadas por tu empeoramiento y ahora, ¿resulta que estás estupendamente bien? —dijo, aventándose la camiseta mientras paseaba la mirada entre las dos muchachas.

—Es... Una larga historia —introdujo la rubia antes de sentarse.







Sentada en las primeras filas de la gran sala de actos, la familia de la pequeña Ella esperaba a que su grupo tomara el escenario después del que recién había terminado su canción navideña. Una ronda de aplausos llenó todo el espacio tenue en cuanto una cordillera de niños vestidos de manera elegante aparecieron tras una maestra. De manera organizada se colocaron en sus posiciones, esperando a que la señora de cabellos canosos preparara sus partituras en el piano.

—Jen, ¿por qué no la grabamos? —sugirió Nam.

—Tu hermano tiene razón —añadió Lisa.

Jennie asintió preparando la cámara del móvil, lista y enfocada en su hija, para su suerte, visible en primera fila. La pequeña buscó por toda la sala, encontrándolos finalmente junto a una amplia sonrisa con algún que otro diente de menos. Debía mirar hacia el final de la sala, justo como había practicado el día anterior con la profesora de música y sus compañeros, sin embargo, no pudo evitar clavar la vista en sus familiares.

Cuando terminó la función de la clase de Ella, otro aplauso les dio la despedida mientras se retiraba y entraba otro grupo. Lisa llevó su atención hacia la castaña que se estaba enjugando rápidamente los ojos.

—Jen, ¿estás llorando?

—Yo, no, para nada —soltó, endureciendo su voz sorprendida por la repentina pregunta.

—No mientas si te acabo de ver —contestó en un tono burlón.

—Bueno, puede que me haya emocionado un poco ver a mi princesita por primera vez en una actividad de la escuela. Ahora entiendo como se sentía papá con nosotros —explicó entrelazando la mano que se arrimó a la suya, enternecida.

Última RimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora