MENTIRAS PIADOSAS

687 76 43
                                    

—Recordemos viejos tiempos, Nini... —Jennie se le quedó mirando unos segundos, titubeante.

—Tengo novia, y la quiero mucho... —dijo, intimidada con la cercanía de sus labios.

—No me importa, las dos sabemos que ella nunca podrá hacerte sentir tan bien como yo... —Acarició su labio inferior con sus dientes, halándoselo provocativamente—. ¿Por qué intentas resistirte a mí si sabes que siempre serás mía? —Sin notar que la otra opusiera resistencia alguna, la besó, compartiendo sus pequeños quejidos debido a la mano que finalmente se puso a maniobrar bajo los pantalones de la castaña.

—Joder, tienes razón, te he extrañado mucho, Somi —ronroneó, cambiando tornas con la que quedó de espaldas a la pared, recibiendo todos los ataques de Jennie a lo largo de su cuello mientras se deshacían de su ropa.

—Eso es, Nini, hazme jodidamente tuya... —balbuceó extasiada, dejándose cargar por la otra, que no dejaba de devorarla entre añorados besos. 



—Recordemos viejos tiempos, Nini... —Aprovechando lo ensimismada en sus lujuriosos pensamientos que parecía la de cabellos negros, Jennie paró cortantemente la ruta descendente de su mano, girando la cara antes de separarse precavidamente de ella.

—Cómo has dicho, son viejos y yo vivo en el presente, así que no creo que tenga nada que recordar contigo, Somi —dijo, abriendo la puerta de su casa—. Además, tengo una novia maravillosa a la que quiero mucho —Se cruzó de brazos, apoyada en el marco—. Estoy muy bien con Lisa.

—¿Esa chica del hospital? Por favor, no me hagas reír —Cesó la exageración de sus carcajadas al ver el rostro sumido en seriedad de la otra—. ¿No me lo estás diciendo enserio, verdad? Seguramente es una de tus mentirijillas piadosas para no aceptar que me sigues deseando de todas las formas habidas y por haber. Te conozco, Jennie, y sé perfectamente que jamás te fijarías en una mosquita muerta como esa cría.

—La persona que conocías desapareció después de todos estos años, y no, no es ninguna mentira. Esa mosquita muerta, como dices tú, me ha demostrado y ha hecho cosas por mí que tú no fuiste capaz de hacer en su momento, y por si fuera poco, no me ha dejado tirada de repente —La hizo enmudecer con esa contesta—. Ahora, si me haces el favor... vete por dónde has venido, y si quieres vuelve dentro de otros cinco años para que conozcas a las criaturitas tan hermosas que tendré junto a mi querida mosquita muerta... —Le agarró el brazo, intentando arrastrarla con dificultades hacia fuera, cosa que no logró.

—No, Jennie, espera... no me puedes echar.

—¿Por qué no? Estoy en todo mi derecho de hacerlo, esta es mi casa y te recuerdo que has sido tú la que ha venido a intentar abarcar algo que ya no le pertenece.

—No, por favor, Nini.

—No me llames más así, buenas noches, Somi —Le cerró la puerta en las narices, sobresaltándose al escuchar los porrazos que daba la otra desde el otro lado, desesperada.

—Jennie, joder es muy tarde y este sitio parece peligroso.

—¡¿Para qué has venido entonces?! —espetó, perdiendo la paciencia.

—P-para hablar, me urge hablar contigo, Nini, por favor abre. Debo decirte algo importante.

—Eso no era lo que parecías tener en mente hace un momento, no soy gilipollas, maldita sea. Vete de una vez.

—¡No me puedes hacer esto! ¡¿Y si me asaltan o intentan abusar de mí, o peor aún, ambas cosas?! ¡¿De verdad piensas dejar que le pase algo así a la madre de tu hija?! —Tras unos segundos de silencio, Jennie abrió la puerta, viendo a la otra desesperada en llanto.

Última RimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora