LA CALMA PRECEDE A LA TEMPESTAD

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Un solo grupo de personas, decenas de ojos detrás de cada paso dado por aquellos pasillos que les daban la bienvenida a los estudiantes tras esa divertida semana de vacaciones.

Mientras el ritmo de los estudiantes entrando a las aulas, y el ritmo de las clases tomaba su curso cotidiano, Jennie, Lisa, y sus amistades estaban alrededor de su mesa, en su salón, poniéndose al día tras el fin de semana.

—Jen, ¿tienes pensado hacer algo hoy? —preguntó Lisa removiéndose ligeramente sobre las piernas de su novia, donde estaba cómodamente sentada.

—No. ¿Por qué lo preguntas?

—Mamá y Freya me han insistido para que vengas con nosotras a cenar esta noche. Parecía que tenían muchas ganas de verte —explicó brevemente.

—Ya veo. Bueno, debo ir por la tarde con Mino y Bam a reunirnos con el contacto que me pasó aquella chica del campamento, pero, en cuanto salga de allí iré a cenar a tu casa con mucho gusto —respondió. De pronto, Lisa se preguntó qué comenzó a buscar la castaña en su mochila—. Por cierto, ya se me iba a olvidar decirte que me guardes esto... —comentó, dándole una libreta usada y de aspecto antiguo.

—¿Qué es esto?

—Esto es mi vida... Por eso te estoy pidiendo que me la guardes por unas horas hasta que vaya a tu casa más tarde, porque confío en ti.

—Ya, pero... ¿Puedes ser un poco más específica?

—Esta libreta es de mi hermano, aquí están la mayoría de sus letras más buenas. En cierto modo te me has adelantado porque ya tenía pensado pasarme más tarde de por tu casa para mostrarte el talento que hay dentro de estas hojas, sin embargo, como antes debo ir a esa discográfica y no pasaré por casa, prefiero que la lleves contigo a la tuya, a buen recaudo, en lugar de cargar con ella para todos lados, ¿comprendes? —Lisa asintió—. Perfecto, muchas gracias mi amor —dijo, entregándosela, viendo como Lisa la guardó de inmediato antes de observar la hora y oírla resoplar—. ¿Qué sucede?

—Debo marcharme ya con el consejo, ya sabes, para verificar que no hay alumnos haciendo pellas.

—Que fastidio... —se quejó en cuanto dejó de sentir el peso de la rubia sobre sus piernas.

—No pongas esa cara, exagerada. No es para tanto. Te veré en el receso, ¿de acuerdo? —Jennie dudó por un momento en asentir, terminando de ser sonsacada por la que se inclinó para acunarle ambas mejillas en un dulce beso, revelando su sonrisita traviesa de inmediato al aprovecharse de su rubia robándole un par de besos extras—. Señorita Jennie Kim... ¿Podría abstenerse de manosearle el trasero a la presidenta del consejo estudiantil, en público? Es una actitud inmoral y en este centro no se permiten ese tipo de faltas —reprendió cómicamente, en un íntimo susurro.

—Vaya, cuanto lo siento, señorita presidenta, pero me temo que no puedo hacer algo así. ¿Ocurre algo si me niego? —respondió en el mismo tono bajito, siguiéndole el juego.

—Me veré obligada a tomar medidas al respecto... —coqueteó.

—¿Sí?

—Sí, te voy a sancionar, Kim. Solamente espera a que estemos solas en mi habitación y sabrás lo que es sufrir la ira del consejo estudiantil —Se alejó de su oído por unos segundos y se percató de la mirada de la castaña—. ¿Qué?

Esta demoró unos segundos en aproximarla de nuevo ronroneando insinuantemente antes de responder—: humm... Cómo me prende cuando te pones así, bebé. Tú sí que te salvas de que estemos aquí y no en tu habitación... Señorita presidenta —fue ese tono lo que hizo que Lisa viera irresistible la voz de la castaña, pero, sobre todo fue el modo en que susurró ese apodo, lo que hizo que su pulso diera un acelerón de sopetón, surgiéndole incluso a ella unas repentinas ganas por escaparse junto a ella, sancionarla en su cama con total comodidad, e iniciar su primer día de clases el día siguiente.

Última RimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora