COLATERAL

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—Falta menos de un minuto para las seis, que es la hora de la medicina. En cuanto los suministre en el gotero me iré para que puedas estar a solas con él.

Jennie asintió conforme, enfocada en la pantalla del móvil intentando contactar con Lisa mientras este hacía los preparativos para inyectar el líquido del pequeño botijo que sacó de su bolsillo.

Este estaba a punto de aplicar la sustancia directo en vena cuando una llamada lo interrumpió.

—Ah, debo atender esta llamada. Si me disculpas...

—Sí, por supuesto.

El hombre se giró, caminando rápidamente hacia el pasillo para atender la llamada. La inquietud caló de nuevo entre sus huesos cuando leyó el nombre de su placa identificativa, la cual, coincidía con el doctor herido que había pasado ante sus ojos minutos atrás.

«No es posible, ¡es él!».

En cuanto este cerró la puerta, se levantó rápidamente del sofá y agarró el frasquito cristalino con el líquido que había también en la jeringuilla. No reconoció el nombre de la etiqueta, aún así, lanzó ambos objetos al suelo para pisotearlos, rompiéndose en el acto.

—Mierda, mierda, mierda, ¡mierda! ¿Cómo he podido ser tan descuidada? Ha ido por muy poco —murmuró mientras buscaba el botón de emergencia entre todos aquellos cables y tubos alrededor de la cama donde yacía su hermano, sin embargo, no lo encontró.

Miró alrededor de la habitación, buscando algo con qué defenderse. El jarrón de las flores fue lo más útil que halló, se percató de la pequeña dedicación escrita y abrió el cartelito para leerlo: «"Te deseo un feliz funeral, Jennie Kim"».

—¿Qué es esto?

Su pregunta quedó en el aire cuando oyó pasos acercándose de nuevo a la puerta, se escondió detrás con el jarrón de cristal en la mano. Juró que por unos instantes su respiración se cortó cuando se abrió, viendo la espalda del impostor caminar hacia la cama, donde quedó confuso unos segundos al ver el líquido del frasco esparcido por el suelo.

—¿Qué ha ocurrido? —Ni siquiera tuvo chance de girarse del todo por el jarrón que impactó directo en su cabeza, noqueándolo al instante.

—Hijo de puta —dijo Jennie para sí misma, viendo como algunos de los cristales rotos se habían teñido de rojo. Comprobó su pulso, verificando que seguía con vida—. Bien, ya que aún respiras, ahora me vas a explicar quién cojones eres y por qué has venido hasta aquí para joder a Nam.

Se dirigió al armario y usó un par de esas sábanas blancas para atarlo. La botella de agua fría que buscó en la máquina expendedora del pasillo se la arrojó encima, despertándolo de sopetón. Sus quejidos de dolor acabaron de despertarlo, viendo a Jennie delante de él.

—¡Estás loca! ¿Por qué me golpeaste?

—Deja de fingir, imbécil. ¿Quién eres y por qué has intentado matar a mi hermano? —preguntó directamente. La cara del hombre se transformó completamente, la frialdad y maldad en su mirada cayó en la de Jennie, igual de frívola y calculadora—. Eso es, muéstrame tu verdadera cara, desgraciado.

—Está bien, te he subestimado y me has pillado con la guardia baja. Sólo iba a acabar con tu hermano, pero al aparecer tú, me han ordenado mataros a los dos. ¿Cómo te has dado cuenta de quién soy?

—Si hubieras sido inteligente te habrías desecho de la placa con la identidad del doctor al que has apuñalado, lo vi justo al entrar, y lo conocía. ¡Se está debatiendo entre la vida y la muerte en un quirófano por tu culpa! —Encontró el botón de emergencia en el monitor de las luces, pulsándolo repetidas y frenéticas veces—. No te lo repetiré más, ¡¿quién te envió?!

Última RimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora