¡FELIZ NAVIDAD!

935 91 63
                                    

Dos elegantes figuras bajaron las escaleras hacia el salón de los Wang, los que estaban presentes quedando maravillados con la buena imagen que daba la pareja, brazos entrecruzados.

—¡Los dos estáis hermosos! —dijo la señora Manoban, alegre. Freya, desde el fondo de la mesa, giró los ojos.

—Uy, sí... segurísimo que seréis la mejor pareja de la noche... —dijo la menor de los Manoban, riendo sarcásticamente. No le importó llevarse las miradas de descontento del resto debido a su comentario venenoso. Jackson no entendió a qué vino la mirada de repulsión de Freya, pero no pudo devolvérsela como hubiera querido debido ya que debía mantener su fachada frente ambas familias.

—¿Vendréis aquí después de la fiesta? —preguntó la señora Wang, los dos jóvenes asintiendo, camino a la puerta—. Está bien, ¡pasadlo genial!

—Gracias, adiós —se despidieron al unísono, desapareciendo finalmente tras la puerta.

—¡Venga ya, Jen, quédate un rato más! —rogó Jimin, intentando evitar junto a su hermana que la castaña se marchara a su casa.

—Deja de intentarlo, me iré igualmente —rio, posándole la mano en la cabeza—. Viejo, la cena estaba deliciosa, muchas gracias por todo, me lo he pasado genial, pero... ¿sabéis? Lo que me pasa es que tengo una extraña sensación en el cuerpo y además, mi adorable y salido perrito está solo... —Le dio un abrazo a la pelirosa y al menor, yendo a despedirse finalmente del señor.

—¡Menuda mierda eres! Tú no tienes espíritu navideño, lo único que te relaciona con estas fechas es lo fría que eres —espetó el mayor, dándole un cálido abrazo a la que consideraba prácticamente como su hija.

—¡Y tú tienes demasiado espíritu con la cara esa de momia fantasmagórica que me llevas, viejales!

Los dos nietos no pudieron evitar reírse como siempre de los maravillosos y afectuosos cumplidos que intercambiaban ambos.

—Eh... que te follen, cara de gato mamarracho.

—Ojalá y Santa Claus te escuche y me conceda ese deseo, te aseguro que lo aceptaría con mucho gusto, cara de pan rancio —rieron ambos, Park abriéndole la puerta—. Qué pena que esta noche me toca dormir solita... —dijo, haciendo morritos.

—Bueno, nunca se sabe lo que te pueden traer estas fechas, es muy impredecible la magia de la navidad —Jennie se sobresaltó debido a la cómica y repentina voz femenina en el rellano, tras ella, que explotó a carcajadas igual que el resto—. Hola, Chae, ¿estás lista? —preguntó Jisoo, sonriendo alegre.

—Sí, esto... v-voy a por mis cosas y nos vamos, no tardo.

—Coge un paraguas, por favor, creo que empezará a llover dentro de poco... —Rosé asintió, adentrándose de nuevo.

—Dime algo, querida prima, en tu caso... ¿la magia llega a ti o la has venido a buscar tú? —preguntó Jennie, topándole el hombro burlonamente. Jisoo intentó esconder sus mejillas sonrojadas tras la bufanda que llevaba puesta.

—Oye... la estás avergonzando, pedazo de gilipoyas —espetó el mayor, golpeándole el brazo a la que no dejó de reír suavemente—. Tened mucho cuidado en la calle, y si se os hace tarde, te doy permiso de antemano para que se quede en tu casa a dormir, ¿de acuerdo? —dijo amablemente el viejo Park, Jisoo asintiendo y alucinando de la manera en que cambiaba su tono cuando no le hablaba a la castaña.

—O... a no dormir, también. Eso de que las camas se usan para dormir está muy sobrevalorado, yo conozco bien otros usos que son mucho mejores y más divertidos —Se apartó antes de recibir otro golpe del señor—. Si eso te puedo pasar muy buenos truquitos para que los pongas en práctica... —Le guiñó el ojo.

Última RimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora